martes, 10 de junio de 2014


Regina Coeli: Si la Iglesia está viva, siempre sorprende
Lunes 9 Jun 2014 | 11:12 am

Ciudad del Vaticano (AICA): “La Iglesia que nace en Pentecostés es una comunidad que desencadena el milagro. Así está llamada a ser la Iglesia: capaz de sorprender al anunciar a todos que Jesucristo ha conquistado la muerte, que los brazos de Dios están siempre abiertos, que su paciencia está siempre allí para esperar a que nos sane y nos perdone. Si la Iglesia está viva, siempre sorprende. Una Iglesia que no tiene capacidad de sorprender es una Iglesia enferma, malherida”, expresó el papa Francisco en sus palabras previas al rezo de la oración del Regina Coeli desde la ventana de su estudio en el Vaticano.


“La Iglesia que nace en Pentecostés es una comunidad que desencadena el milagro. Así está llamada a ser la iglesia: capaz de sorprender al anunciar a todos que Jesucristo ha conquistado la muerte, que los brazos de Dios están siempre abiertos, que su paciencia está siempre allí para esperar a que nos sane y nos perdone. Si la Iglesia está viva, siempre sorprende. Una Iglesia que no tiene capacidad de sorprender es una Iglesia enferma, malherida”, expresó el papa Francisco en sus palabras previas al rezo de la oración del Regina Coeli desde la ventana de su estudio en el Vaticano.

El Papa también explicó que la Iglesia de Pentecostés es una Iglesia que no se resigna a ser innocua, un elemento decorativo. Es una Iglesia que no duda en salir fuera, a encontrarse con la gente, para anunciar el mensaje que le fue encomendado, incluso si ese mensaje disturba e inquieta a las conciencias.

Ella nace una, universal, abierta, para abrazar al mundo sin capturar, como la columnata de la Plaza de San Pedro, cuyos dos brazos se abren para recibir y no se cierran para retener.

Después del rezo de la oración mariana el Santo Padre se dirigió a los miles de fieles congregados en la Plaza de San Pedro y les recordó que esta tarde en el Vaticano los presidentes de Israel y Palestina se unirán a él y al patriarca ecuménico de Constantinopla para invocar de Dios el don de la paz en Tierra Santa, en Medio Oriente y en el todo mundo.

“Deseo agradecer -dijo el Papa- a todos los que, personalmente y en comunidad, rezaron y rezan por este encuentro y se unirán espiritualmente a nuestra súplica.

Palabras del Papa

La fiesta de Pentecostés conmemora el derramamiento del Espíritu Santo sobre los apóstoles reunidos en el Cenáculo. Al igual que la Semana Santa, es un hecho que ocurrió durante una fiesta judía existente, y eso trae un logro asombroso. El libro de Hechos de los Apóstoles describe los signos y los frutos de esa extraordinaria efusión: fuertes vientos y las llamas de fuego; el temor desaparece y da paso a la valentía; las lenguas se derretirán y todo el mundo entiende el anuncio.

Donde está el espíritu de Dios, todo renace y se transfigura. El acontecimiento de Pentecostés marca el nacimiento de la Iglesia y su manifestación pública; y llegamos a dos características: es una Iglesia que sorprende y “arma lío”.

Un elemento clave de Pentecostés es la sorpresa. Nuestro Dios es el Dios de la sorpresa. Nadie esperaba nada de los discípulos después de la muerte de Jesús, eran un puñado de perdedores, huérfanos de su maestro. Antes de que recibieran el Espíritu Santo, los discípulos eran todos cobardes. Pero en ese lugar sucede un acontecimiento inesperado que provoca la maravilla: los discípulos hablando en su propio idioma, contando las grandes obras de Dios (cf. en 2.6-7.11).

La Iglesia que nace en Pentecostés es una comunidad que desencadena el milagro, con la fuerza que proviene de Dios, anuncia un nuevo mensaje: la resurrección de Cristo –con un nuevo lenguaje– ese amor universal. Los discípulos están cubiertos por la alta potencia y hablaron con valentía y franqueza, la libertad del Espíritu Santo.

Así está llamada a ser la Iglesia: capaz de sorprender al anunciar a todos que Jesucristo ha conquistado la muerte, que los brazos de Dios están siempre abiertos, que su paciencia está siempre allí para esperar a que nos sane y nos perdone. Para esta misión Jesús resucitado dio su espíritu a la Iglesia. Importante: Si la Iglesia está viva, siempre sorprende. Una Iglesia que no tiene capacidad de sorprender es una Iglesia enferma, malherida.

En Jerusalén, alguien hubiera preferido que los discípulos de Jesús, sostenidos por el miedo, permanecieran bloqueados hasta en su casa para no crear confusión. El Señor Resucitado los impulsa a todo el mundo: "como el padre me ha enviado, también te envío" (Jn 20,21).

La Iglesia de Pentecostés es una Iglesia que no es un elemento decorativo e inofensivo. Es una Iglesia que no duda en salir, conocer gente, para anunciar el mensaje que le fue dado, aunque eso produzca mentes inquietas y perturbadoras. Es universal y con una identidad precisa, pero abierta, como la columnata de la Plaza: dos brazos que se abren a recibir, pero no a retener.

Estamos para atender a la Virgen María, quien en la mañana de Pentecostés fue al Cenáculo, junto con sus discípulos. En ella el poder del Espíritu Santo hizo realmente "grandes cosas" (Lc 1,49). Ella, madre del Redentor y madre de la Iglesia, consigue con su intercesión una renovada efusión del espíritu de Dios en la Iglesia y el mundo.+

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