CUERPO Y SANGRE DE CRISTO
Junio
22, 2014
Hoy celebramos la verdadera presencia de Cristo en la Eucaristía. He aquí algunas de las reflexiones que San Francisco de Sales hace en relación a este Sacramento.
Después de la resurrección Jesús entró en la habitación donde se habían reunido los apóstoles; aún cuando las puertas estaban cerradas con llave. El quería asegurarles que seguía con vida y que permanecía entre ellos. De este mismo modo Jesús nos entrega Su cuerpo y Su sangre, transformados en pan y vino, para convencernos de que Su presencia entre nosotros es real.
El punto máximo del amor de Dios por nosotros, un amor que se basa en la autoentrega, es manifestado en la Eucaristía. Cristo instituyo el sacramento de la Eucaristía para que la totalidad de la familia humana pudiese estar íntimamente ligada a El. Una vez unidos en Cristo, este sacramento también nos llama, y nos ayuda, a unirnos a los demás por medio de una clase conexión espiritual que Nuestro Salvador desea que exista entre nosotros. Esta unión agrupa a muchos y muy diferentes miembros, y los moldea en un sólo cuerpo. Es por esto que este sacramento es conocido también como la Comunión, ya que representa para nosotros la unión común del amor sagrado que ha de existir entre nosotros.
En la Eucaristía, el banquete perpetuo de la gracia divina, nos ha sido otorgada una promesa de felicidad infinita. Cuando recibimos la Eucaristía con frecuencia y con devoción, estamos fortaleciendo nuestra salud espiritual para así poder evitar el mal de manera efectiva. Esto fortifica nuestro corazón y nos hace como dioses en este mundo. Las frutas más delicadas, como las fresas, están sujetas a la descomposición. Pero pueden ser conservadas fácilmente por un año si se les coloca entre miel o azúcar. Así mismo ocurre -aunque de forma más grandiosa- cuando recibimos la Eucaristía, ya esta conserva nuestros débiles corazones y los protege del mal.
Tanto quienes se consideran perfectos, como aquellos que se consideran imperfectos, han de recibir la Eucaristía frecuentemente. Los perfectos por que poseen la predisposición para hacerlo. Los imperfectos para que puedan alcanzar la perfección. Nuestro Señor nos ama a todos con el mismo amor, El nos acoge en sus brazos a través de este Sacramento. Debemos afianzar estos gentiles y vigorizantes lazos del amor divino por medio de la Eucaristía.
Hoy celebramos la verdadera presencia de Cristo en la Eucaristía. He aquí algunas de las reflexiones que San Francisco de Sales hace en relación a este Sacramento.
Después de la resurrección Jesús entró en la habitación donde se habían reunido los apóstoles; aún cuando las puertas estaban cerradas con llave. El quería asegurarles que seguía con vida y que permanecía entre ellos. De este mismo modo Jesús nos entrega Su cuerpo y Su sangre, transformados en pan y vino, para convencernos de que Su presencia entre nosotros es real.
El punto máximo del amor de Dios por nosotros, un amor que se basa en la autoentrega, es manifestado en la Eucaristía. Cristo instituyo el sacramento de la Eucaristía para que la totalidad de la familia humana pudiese estar íntimamente ligada a El. Una vez unidos en Cristo, este sacramento también nos llama, y nos ayuda, a unirnos a los demás por medio de una clase conexión espiritual que Nuestro Salvador desea que exista entre nosotros. Esta unión agrupa a muchos y muy diferentes miembros, y los moldea en un sólo cuerpo. Es por esto que este sacramento es conocido también como la Comunión, ya que representa para nosotros la unión común del amor sagrado que ha de existir entre nosotros.
En la Eucaristía, el banquete perpetuo de la gracia divina, nos ha sido otorgada una promesa de felicidad infinita. Cuando recibimos la Eucaristía con frecuencia y con devoción, estamos fortaleciendo nuestra salud espiritual para así poder evitar el mal de manera efectiva. Esto fortifica nuestro corazón y nos hace como dioses en este mundo. Las frutas más delicadas, como las fresas, están sujetas a la descomposición. Pero pueden ser conservadas fácilmente por un año si se les coloca entre miel o azúcar. Así mismo ocurre -aunque de forma más grandiosa- cuando recibimos la Eucaristía, ya esta conserva nuestros débiles corazones y los protege del mal.
Tanto quienes se consideran perfectos, como aquellos que se consideran imperfectos, han de recibir la Eucaristía frecuentemente. Los perfectos por que poseen la predisposición para hacerlo. Los imperfectos para que puedan alcanzar la perfección. Nuestro Señor nos ama a todos con el mismo amor, El nos acoge en sus brazos a través de este Sacramento. Debemos afianzar estos gentiles y vigorizantes lazos del amor divino por medio de la Eucaristía.
(Adaptado de los
escritos de San Francisco de Sales.)
El Centro de
Espiritualidad De Sales es un ministerio de la Provincia de los Oblatos de San
Francisco de Sales de Wilmington-Philadelphia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario