LAS PÁGINAS MÁS HERMOSAS DE
SAN FRANCISCO DE SALES
SOBRE EL
SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Y SU AMOR PARA CON NOSOTROS
(Selección de textos)
SEGUNDA
PARTE
II El
Amor revelado en la Cruz
¿Dónde descubriremos este amor tan grande, tan singular, que el Señor
nos tiene?, ¿dónde sino en la Cruz, ya que el mismo Cristo nos dijo que no hay
mayor amor que el dar la vida por aquéllos a los que se quiere?
Cuando
muere algún príncipe o algún señor distinguido de muerte inesperada, es
costumbre abrirle rápidamente el cuerpo para saber de qué enfermedad ha muerto.
Muerto
Nuestro Señor, uno de los soldados le dio una lanzada y le abrió el costado del
lado del corazón, y habiendo abierto su costado, vieron que había muerto de
verdad, pero de la enfermedad de su corazón, es decir de amor.
Sermón,
San Juan, Puerta Latina
Entonces postrémonos al pie de la Cruz y contemplemos, como nos lo pide
nuestro Santo Fundador, a Aquél que fue traspasado por nosotros.
“¡Cuántos
dolores en la Cruz traspasaron el corazón de mi Salvador. Pero, en cuanto a mi,
pienso que el mayor dolor que padeció el Corazón de Nuestro Señor fue causado
por la ingratitud de los cristianos, al ver que muchos despreciarían su muerte
y no aprovecharían su Pasión…y que su Redención, tan copiosa, sería ineficaz.
Sermón
¡Señor, haz que sepamos nosotros, nosotros, leer en ese corazón
traspasado, ese amor que me tenías ya en la Cruz!
Comprende,
Filotea, cierto es que el corazón de nuestro amado Jesús veía el tuyo desde el
árbol de la Cruz y lo amaba y, por este amor, le estaba consiguiendo todos los
bienes que puedas tener jamás.
Sí,
querida Filotea, podemos decir como Jeremías: “Oh Señor, antes de que yo
existiera me mirabas me llamabas por mi nombre”; más aún en verdad su divina
Bondad preparó en su amor y misericordia todos los medios generales y
particulares de nuestra salvación.
Como
una mujer prepara la cuna, la ropa y vendas e incluso una nodriza para el hijo
que espera, así Nuestro Señor preparó en el árbol de la Cruz todo
lo que te era necesario: vuestra cuna, vuestra ropa y vendas,
vuestra nodriza y todo lo que convenía para vuestra felicidad. Son todos los
medios, inclinaciones y mercedes con los cuales dirige tu alma y quiere
llevarla a la perfección.
Ah
Dios mío, cómo deberíamos poner esto en lo hondo de nuestra memoria: ¿es
posible que haya sido amada y tan dulcemente amada por mi Salvador, hasta
pensar en mí en particular y en todas esas pequeñas ocurrencias por las que me
atrajo a El? y por tanto cómo debemos amar, querer y emplear bien todo esto
para nuestro provecho.
Esto es muy dulce: este
corazón amante de mi Dios pensaba en Filotea, la amaba y le procuraba mil
medios de salvación como si no hubiese en el mundo otra alma en que hubiera
pensado, así como al iluminar el sol un lugar de la tierra no lo ilumina menos
que si no iluminase en otro lugar y que iluminase sólo eso.
“Me
amó, dice San Pablo, y se entregó por mi”; como si dijera, sólo por mí, como si
no hubiera hecho nada por los demás. Quede esto grabado, Filotea, en vuestra
alma.
Introducción
a la vida devota
De este amor solícito, maravilloso, que Francisco de Sales nos descubre,
no habla sólo con Filotea, sino también, y más fuertemente con Teótimo.
Teótimo,
el sumo sacerdote de la ley, llevaba en sus hombros y en su pecho los nombres
de los hijos de Israel, es decir unas piedras preciosas sobre las cuales
estaban grabados los nombres de los jefes de Israel. Ea pues, mira a Jesús,
nuestro Sumo Obispo, y contémplalo desde el instante de su concepción;
considerad que nos llevaba sobre sus hombros habiendo aceptado el cargo de
rescatarnos por su muerte y una muerte de cruz. Oh Teótimo, Teótimo, el alma
del Salvador nos conocía a todos por nuestro nombre y nuestro apellido; pero
sobre todo en el día de su Pasión, cuando ofrecía sus lágrimas, ruegos, sangre
y vida por todos os dedicaba a vos en particular estos pensamientos de
dilección! Ay, Oh Padre Eterno, tomo sobre mí y cargo con todos los pecados del
pobre Teótimo, para sufrir los tormentos y la muerte para librarle de ellos y
para que no perezca, sino que viva. Muera yo con tal de que él viva; sea yo
crucificado con tal que sea glorificado.
¡Oh
amor soberano del Corazón de Jesús! ¿qué corazón te bendecirá jamás con
suficiente devoción?
Así,
en su pecho materno, su divino Corazón preveía, disponía, merecía, impetraba
todos los beneficios que tenemos, no sólo en general para todos sino en
particular para cada uno. Las inclinaciones, inspiraciones, suavidades con las
cuales guía, conduce y alimenta nuestros corazones para la vida eterna. Los
beneficios no nos enardecen si no miramos la voluntad eterna que
nos los destina y el corazón del Salvador que nos los ha
merecido con tantas penas y sobre todo con su Muerte y Pasión.
Dios,
desde el abismo de su eternidad, pensaba para mí unos pensamientos de
bendición; meditaba y deliberaba, y así determinaba la hora de mi nacimiento,
de mi Bautismo, de todas las inspiraciones que me iba a dar, y, en suma, todos
los beneficios que me dedicaría y ofrecería. !Ay! ¿Puede haber dulzura
semejante a esta dulzura?
¡Oh! Cómo debe maravillar este descubrimiento del amor que Dios nos
tiene! Ningún hombre se ve apartado del calor de este amor.
Teótimo, el dulce Jesús,
que nos ha rescatado por su sangre, desea infinitamente que le amemos para que
estemos eternamente salvados, y desea que seamos salvados para que le amemos
eternamente, tendiendo su amor a nuestra salvación y nuestra salvación a su
amor. Ea, dice, he venido para prender fuego al mundo, ¿que pretendo yo sino
que arda? Pero para declarar más vivamente el ardor de este deseo, nos manda
este amor en términos admirables.
Amarás,
dice, al Señor tu Dios con todo tu corazón, toda tu alma, todas tus fuerzas, es
el primer y mayor mandamiento! ¡Dios mío! Teótimo ¡cuán enamorado está el
corazón divino de nuestro amor! ¿No bastaba que hubiese publicado un permiso
dándonos licencia para amarle, como Labán permitió a Jacob que amara a su
hermosa Raquel y la conquistara por sus favores? Pues no, declara todavía más
profundamente su pasión amorosa hacia nosotros y nos manda amarle todo lo que
podemos para que, considerando su Majestad y nuestra miseria, que conforman tan
infinita disparidad y desigualdad entre Él y nosotros, ni tampoco ningún pretexto,
nos pueda distraer de amarle.
Con
lo cual da fe, Teótimo, que no nos ha dejado en balde la inclinación natural
para amarle; pues para que no quede sin provecho, nos anima a que la usemos con
este mandamiento general y para que este mandamiento se pueda practicar no hay
ningún ser viviente al que no dé con abundancia todos los medios necesarios
para este fin.
El sol visible lo toca
todo con su calor vivificante y, como el enamorado universal de las cosas
inferiores, les da el vigor requerido para que ofrezcan sus productos; y
asimismo la Bondad divina anima todas las almas y alienta todos los corazones a
que le amen, sin que ningún hombre quede oculto a su calor.
Sí, desde arriba, donde esta ahora, Cristo nos mira, Cristo nos llama.
Mira,
ahí está ese divino amor del Amado, está detrás de la pared de su humanidad;
¡mira que se deja entrever por las llagas de su corazón y la abertura de su
costado, como por unas ventanas y como por una celosía a través de la cual nos
mira!
Si, es cierto, Teótimo, el amor divino sentado en al
corazón del Salvador como sobre su trono regio, mira por la abertura de su
costado traspasado todos los corazones de los hijos de los hombres; porque,
siendo ese corazón el Rey de los corazones, mantiene siempre sus ojos sobre los
corazones.
Pero como los que miran a
través de las celosías ven y no son vistos apenas, así el divino amor de este
corazón ve siempre claramente los nuestros y los mira con ojos de dilección,
pero sin embargo nosotros no lo vemos, lo vislumbramos apenas; porque, ¡Oh
Dios, si le viéramos tal como es moriríamos de amor por él ya que somos
mortales, del mismo modo que él mismo murió de amor por nosotros mientras era
mortal; ¡Oh si oyésemos cómo canta este divino corazón con una voz infinitamente
dulce el cántico de alabanza a la divinidad! ¡Qué gozo Teótimo! ¡Cuánto se
esfuerzan nuestros corazones para lanzarse al cielo para oírle siempre! Nos
convida a ello el amigo querido de nuestras almas “¡Levántate paloma mía,
hermosa mía” sal de ti misma, emprende el vuelo hacia mí.
“¡Ven
amada mía, ven a contemplar mi corazón en la caverna de la abertura de mi
costado, que fue hecha cuando mi cuerpo, igual que una casa reducida a
escombros, fue demolido en el árbol de la Cruz! ¡Oh ven, amada mía!”
Tratado
del amor de Dios
Ese
amor que Dios nos tiene, este amor que nos fue desvelado tan divinamente en la
Cruz, este amor ha existido siempre. Dios nos ama con un amor eterno.
Considera el amor eterno
que Dios te ha manifestado, porque antes ya de que Nuestro Señor Jesucristo, en
calidad de hombre sufriese en la Cruz por nosotros, su divina Majestad te
ideaba en su soberana bondad y te amaba en extremo. Pero ¿cuando empezó a
amarte? Empezó cuando empezó a ser Dios; y ¿cuando empezó a ser Dios? Nunca,
porque lo ha sido siempre, sin principio ni fin y por tanto te ha amado desde
la eternidad; por eso te preparaba las gracias y favores que
te ha dedicado. Lo dice por el Profeta: “Te he amado (te habla a ti y a nadie
más) con un amor perpetuo y por tanto te he atraído compadeciéndome de ti. Ha
pensado pues, entre otras cosas, en hacerte tomar el propósito de servirle. Oh
Dios ¿qué propósitos aquellos, que Dios ha pensado, meditado, proyectado desde
la eternidad? ¡Cuánto debemos quererlos y apreciarlos, cuánto deberíamos
padecer antes que abandonar el más nimio de ellos! Eres el árbol de vida más
hermoso que Dios ha plantado con su mano en medio de mi corazón, antes mil
muertes que permitir que algún viento os arranque. No, ni vanidad, ni deleites,
ni riquezas, ni tribulaciones me arrancarán jamás mi determinación ¡Ay! Señor,
pero lo has plantado y en tu seno paterno has guardado eternamente este hermoso
árbol para mi jardín:¡Ay! ¿Cuántas almas no han sido favorecidas de este modo?
Oh hermosos y santos propósitos, si os conservo me conservaréis; si vivís en mi
alma mi alma vivirá en vosotros. Vivid pues para siempre oh propósitos, que
sois eternos en la misericordia de Dios; que permanezcáis y
Y ¡entonces es el intercambio! Al amor de Dios responde nuestro pobre
amor y eso transforma nuestra vida.
Releamos para convencernos de ello, el hermoso capitulo que Francisco
dedica en los Diálogos a las tres leyes de las palomas.
La primera de las leyes…
Que
he determinado daros es la de las palomas que lo hacen todo para su palomo y
nada para ellas; parece que no dicen nada imitando en eso a la hermosa paloma
del soberano Palomo, que es la Esposa sagrada: mi amado es todo mío y yo soy
toda suya queriendo sólo complacerle en todo; su corazón está siempre vuelto
hacia mí por conocimiento así como el mío está vuelto hacia él por confianza.
Quizás
hayáis visto, pero no notado, que mientras las palomas incuban los huevos, no
se mueven de encima hasta que sus palomitos salgan del cascarón; y cuando han
salido siguen cobijándolos y dándoles calor mientras lo necesitan. Y durante
todo este tiempo la paloma no va a coger granos para alimentarse, sino que lo
deja al cuidado de su querida pareja, la cual le es tan fiel que no sólo va en
busca de los granos que la alimenten sino que también le lleva agua en el pico
para calmar su sed; con una delicadeza sin par, cuida de que no le falte nada
que le sea necesario, hasta tal punto que jamás se ha sabido de una paloma
muerta por falta de alimento en ese período.
“Señor cómo cuida de mí
vuestro amor”
No
podemos resistirnos a proseguir con esta página tan hermosa
La
paloma por tanto, lo hace todo para su palomo: incuba y da calor a sus crías
deseando agradarle a él al darle descendencia, y el palomo se ocupa de
alimentar a su querida paloma que se deja cuidar por él; ella no piensa más que
en agradar a su compañero y él en cambio, sólo piensa en cuidarla.
¡Oh
qué ley tan agradable y provechosa es ésa, de no hacer nada sino es por Dios y
dejarle a él todo el cuidado de nosotros! No hablo sólo de lo que respecta a lo
temporal, porque no quiero hablar de lo que se refiere a nosotros mismos, esto
se entiende sin decirlo; hablo de lo que concierne a lo espiritual y al
progreso de nuestras almas en la perfección ¡Ay! ¿No veis que la paloma no
piensa más que en su amado palomo y en agradarle, no moviéndose de encima de sus
huevos? Y sin embargo nada le falta, al cuidar él totalmente de ella en
recompensa de su confianza. Oh! Cuán felices seríamos si lo hiciéramos todo por
nuestro amable Palomo porque cuidaría de nosotros; y a medida de que nuestra
confianza por la cual descansaríamos en su providencia se haría mayor, más se
extendería su dilección sobre todas
nuestras necesidades. Y no
deberíamos dudar jamás de que Dios no nos puede faltar, pues su amor es
infinito para el alma que descansa en él.
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