viernes, 18 de julio de 2014

EL DESEMPLEO, UN DRAMA MUNDIAL




Autor: P. Guillermo Marcó

El Papa Francisco está muy atento a los problemas del mundo. Entre los muchos que nos aquejan, está sin duda el del desempleo. En América Latina está agravado por la falta de una cultura del trabajo y el empleo informal, que afectan a tantas personas. Se trata, en fin, de una realidad que sufren sobre todo los jóvenes y, dentro de ellos, los llamados "ni-ni", que no estudian ni trabajan. Como tantas otras veces, el fin de semana pasado Francisco se refirió al tema delante de cientos de profesionales y operarios del sector industrial, agricultores, docentes y alumnos, con ocasión de un acto celebrado en la Universidad de Molise, en la región italiana del mismo nombre.
"La ausencia de empleo implica la pérdida de la dignidad humana. El problema de no trabajar no es el de no ganar dinero para comer porque en última instancia podemos acercarnos a organizaciones como Cáritas que nos darán alimentos. El problema es que al no poder llevar el pan a casa se pierde la dignidad", afirmó. Y consideró que muchos puestos de trabajo "podrían ser recuperados a través de una estrategia concordada con las autoridades nacionales, de un ''pacto para el trabajo'' que sepa aprovechar las oportunidades ofrecidas por las normativas nacionales y europeas". Y en el vuelo de regreso de Tierra Santa, Francisco citó ante la prensa cifras elocuentes del desempleo en Europa. "En Italia la desocupación juvenil es del 40 %, en España del 50 % y, específicamente en Andalucía, del 60 %". Y exclamó: "Se está desechando a una generación".
Es tiempo de repensar la economía. Cuando las leyes benefician de un modo exorbitante a los trabajadores, los empresarios tienden a crear sólo los empleos imprescindibles, ya que por cada nuevo trabajador la carga social puede casi duplicar el sueldo en mano. Por el contrario, donde las leyes laborales son más flexibles, se tiende a emplear más gente en tiempo de bonanza. Pero también ocurre que se prescinde más de los trabajadores en épocas difíciles. Por otra parte, el problema no es sólo tener trabajo, sino cómo nos sentimos con el que tenemos. Los seres humanos pasamos en los trabajos el mayor tiempo del día. Descontando las horas que dormimos, el tiempo libre es un lapso menor. Por tanto, realizar una tarea que a uno no le gusta puede terminar produciendo una gran frustración. Con todo, para los creyentes es necesario tener en cuenta que ante los ojos de Dios no hay tareas más importantes que otras. Como decía Santa Teresita: "levantar un alfiler del suelo y hacerlo por amor a Dios adquiere un valor infinito" También es necesario tomar conciencia de que los adultos debemos ayudar a los más jóvenes a pensar qué asegura hoy un buen trabajo. Y a discernir cuál es el camino que deben elegir para desarrollarse profesionalmente. En ese sentido, Jorge Bergoglio expresó en la ceremonia la importancia que la formación universitaria tiene para los jóvenes, ya que les ayuda a prepararse para responder, dijo, a las exigencias del mercado laboral en la actual situación de crisis económica. "Una buena formación no ofrece fáciles soluciones, pero ayuda a disponer de una búsqueda más abierta y creativa para explotar mejor los recursos del territorio", señaló.
Valga recordarlo para nuestros jóvenes que se están formando en tantas universidades que tiene el país. Vale apostar a la educación. Sirve formarse en un mundo competitivo. Es tarea de los adultos entusiasmar, ayudar, sostener a los jóvenes en su período de estudio para que desarrollen adecuadamente sus talentos y puedan así acceder a un futuro mejor, a un trabajo que los haga más plenos y les permita sostener el día de mañana sus familias. Finalmente, el pontífice hizo un llamado a compaginar el tiempo dedicado al trabajo con el que deben compartir las familias y aseguró que el domingo es un día para no trabajar, sino para el descanso, la familia y Dios.

Valores Religiosos, 18-07-2014

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