miércoles, 31 de diciembre de 2014

MENSAJE DEL 01 DE ENERO DE 2015


“Agradecer y pedir perdón” a Dios al concluir el año, alienta el Papa Francisco
 

Papa Francisco frente a imagen del Niño Jesús, en la Basílica de San Pedro. Foto: L'Osservatore Romano.
VATICANO, 31 Dic. 14 / 01:07 pm (ACI/EWTN Noticias).- Al presidir la celebración de las primeras Vísperas de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios y Te Deum de agradecimiento por el año que culmina, el Papa Francisco alentó a los fieles a “agradecer y pedir perdón” a Dios.
El Santo Padre subrayó que al terminar el año hoy “alabamos al Señor con el himno del Te Deum y al mismo tiempo le pedimos perdón”.
“La actitud de agradecer nos dispone a la humildad, a reconocer y a acoger los dones del Señor”, indicó.
A continuación, el texto completo de la homilía del Papa Francisco, gracias a la traducción de Radio Vaticano:
La Palabra de Dios nos introduce hoy, de forma especial, en el significado del tiempo, en el comprender que el tiempo no es una realidad extraña a Dios, simplemente por que Él ha querido revelarse y salvarnos en la historia, en el tiempo. El significado del tiempo, la temporalidad, es la atmósfera de la epifanía de Dios, es decir, de la manifestación del misterio de Dios y de su amor concreto. En efecto, el tiempo es el mensajero de Dios, como decía san Pedro Fabro.
La liturgia de hoy nos recuerda la frase del apóstol Juan: «Hijos míos, ha llegado la última hora» (1Jn 2,18), y la de San Pablo, que nos habla de «la plenitud del tiempo» (Ga 4,4). Por lo que el día de hoy nos manifiesta cómo el tiempo que ha sido – por decir así – ‘tocado’ por Cristo, el Hijo de Dios y de María, y ha recibido de Él significados nuevos y sorprendentes: se ha vuelto ‘el tiempo salvífico’, es decir, el tiempo definitivo de salvación y de gracia.
Y todo esto nos invita a pensar en el final del camino de la vida, al final de nuestro camino. Hubo un comienzo y habrá un final, «un tiempo para nacer y un tiempo para morir», (Eclesiastés 3,2).
Con esta verdad, bastante simple y fundamental, así como descuidada y olvidada, la santa madre Iglesia nos enseña a concluir el año y también nuestros días con un examen de conciencia, a través del cual volvemos a recorrer lo que ha ocurrido; damos gracias al Señor por todo el bien que hemos recibido y que hemos podido cumplir y, al mismo tiempo, volvemos a pensar en nuestras faltas y en nuestros pecados: Agradecer y pedir perdón.
Es lo que hacemos también hoy al terminar el año. Alabamos al Señor con el himno del Te Deum y al mismo tiempo le pedimos perdón. La actitud de agradecer nos dispone a la humildad, a reconocer y a acoger los dones del Señor.
El apóstol Pablo resume, en la Lectura de estas Primeras Vísperas, el motivo fundamental de nuestro dar gracias a Dios: Él nos ha hecho hijos suyos, nos ha adoptado como hijos. ¡Este don inmerecido nos llena de una gratitud colmada de estupor!
Alguien podría decir: ‘Pero ¿no somos ya todos hijos suyos, por el hecho mismo de ser hombres?’. Ciertamente, porque Dios es Padre de toda persona que viene al mundo. Pero sin olvidar que somos alejados por Él a causa del pecado original que nos ha separado de nuestro Padre: nuestra relación filial está profundamente herida. Por ello Dios ha enviado a su Hijo a rescatarnos con el precio de su sangre. Y si hay un rescate es porque hay una esclavitud. Nosotros éramos hijos, pero nos volvimos esclavos, siguiendo la voz del Maligno. Nadie nos rescata de aquella esclavitud substancial sino Jesús, que ha asumido nuestra carne de la Virgen María y murió en la cruz para liberarnos, liberarnos de la esclavitud del pecado y devolvernos la condición filial perdida.
La liturgia de hoy recuerda también que «en el principio – antes del tiempo – era la Palabra... y la Palabra se hizo hombre’ y por ello afirma san Ireneo: Éste es el motivo por el cual la Palabra se hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del hombre: para que el hombre, entrando en comunión con la Palabra y recibiendo así la filiación divina, se volviera hijo de Dios.
Al mismo tiempo, el don mismo por el que agradecemos es también motivo de examen de conciencia, de revisión de la vida personal y comunitaria, del preguntarnos: ¿cómo es nuestra forma de vivir? ¿Vivimos como hijos o vivimos como esclavos? ¿Vivimos como personas bautizadas en Cristo, ungidas por el Espíritu, rescatadas, libres?  O ¿vivimos según la lógica mundana, corrupta, haciendo lo que el diablo nos hace creer que es nuestro interés?
Hay siempre en nuestro camino existencial una tendencia a resistirnos a la liberación; tenemos miedo de la libertad y, paradójicamente, preferimos más o menos inconscientemente la esclavitud.
La libertad nos asusta porque nos pone ante el tiempo y ante nuestra responsabilidad de vivirlo bien. La esclavitud, en cambio, reduce el tiempo a ‘momento’ y así nos sentimos más seguros, es decir, nos hace vivir momentos desligados de su pasado y de nuestro futuro. En otras palabras, la esclavitud nos impide vivir plena y realmente el presente, porque lo vacía del pasado y lo cierra ante el futuro, frente a la eternidad. La esclavitud nos hace creer que no podemos soñar, volar, esperar.
Decía hace algunos días un gran artista italiano que para el Señor fue más fácil quitar a los israelitas de Egipto que a Egipto del corazón de los israelitas. Habían sido liberados ‘materialmente’ de la esclavitud, pero durante el camino en el desierto con varias dificultades y con el hambre, comenzaron entonces a sentir nostalgia de Egipto cuando ‘comían... cebollas y ajo’; pero se olvidaban que comían en la mesa de la esclavitud.
En nuestro corazón se anida la nostalgia de la esclavitud, porque aparentemente nos da más seguridad, más que la libertad, que es muy arriesgada. ¡Cómo nos gusta estar enjaulados por tantos fuegos artificiales, aparentemente muy lindos, pero que en realidad duran sólo pocos instantes! ¡Y Éste es el reino del momento, esto es lo fascinante del momento!
De este examen de conciencia depende también, para nosotros los cristianos, la calidad de nuestro obrar, de nuestro vivir, de nuestra presencia en la ciudad, de nuestro servicio al bien común, de nuestra participación en las instituciones públicas y eclesiales.
Por tal motivo, y siendo Obispo de Roma, quisiera detenerme sobre nuestro vivir en Roma, que representa un gran don, porque significa vivir en la ciudad eterna, significa para un cristiano, sobre todo, formar parte de la Iglesia fundada sobre el testimonio y sobre el martirio de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo. Y por lo tanto, también por ello rendimos gracias al Señor. Pero, al mismo tiempo, representa una responsabilidad. Y Jesús dijo: «Al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más».
Por lo tanto, preguntémonos: en esta ciudad, en esta Comunidad eclesial, ¿somos libres o somos esclavos, somos sal y luz? ¿Somos levadura? O ¿estamos apagados, sosos, hostiles, desalentados, irrelevantes y cansados?
Sin duda, los graves hechos de corrupción, emergidos recientemente, requieren una seria y conciente conversión de los corazones, para un renacer espiritual ymoral, así como para un renovado compromiso para construir una ciudad más justa y solidaria, donde los pobres, los débiles y los marginados estén en el centro de nuestras preocupaciones y de nuestras acciones de cada día. ¡Es necesaria una gran y cotidiana actitud de libertad cristiana para tener el coraje de proclamar, en nuestra Ciudad, que hay que defender a los pobres, y no defenderse de los pobres, que hay que servir a los débiles y no servirse de los débiles!
La enseñanza de un simple diácono romano nos puede ayudar. Cuando le pidieron a San Lorenzo que llevara y mostrara los tesoros de la Iglesia, llevó simplemente a algunos pobres. Cuando en una ciudad se cuida, socorre y ayuda a los pobres y a los débiles a promoverse en la sociedad, ellos revelan el tesoro de la Iglesia y un tesoro en la sociedad.
Pero, cuando una sociedad ignora a los pobres, los persigue, los criminaliza, los obliga a ‘mafiarse’, esa sociedad se empobrece hasta la miseria, pierde la libertad y prefiere ‘el ajo y las cebollas’ de la esclavitud, de la esclavitud de su egoísmo, de la esclavitud de su pusilanimidad y esa sociedad deja de ser cristiana.
Queridos hermanos y hermanas, concluir el año es volver a afirmar que existe una ‘última hora’ y que existe ‘la plenitud del tiempo’. Al concluir este año, al dar gracias y al pedir perdón, nos hará bien pedir la gracia de poder caminar en libertad para poder reparar los tantos daños hechos y poder defendernos de la nostalgia de la esclavitud, y no ‘añorar’  la esclavitud.
Que la Virgen Santa, la Santa Madre de Dios, que está en el corazón del templo de Dios – cuando la Palabra – que era en el principio – se hizo uno de nosotros en el tiempo, Ella que ha dado al mundo al Salvador, nos ayude a acogerlo con el corazón abierto, para ser y vivir verdaderamente libres, como hijos de Dios.


Mons. Aguer: El año nuevo debe ser ocasión de renovación
 Mons. Héctor Aguer. Foto: Arzobispado de La Plata.
BUENOS AIRES, 31 Dic. 14 / 10:28 am (ACI/EWTN Noticias).- Conforme se acerca el fin del 2014, el Arzobispo de La Plata (Argentina), Mons. Héctor Aguer, invitó a los fieles a “hacer una especie de balance del año viejo”, pues el 2015 que viene “es una ocasión de renovación”.
En el programa televisivo Claves para un Mundo Mejor, el Prelado aprovechó para recordar a los argentinos que el ser humano no debe crecer solo en años, sino “sobre todo en la postura personal, en la riqueza interior y, especialmente, yo diría, en el modo como nos relacionamos con el mundo, con nuestra familia, con nuestros amigos y con aquellos que pasan por la calle junto a nosotros”.
“Cuando decimos que el centro de la fe cristiana, del Evangelio, de la vida de los cristianos, debe ser el amor y la caridad estamos refiriéndonos a eso. La caridad incluso se concreta en rasgos cotidianos de amabilidad, de sentido común, de dulzura en el trato”, destacó.
El término del año, indicó, tiene que recordarnos “el fin de la vida, el fin para el cual hemos sido creados” que es haber “sido creados para gozar de Dios por toda la eternidad” y si bien puede filtrarse “una cierta melancolía en el año viejo” es verdad que “el año nuevo nos recrea, nos pone contentos porque empezamos otro tramo”.
Precisó que “este pensamiento que se puede hacer, que debe hacerse del sentimiento del corazón, puede ayudarnos a pasar mejor estos dos días, ese tiempo final del año calendario. Me parece que esto puede darle otro tono a nuestro festejo anual y, al mismo tiempo, es una ocasión de renovación”.
En ese sentido, sugirió “hacer una especie de balance del año viejo aunque a veces el balance nos pesa en las espaldas pero siempre hay alguna cosa buena, quizás muchas cosas buenas, muchas cosas buenas podemos pensar, decir, hacer. Al mismo tiempo el año nuevo nos muestra que las cosas no son totalmente caducas, que están destinadas por la creación bondadosa de Dios a perdurar. Y tenemos otro período que el Señor nos da para ser mejores, para que el balance al final de ese año nuevo sea un poquito mejor que el anterior y es así como uno va creciendo”.
Mons. Aguer pidió pensar estas cosas porque si las llevamos a la práctica “vamos a sentirnos mejor, porque vamos a hacer lo mejor. La cuestión no es solamente sentirse mejor sino ser objetivamente mejores. Y eso se lo tenemos que pedir a Dios en la transición del año viejo al año nuevo”.


martes, 30 de diciembre de 2014

MENSAJE DEL 31 DE DICIEMBRE DE 2014


Papa Francisco critica que usen expresión “calidad de vida” para atacar dignidad del enfermo
 
Principio del formulario
Papa Francisco visitando a un enfermo / Foto: L'Osservatore Romano
VATICANO, 30 Dic. 14 / 10:46 am (ACI/EWTN Noticias).- La Santa Sede publicó este martes el mensaje del Papa Francisco para la XXIII Jornada Mundial del Enfermo 2015, que bajo las palabras de Job “Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies”, invita a los fieles a seguir “la sabiduría del corazón” para poder abrirse al sufrimiento de estas personas, a la vez que critica que se use la expresión “calidad de vida” para hacer creer que la vida de los enfermos no son dignas de ser vividas.
A continuación el mensaje completo del Papa Francisco:
MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
CON OCASIÓN DE LA XXIII JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO 2015
Sapientia cordis.
«Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies»
(Jb 29,15)
Queridos hermanos y hermanas:
Con ocasión de la XXIII Jornada Mundial de Enfermo, instituida por san Juan Pablo II, me dirijo a ustedes que llevan el peso de la enfermedad y de diferentes modos están unidos a la carne de Cristo sufriente; así como también a ustedes, profesionales y voluntarios en el ámbito sanitario.
El tema de este año nos invita a meditar una expresión del Libro de Job: «Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies» (29,15). Quisiera hacerlo en la perspectiva de la sapientia cordis, la sabiduría del corazón.
1. Esta sabiduría no es un conocimiento teórico, abstracto, fruto de razonamientos. Antes bien, como la describe Santiago en su Carta, es «pura, además pacífica, complaciente, dócil, llena de compasión y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía» (3,17). Por tanto, es una actitud infundida por el Espíritu Santo en la mente y en el corazón de quien sabe abrirse al sufrimiento de los hermanos y reconoce en ellos la imagen de Dios. De manera que, hagamos nuestra la invocación del Salmo: «¡A contar nuestros días enséñanos / para que entre la sabiduría en nuestro corazón!» (Sal 90,12). En esta sapientia cordis, que es don de Dios, podemos resumir los frutos de la Jornada Mundial del Enfermo.
2. Sabiduría del corazón es servir al hermano. En el discurso de Job que contiene las palabras «Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies», se pone en evidencia la dimensión de servicio a los necesitados de parte de este hombre justo, que goza de cierta autoridad y tiene un puesto de relieve entre los ancianos de la ciudad. Su talla moral se manifiesta en el servicio al pobre que pide ayuda, así como también en el ocuparse del huérfano y de la viuda (vv.12-13).
Cuántos cristianos dan testimonio también hoy, no con las palabras, sino con su vida radicada en una fe genuina, y son «ojos del ciego» y «del cojo los pies». Personas que están junto a los enfermos  que tienen necesidad de una asistencia continuada, de una ayuda para lavarse, para vestirse, para alimentarse. Este servicio, especialmente cuando se prolonga en el tiempo, se puede volver fatigoso y pesado. Es relativamente fácil servir por algunos días, pero es difícil cuidar de una persona durante meses o incluso durante años, incluso cuando ella ya no es capaz de agradecer. Y, sin embargo, ¡qué gran camino de santificación es éste! En esos momentos se puede contar de modo particular con la cercanía del Señor, y se es también un apoyo especial para la misión de la Iglesia.
3. Sabiduría del corazón es estar con el hermano. El tiempo que se pasa junto al enfermo es un tiempo santo. Es alabanza a Dios, que nos conforma a la imagen de su Hijo, el cual «no ha venido para ser servido, sino para servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mt 20,28). Jesús mismo ha dicho: «Yo estoy en medio de ustedes como el que sirve» (Lc 22,27).
Pidamos con fe viva al Espíritu Santo que nos otorgue la gracia de comprender el valor del acompañamiento, con frecuencia silencioso, que nos lleva a dedicar tiempo a estas hermanas y a estos hermanos que, gracias a nuestra cercanía y a nuestro afecto, se sienten más amados y consolados. En cambio, qué gran mentira se esconde tras ciertas expresiones que insisten mucho en la «calidad de vida», para inducir a creer que las vidas gravemente afligidas por enfermedades no serían dignas de ser vividas.
4. Sabiduría del corazón es salir de sí hacia el hermano. A veces nuestro mundo olvida el valor especial del tiempo empleado junto a la cama del enfermo, porque estamos apremiados por la prisa, por el frenesí del hacer, del producir, y nos olvidamos de la dimensión de la gratuidad, del ocuparse, del hacerse cargo del otro. En el fondo, detrás de esta actitud hay con frecuencia una fe tibia, que ha olvidado aquella palabra del Señor, que dice: «A mí me lo hicieron» (Mt 25,40).
Por esto, quisiera recordar una vez más «la absoluta prioridad de la “salida de sí hacia el otro” como uno de los mandamientos principales que fundan toda norma moral y como el signo más claro para discernir acerca del camino de crecimiento espiritual como respuesta a la donación absolutamente gratuita de Dios» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 179). De la misma naturaleza misionera de la Iglesia brotan «la caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve» (ibíd.).
5. Sabiduría del corazón es ser solidarios con el hermano sin juzgarlo. La caridad tiene necesidad de tiempo. Tiempo para curar a los enfermos y tiempo para visitarles. Tiempo para estar junto a ellos, como hicieron los amigos de Job: «Luego se sentaron en el suelo junto a él, durante siete días y siete noches. Y ninguno le dijo una palabra, porque veían que el dolor era muy grande» (Jb 2,13). Pero los amigos de Job escondían dentro de sí un juicio negativo sobre él: pensaban que su desventura era el castigo de Dios por una culpa suya. La caridad verdadera, en cambio, es participación que no juzga, que no pretende convertir al otro; es libre de aquella falsa humildad que en el fondo busca la aprobación y se complace del bien hecho.
La experiencia de Job encuentra su respuesta auténtica sólo en la Cruz de Jesús, acto supremo de solidaridad de Dios con nosotros, totalmente gratuito, totalmente misericordioso. Y esta respuesta de amor al drama del dolor humano, especialmente del dolor inocente, permanece para siempre impregnada en el cuerpo de Cristo resucitado, en sus llagas gloriosas, que son escándalo para la fe pero también son verificación de la fe (Cf Homilía con ocasión de la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II, 27 de abril de 2014).
También cuando la enfermedad, la soledad y la incapacidad predominan sobre nuestra vida de donación, la experiencia del dolor puede ser lugar privilegiado de la transmisión de la gracia y fuente para lograr y reforzar la sapientia cordis. Se comprende así cómo Job, al final de su experiencia, dirigiéndose a Dios puede afirmar: «Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos» (42,5). De igual modo, las personas sumidas en el misterio del sufrimiento y del dolor, acogido en la fe, pueden volverse testigos vivientes de una fe que permite habitar el mismo sufrimiento, aunque con su inteligencia el hombre no sea capaz de comprenderlo hasta el fondo.
6. Confío esta Jornada Mundial del Enfermo a la protección materna de María, que ha acogido en su seno y ha generado la Sabiduría encarnada, Jesucristo, nuestro Señor.
Oh María, Sede de la Sabiduría, intercede, como Madre nuestra por todos los enfermos y los que se ocupan de ellos. Haz que en el servicio al prójimo que sufre y a través de la misma experiencia del dolor, podamos acoger y hacer crecer en nosotros la verdadera sabiduría del corazón.
Acompaño esta súplica por todos vosotros con la Bendición Apostólica.
Vaticano, 3 de diciembre de 2014
Memorial de San Francisco Javier
FRANCISCUS


EL SUEÑO DE MARÍA
 Hace días leí un relato que me llegó por Internet sobre “un sueño” que tuvo la Santísima Virgen María. Es un cuento que nos puede llevar a la reflexión y preguntarnos: ¿Viviremos la Navidad con el sentido que tiene verdaderamente?
A continuación copio el relato:
“Tuve un sueño, José… no lo pude comprender, realmente no, pero creo que se trataba del nacimiento de nuestro Hijo; creo que sí era acerca de eso.  La gente estaba haciendo los preparativos con seis semanas de anticipación.  Decoraban las casas y compraban ropa nueva.  Salían de compras muchas veces y adquirían elaborados adornos y regalos.
Era muy peculiar, ya que todos los regalos no eran para nuestro Hijo.  Los envolvían con hermosos papeles y los ataban con preciosos lazos, todo lo colocaban debajo de un árbol.  Había una figura en lo alto del árbol, me parecía ver una estrella o un ángel, ¡oh! era verdaderamente hermoso.
Toda la gente estaba feliz y sonriente.  Todos estaban emocionados por los regalos; se los intercambiaban unos con otros José, pero no quedó alguno para nuestro Hijo. ¿Sabes? creo que ni siquiera lo conocen, pues nunca mencionaron su nombre; ¿no te parece extraño que la gente se meta en tantos problemas para celebrar el cumpleaños de alguien que ni siquiera conocen?
Tuve la extraña sensación que si nuestro Hijo hubiera estado en la celebración, hubiese sido un intruso solamente.  Todo estaba tan hermoso José y todos tan felices, pero yo sentí enormes ganas de llorar.  Qué tristeza para Jesús no querer ser deseado en su propia fiesta de cumpleaños.  Estoy contenta porque solo fue un sueño. Pero qué terrible José, si esto hubiera sido realidad”.
Este irónico cuento refleja en cierto modo lo que se ha convertido la Navidad para algunos, aún para algunos quienes dicen llamarse cristianos.
La Navidad es un tiempo hermoso para compartir con nuestros familiares y amigos (comida, regalos, etc.), pero lo más importante es entender que en este tiempo Jesucristo nos está esperando con los brazos abiertos (así como lo vemos en la cunita del pesebre) para renacer y brillar en nuestro corazón.  Para que con nuestra preparación y conversión personal la gracia de Dios actúe en nosotros.
Navidad es un tiempo maravilloso para recordar que Dios, quien nos ama con un corazón inmenso a cada uno de nosotros, mandó a su Hijo en forma de hombre, para que nos diera su ejemplo y nos enseñara el Camino que debemos seguir para poder ser felices en esta tierra.  Dios nos mandó a su Hijo amado para que viniera a salvarnos del pecado.
Eso no se nos debe olvidar nunca.  Y eso es lo principal de la Navidad: aprovechar este tiempo para prepararnos internamente lo mejor posible aprovechando los sacramentos de la confesión, de la eucaristía, etc., que nos limpiarán y adornarán el alma para recibir lo mejor que podamos al Niño Dios.  Lo demás son añadidos que uno agrega para celebrar la gran fiesta de cumpleaños del Niño Jesús.
Yo le doy gracias a Dios que aquí en Venezuela tenemos la bella costumbre que en Navidad muchos de nuestros niños y jóvenes se preparan también, ya sea en los colegios o en las parroquias, llevando regalos a niños enfermos o con necesidades. Esta Navidad vi nuevamente cómo cientos de ellos aprovecharon sus vacaciones para irse a lugares pobres del país a repartir miles de juguetes y bolsas de alimentos.  Esa es una costumbre navideña maravillosa que se inculca en muchos de nuestros hogares desde que los niños empiezan a tener conciencia.
También otra costumbre muy bella que nos recuerda la razón de la Navidad, es la de hacer lindos pesebres en los hogares, parroquias, centros comerciales, hospitales, alcabalas, parques, etc.  Para los niños es un momento inolvidable su participación en esa tarea donde les encanta sacar y poner las ovejitas, la mula, el buey, etc.  ¡Y qué ilusión para ellos es buscar al Niñito Jesús, que tenemos escondido, para ponerlo en el pesebre el 24 en la noche, a las 12:00 pm!
¡Que no se nos olvide nunca que el agasajado principal el 25 de diciembre es el Niño Jesús!  El Niño Dios nos quiere demasiado y desde el cielo estará muy contento viendo cómo nuestras familias le dan el puesto que Él se merece.  Estoy segura que la Sagrada Familia se deleitará con nuestros lindos aguinaldos, ese es un regalo hermoso que les podemos ofrecer.  Sentarnos todos alrededor del nacimiento y cantar aguinaldos con nuestro cuatro, furruco y maracas es algo inolvidable que siempre recordarán en nuestras familias y que luego se transmitirá de generación en generación.
El Niño Jesús se encargará de mandarnos miles de bendiciones para que podamos seguir caminando en esta tierra, donde Él nos ha puesto a cada uno de nosotros, para que lo amemos sobre todas las cosas y amemos a todos a quienes tenemos a nuestro alrededor.
¡Feliz Navidad y que Dios y la Santísima Virgen nos colmen de abundantes gracias y bendiciones a todos los hijos de Dios en esta tierra!
María Denisse Fanianos de Capriles
mariadenissecapriles@gmail.com   @VzlaEntrelineas


Conozca las intenciones del Papa Francisco para enero de 2015
Principio del formulario
VATICANO, 30 Dic. 14 / 04:27 pm (ACI/EWTN Noticias).- La Santa Sede dio a conocer este martes las intenciones del Papa Francisco para enero de 2015, dedicadas a las personas de buena voluntad y de otras tradiciones religiosas, así como a los consagrados y consagradas.
La intención universal del apostolado de la oración del Santo Padre para el mes de enero de 2015 es: ''Para que quienes pertenecen a tradiciones religiosas diversas y todos los hombres de buena voluntad colaboren en la promoción de la paz''.


Irak: Cristianos celebraron Navidad con lágrimas de emoción por palabras del Papa Francisco
Principio del formulario
ROMA, 30 Dic. 14 / 04:38 am (ACI/EWTN Noticias).- Mientras se leía el mensaje del Papa Francisco para los cristianos de Oriente Medio “había gente que lloraba emocionada”, afirmó el P. Luis Montes, sacerdote que trabaja pastoralmente en Bagdad (Irak), al relatar cómo celebraron la Navidad los fieles refugiados, que desde mediados del 2014 han tenido que abandonar sus hogares a causa del Estado Islámico (ISIS).
A través del sitio de Facebook “Amigos de Irak”, el sacerdote argentino describió el ambiente vivido por los fieles, quienes –tal como afirmó el Papa Francisco-, son como Jesús la noche de Navidad.
A continuación el relato completo del P. Montes:
Misa de Navidad con los refugiados en Bagdad”
Para esta Navidad agregamos tres Misas a las que celebramos cada año. Dos en inglés de las que hablaré en otro post y una en árabe para los refugiados en la escuela.
Esta última fue muy especial por la difícil situación en la que viven y por un especial regalo del Santo Padre.
El Papa Francisco envió un mensaje para que sea leído en las Misas de Navidad, y en la escuela fue donde tuvo mayor fuerza porque, si bien iba dirigida a todos los cristianos de Medio Oriente, tenía una especial significación para los que han perdido todo a causa de la persecución.
Monseñor Jorge, secretario del nuncio, dijo unas hermosas palabras al principio de la Misa explicando cómo los cristianos refugiados se parecían tanto a Jesús en Belén, y después contó a la gente del mensaje del Papa. Entregamos una copia del mismo a cada fiel y lo leímos después del evangelio.
Las palabras del Papa resonaban con particular fuerza en el ambiente abierto de la escuela que, como iglesia improvisada, albergaba a los que más se asemejaban al niño Dios que nació pobre, sin comodidades, fuera de su ciudad, y que debió después huir de quien lo perseguía para matarlo.
Mientras se leía el mensaje del Sumo Pontífice había gente que lloraba emocionada. Se cumplía al pie de la letra lo que decía el Papa: “para muchos de vosotros las notas de los villancicos estarán mezcladas con lágrimas y suspiros.”
¿Cómo no iban a sentir emoción al verse tan cerca del corazón de padre del Papa? “Pienso especialmente en los niños, las madres, los ancianos, los desplazados y refugiados, los que pasan hambre, los que tienen que soportar la dureza del invierno sin un techo bajo el que protegerse. Este sufrimiento clama a Dios y apela al compromiso de todos nosotros, con la oración y todo tipo de iniciativas. Deseo hacer llegar a todos mi cercanía y solidaridad, así como la de la Iglesia, y dar una palabra de consuelo y esperanza”.
Se veían reflejados en cada palabra: “¡Que podáis dar siempre testimonio de Jesús en medio de las dificultades! Vuestra presencia es valiosa para Oriente Medio. Sois un pequeño rebaño, pero con una gran responsabilidad en la tierra en que nació y se extendió el cristianismo. Sois como la levadura en la masa. Antes que cualquiera de las actividades de la Iglesia en el ámbito de educativo, sanitario o asistencial, tan valoradas por todos, la mayor riqueza para la región son los cristianos, sois vosotros. Gracias por vuestra perseverancia”.
Y más aún porque muchos perdieron seres queridos en esta persecución: “La situación en que vivís es una fuerte llamada a la santidad de vida, como así lo han atestiguado los santos y mártires de diversa pertenencia eclesial. Recuerdo con afecto y veneración a los Pastores y fieles a los que en los últimos tiempos se les ha pedido el sacrificio de la vida, a menudo por el mero hecho de ser cristianos. También pienso en las personas secuestradas“.
Y se sentían además interpelados: “Rezo para que viváis la comunión fraterna a ejemplo de la primera comunidad de Jerusalén. La unidad querida por nuestro Señor es más necesaria que nunca en estos tiempos difíciles; es un don de Dios que interpela a nuestra libertad y espera nuestra respuesta… Queridos hermanas y hermanos cristianos de Oriente Medio, tenéis una gran responsabilidad y no estáis solos frente a ella. Por eso he querido escribiros para animaros y para deciros lo valiosa que es vuestra presencia y vuestra misión en esta tierra bendecida por el Señor. Vuestro testimonio me hace mucho bien. Gracias. Todos los días rezo por vosotros y vuestras intenciones. Os doy las gracias porque sé que vosotros, en vuestros sufrimientos, rezáis por mí y por mi servicio a la Iglesia. Realmente espero tener la gracia de ir en persona a visitaros y confortaros”.
Es muy difícil expresar el ambiente que se vivía en la Misa. El sufrimiento por Cristo fecundaba los corazones, los unía a Su Santo Sacrificio y les traía paz. Al final de la celebración se acercaron todos a besar la pequeña imagen de madera de olivo de Tierra Santa del Niño Jesús que era una proclamación que el nacimiento del Hijo de Dios en nuestra carne humana es un misterio inefable de consolación: «Pues se ha manifestado la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres» (Tt2,11). Y por eso la alegría colmaba los corazones. Alegría profunda y serena. ¡Verdadera alegría!
Agradecemos a Dios por esta hermosa Navidad que nos ha concedido.
Agradecemos al Papa sus palabras de aliento: “deseo expresar mi especial reconocimiento y gratitud a todos vosotros, queridos hermanos Patriarcas, Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, que acompañáis con solicitud el camino de vuestras comunidades. ¡Qué preciosa es la presencia y actividad de los que se han consagrado totalmente al Señor y lo sirven en los hermanos, especialmente en los más necesitados, testimoniando su grandeza y su amor infinito! ¡Qué importante es la presencia de los Pastores junto a su rebaño, especialmente en los momentos de dificultad!“.
Agradecemos a todos los que nos están acompañando con sus oraciones y sacrificios.
Y agradecemos a nuestros cristianos por su ejemplo.
¡Muy Feliz Navidad!