Cinco santos que lucharon contra el demonio
San Pío de Pietrelcina / Crédito de
imagen: Isabel Diaz (ACI Prensa)
REDACCIÓN CENTRAL, 24 May. 15 / 08:43
pm (ACI).-
El
mundo espiritual es real y en él ocurren verdaderos combates. En algunas partes
de la biblia se
menciona la lucha que existe contra el demonio y la carne, porque mientras la
persona esté más cercana a Dios, será más tentada.
Las
siguientes historias seleccionadas por el sitio web ChurchPop.com no buscan
generar miedo sino ser un recordatorio de que Satanás y las tentaciones al
pecado son reales, aunque generalmente no sean visibles.
Antes,
dos citas bíblicas para entender mejor el contexto: “Revístanse con la armadura
de Dios, para que puedan resistir las asechanzas del demonio. Porque nuestra
lucha no es contra los enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados
y Potestades, contra los Soberanos de este mundo de tinieblas, contra los
espíritus del mal que habitan en el espacio”. (Efesios.6, 11-12)
“Sed
sobrios y estén vigilantes, porque su enemigo, el diablo, ronda como león
rugiente buscando a quién devorar”. (1 Pedro 5.8)
1)
San Antonio el Grande: “El león rugía, deseando atacar”
Este
santo vivió entre los siglos tercero y cuarto. Fue uno de los primeros monjes
en retirarse al desierto para vivir entregado al ayuno y la oración. LaIglesia conoce su historia gracias a su biógrafo San
Atanasio.
Cuando
la gente visitaba a San Antonio en las ruinas donde vivía escuchaba tumulto,
muchas voces y el choque de armas. También veían que durante la noche aparecían
bestias salvajes y que el santo combatía contra ellas mediante la oración.
En
una ocasión, cuando tenía 35 años, San Antonio decidió pasar la noche solo en
una tumba abandonada. Allí un grupo de demonios apareció y lo hirieron. Los
arañazos del demonio le impidieron levantarse del suelo. El ermitaño comentaba
que el dolor causado por esa tortura demoniaca no se comparaba a ninguna herida
causada por el hombre.
Al
día siguiente, un amigo suyo lo encontró y lo llevó al pueblo más cercano para
curarlo. Sin embargo, cuando el santo recuperó el sentido le pidió a su amigo
que lo llevara de vuelta a la tumba. Al dejarlo, San Antonio gritó: “aquí
estoy, yo Antonio. No huiré de tus latigazos, y ningún dolor ni tormento me
separará del amor de Cristo”. San Atanasio relata que los demonios regresaron y
ocurrió lo siguiente:
Resonó
un estruendo, semejante a un terremoto, que sacudió todo el lugar y los
demonios salieron de las cuatro paredes en formas monstruosas de bestias y
reptiles. Así el lugar se llenó de leones, osos, leopardos, toros, serpientes,
áspides, escorpiones y lobos. El león rugía, deseando atacar; el toro se
preparaba para embestir con sus cuernos; la serpiente se arrastraba buscando un
punto de ataque y el lobo gruñía rodeándolo. Todos estos sonidos eran
aterradores.
Aunque
San Antonio jadeaba de dolor, enfrentó a los demonios diciendo: “si ustedes
tuviesen algún poder, habría bastado que solo uno de ustedes viniera, pero como
Dios los hizo débiles, ustedes quieren aterrorizarme con su gran número: y la
prueba de su debilidad es que han tomado la forma de bestias brutas”.
“Si
son capaces, y si han recibido un poder en mi contra, atáquenme de una vez.
Pero si no son capaces, ¿porque me perturban en vano? Porque mi fe en Dios es
mi refugio y la muralla que me pone a salvo de ustedes”.
De
repente, el techo se abrió y una luz brillante iluminó la tumba. Los demonios
desaparecieron y los dolores cesaron. Al darse cuenta de que Dios lo había
salvado, Antonio oró: “¿Dónde estabas? ¿Por qué no te apareciste desde el
principio y me libraste de los dolores?”.
A
estas preguntas, Dios respondió: “Antonio, yo estaba allí, pero esperé para
verte pelear. Como has perseverado en la lucha, y no has caído, siempre estaré
dispuesto a socorrerte y haré famoso tu nombre en todas parte”.
Luego
de escuchar las palabras de su Señor, el monje se levantó y oró. Entonces
recibió tanta fuerza que sintió que tenía más poder en su cuerpo que antes.
2)
Santo Padre Pío: “Estos demonios nunca dejan de golpearme”
Fue
un sacerdote italiano que nació a fines del siglo XIX y murió en 1968. Aunque
realizó muchos milagros y recibió los estigmas, el Padre Pío también sufrió
ataques frecuentes del demonio.
Según
el P. Gabriele Amorth, famoso exorcista de la diócesis de Roma, “la gran y
constante lucha en la vida del
santo fue contra los enemigos de Dios y las almas, quienes trataron de capturar
su alma”. Desde su juventud el Padre Pío tuvo visiones celestiales, pero
también sufrió ataques infernales. El P. Amorth explica:
“El
diablo se le aparecía en la forma de un gato negro o como algún otro animal
repugnante. Con estas apariencias intentaba llenarlo de terror. En otras
ocasiones, el demonio tomaba la forma de chicas jóvenes, desnudas y
provocativas, que realizaban danzas obscenas, para atentar contra su castidad.
Sin embargo, el Padre Pío sintió el peligro cuando Satanás trató de engañarlo
fingiendo ser su director espiritual o tomando la forma de Jesús, la Virgen o
San Francisco”.
Esta
última táctica, cuando el diablo tomaba la forma de alguien bueno y santo, fue
un problema. Así fue como el Padre Pío se dio cuenta de que las visiones eran
falsas:
notó
cierta timidez cuando la Virgen y el Señor se le aparecieron, seguida de una
sensación de paz cuando la visión terminó. Además, disfrazado de una forma
sagrada, el diablo le provocó un sentimiento de alegría y atracción, pero
cuando se fue, le dejaba un extraño remordimiento y tristeza.
Satanás
también lo hería físicamente. El sacerdote describió estos dolores en una carta
a un hermano, que era su confidente:
“Estos
demonios nunca dejan de golpearme, incluso me hacen caer de la cama. ¡Incluso
rasgan mis vestiduras para azotarme! Pero ya no me asustan porque Jesús me ama
y él siempre me levanta y me coloca de vuelta en mi cama”.
El
Padre Pío es el testimonio de que si la persona está cerca a Dios no hay que
temer a los demonios.
3)
Santa Gemma Galgani: “Sus garras brutales”
Esta
santa italiana fue una mística que tuvo experiencias espirituales maravillosas.
En
una carta dirigida a un sacerdote escribió: “durante dos días, luego de recibir
la Santa Comunión, Jesús me ha dicho: “Hija mía, muy pronto el diablo desatará
una guerra contra ti”. Estas palabras resuenan en mi corazón constantemente.
Ore por mí por favor”.
Ella
se dio cuenta de que la oración era la mejor defensa contra los ataques del
demonio. En venganza, Satanás le infringía fuertes dolores de cabeza para
impedir que duerma. Sin embargo, pese a las fatigas Gemma perseveró en la
oración:
“Cuantos
esfuerzos hace ese miserable para que yo no ore. Ayer trató de matarme, y
habría tenido éxito si Jesús no hubiese venido a salvarme. Estaba asustada y
mantuve la imagen de Cristo en mi mente”.
Una
vez, mientras la santa escribía una carta, el diablo le arrebató la pluma de
las manos, rasgó el papel y la tiró de la silla, agarrándola de los cabellos
con la violencia de sus “garras brutales”.
Ella
describe otro ataque en uno de sus escritos: “el demonio se presentó ante mí
como una gigante y me decía: ‘Para ti ya no hay esperanza de salvación. ¡Estás
en mis manos!’ Yo le respondí que Dios es misericordioso y, por tanto, no temo
nada. Entonces me golpeó en la cabeza y me dijo: ‘¡Maldita seas!’, y luego
desapareció”.
“Cuando
volví a mi habitación para descansar, lo encontré. De nuevo comenzó a golpearme
con una cuerda anudada, y quiso me gritaba que yo era débil. Le dije que no, y
me golpeó tan fuerte, que caí de cabeza al suelo. En un momento se me vino a la
mente invocar a Jesús. “Padre eterno, en nombre de la preciosísima sangre de
Jesús, ¡líbrame!”.
“No
recuerdo bien qué pasó. La bestia me arrastró de mi cama y golpeó mi cabeza con
tal fuerza que todavía me duele. Perdí el sentido y yací en el suelo hasta que
desperté. ¡Gracias a Dios!”
A
pesar de los ataques, Santa Gemma siempre tuvo fe en Jesús. Incluso utilizaba
el humor contra Satanás. Una vez escribió a un sacerdote: “tenías que verlo,
cuando huía haciendo muecas, ¡te habrías muerto de la risa! ¡Es tan feo!...Pero
Jesús me dijo que no le tenga miedo”.
4)
San Juan María Bautista Vianney: “Lo hace porque yo convierto muchas almas para
el buen Dios”
El Santo Cura de Ars nació
en Francia en el año 1786. Fue un gran predicador, hacía muchas
mortificaciones, fue un hombre de oración y caridad. Tenía increíbles dotes
para la confesión. Por ello, venían personas de todas partes para confesarse
con él y escuchar sus santos consejos. Debido a su fructífera labor pastoral se
le nombró patrón de los sacerdotes. También combatió contra el maligno en
varias ocasiones.
Una
vez, su hermana pasó la noche en su casa, ubicada al lado de la iglesia.
Durante la noche escuchó raspones en la pared. Fue a ver a Juan Vianney, que
estaba confesando, y él le explicó:
“Hija
mía, no debes temer: es el gruñón. Él no puede hacerte daño. En cuanto a mí,
siempre me atormenta de la manera más desquiciada posible. A vez me coge de los
pies y me arrastra por el cuarto. Lo hace porque yo convierto muchas almas para
el buen Dios”.
El
demonio hacía ruidos durante horas, similares a los cristales, silbidos y
relinchos. Incluso se colocaba bajo la ventana del santo y gritaba:
"Vianney, Vianney, comepapas". Su propósito era no dejar dormir al
sacerdote para que se cansara y no pudiese estar horas en el confesionario,
donde salvaba las almas de sus garras.
En
otra ocasión, mientras el Cura de Ars estaba preparándose para celebrar lamisa,
un hombre le dijo que su dormitorio estaba en llamas. ¿Cuál fue su respuesta?
“El Gruñón está furioso. Al no poder atrapar al pájaro le prende fuego a su
jaula”. Le dio las llaves a aquellos que iban a apagar el fuego. Sabía que
Satanás quería impedir la misa y no se lo permitió.
Dios
premió su constancia ante las pruebas con un poder extraordinario que le
permitía expulsar demonios de los poseídos.
5)
Santa Teresa de Jesús “Sus cuernos estaban alrededor del cuello del sacerdote
mientras celebraba misa”
Esta
reconocida doctora de la Iglesia y mística tuvo muchas visiones espirituales.
En medio de sus oraciones y meditaciones, el demonio se le aparecía.
“Una
forma abominable”, escribía, “su boca era horrenda”. “No tenía sombra sino que
estaba cubierto por llamas de fuego”.
También
el demonio le causaba fuertes dolores corporales. En una ocasión la atormentó
durante cinco horas mientras estaba en oración con sus hermanas. La santa
permaneció firme para no asustarlas.
Un
día “vio con los ojos del alma a dos diablos que tenían sus cuernos alrededor
del cuello del sacerdote mientras celebraba misa”.
Incluso
para ella, estas visiones eran extrañas. “Rara vez lo he visto en forma
corporal, a menudo no veo su apariencia física, pero sé que está allí.
¿Cuáles
eran sus armas contra las fuerzas del mal?
La
oración, la humildad y -muy interesante- el agua bendita. Santa Teresa decía
que esta última era un arma eficaz.
Una
vez estaba en un oratorio y el demonio se le apareció al lado izquierdo. Le
dijo que por ahora se había librado de sus manos pero que él la capturaría de
nuevo. Ella se asustó y se santiguó. Sin embargo, Satanás continuó
perturbándola y Teresa tomó un frasco de agua bendita y derramó el agua sobre
él. Luego de ese día nunca más volvió.
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