Lectura
del santo evangelio según san Juan 6,51-58:
Fray Juan Antonio Terrón Blanco (OP)
Casa
de Stmo. Cristo de la Victoria (Vigo)
Un
acercamiento sincero a nuestra realidad parece permitir afirmar que nos
encontramos en momentos difíciles para la eucarística. En poco tiempo hemos
sido testigos de un indudable descenso de la participación de los fieles y de
una cierta desafección (de los de fuera y de los de dentro) hacia la
celebración litúrgica de la misa. Y esto, cuando seguimos afirmando que en la
eucaristía se expresa y realiza todo lo que somos como comunidad cristiana, que
es su centro y su cumbre.
Las
preguntas se suscitan por sí mismas. ¿Son todo lo que celebramos “verdaderas”
eucaristías? ¿Hemos sabido educar a las comunidades cristianas en el sentido y
actualidad de la Cena del Señor?...
· Memoria
y Profecía
Celebrar
la Cena del Señor es sin duda un acto de la memoria. Los creyentes nos
incorporamos a aquel gesto en el que Jesús resume sus signos y su mensaje acerca
del Reino de Dios, asociándonos a su vida y destino. “Hacemos aquello en
memoria suya” porque nos sentimos herederos de su promesa y continuadores de su
misma tarea.
Sin
embargo, entender la mesa del Señor únicamente desde los parámetros del recuerdo
–aún cuando sea un recuerdo agradecido- resulta reductivo y excluye gran parte
de su potencialidad.
En clave
creyente, la eucaristía ha de proyectarse hacia el futuro, convertirse en
profecía, no sólo porque anticipa la muerte del Señor, sino más bien porque la
explica y llena de contenido. Más allá de un acto cultual, el creyente acepta
vivir bajo el signo de la cruz y la esperanza de la resurrección. Se descubre
el sentido de la vida (la de Jesús y la nuestra) en la entrega por amor a los
demás. (cf. Gustavo Gutiérrez).
· La
pregunta por los ausentes
De la
celebración de la Eucaristía nace la construcción de la comunidad humana y de
la comunidad de la Iglesia. La comida común reconstruye la unidad y la
solidaridad perdidas y dirige en la perspectiva del Reino a todos los seres
humanos.
Reunidos
en torno a la mesa del Señor se hace posible la comunicación, compartir una
misma suerte y una misma esperanza y salir al encuentro de aquellos que todavía
no han encontrado un sitio entre nosotros.
La Eucaristía, signo de la presencia del Señor, promueve la fraternidad de quienes nos reunimos en su nombre, pero ha de llevarnos necesariamente a preguntarnos también por quienes aún están ausentes.
La Eucaristía, signo de la presencia del Señor, promueve la fraternidad de quienes nos reunimos en su nombre, pero ha de llevarnos necesariamente a preguntarnos también por quienes aún están ausentes.
· Construyendo
espacios de Esperanza
En la
fiesta del Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor, Día de la Caridad, Cáritas nos
recuerda que en estos tiempos en los que de tantos modos los más débiles son
despojados de su dignidad, de su “apariencia humana”, la Iglesia ha de aparecer
ante el mundo como un espacio capaz de reconstruir aquello que mejor nos
construye como personas: la esperanza. En palabras del Papa Francisco, nuestro
mundo “está necesitado de respuestas que alienten, que den esperanza, que den
nuevo vigor en el camino. La Iglesia tiene que ser el lugar de la misericordia gratuita,
donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir
según la vida buena del Evangelio.” (EG, 114)
De aquí nace el imperativo evangélico de la Caridad, que deviene solidaridad comprometida. Celebrar la entrega desinteresada de Jesús de Nazaret -su cuerpo entregado, su sangre derramada- nos hace volver la mirada hacia tantas víctimas de un modelo social y económico radicalmente injusto que sigue condenando a millones arrastrar la cruz de la miseria y el desprecio.
De aquí nace el imperativo evangélico de la Caridad, que deviene solidaridad comprometida. Celebrar la entrega desinteresada de Jesús de Nazaret -su cuerpo entregado, su sangre derramada- nos hace volver la mirada hacia tantas víctimas de un modelo social y económico radicalmente injusto que sigue condenando a millones arrastrar la cruz de la miseria y el desprecio.
En el día
de la Caridad se nos invita a ser “cirineos”, a poner nuestros esfuerzos al
servicio de la causa del Reino para aliviar el sufrimiento de tantos.
· En
clave de Resurrección
Es el
Señor resucitado quien se hace vivo y presente en la Eucaristía, ofreciéndose
como pan compartido para la vida eterna. Celebrar la eucaristía en esa clave de
resurrección es sentirse urgido a alzar la voz en favor de la vida allí donde
no hay más que muerte y desesperación. Es hacer realidad la voluntad del Dios
que resucita a su Hijo para mostrarnos la victoria de la justicia de Dios sobre
la injusticia humana.
Casa de Stmo. Cristo de la Victoria (Vigo) |
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