Asociación Hijas de San Francisco de Sales
Región Argentina
ENCUENTRO
NACIONAL
Córdoba, 24 al 26 de octubre de 2014
“Salgamos presurosas
a anunciar con alegría el Evangelio
CAROLINA COLCHEN – Mme. CARRÉ DE MALBERG
Fue
de salud frágil desde su infancia,
propensa al llanto y a la risa, tierna y alegre, de espíritu amplio,
esta tendencia a conmoverse, a lamentarse, a imponerse, iba a ser para ella
fuente de un largo trabajo de la gracia, de un paciente y enérgico esfuerzo.
Pronto llegó el momento de alejarse
de su familia para internarse en el Monasterio de la Visitación, las religiosas
supieron discernir una piedad llena de valor que orientó una inteligencia
abierta, capaz de razonar una voluntad decidida a dominarse.
El Padre confesor de las religiosas,
la sostuvo en ese trabajo. Luego contrajo Tifus que la tuvo entre la vida y la
muerte, salió de la enfermedad madura por el sufrimiento. Cuando estuvo
totalmente recuperada, su piedad florece, marcada por su devoción a SFS, le
atrae la vida religiosa, pero su Director, por razones de salud, le aconseja
regresar a su familia.
A los diecisiete años regresa a su
casa, donde alternaba los ejercicios de piedad con los trabajos domésticos y
algunas reuniones de círculo cerrado. Al
poco tiempo se casa con un joven apuesto y brillante capitán, primo suyo que
había abandonado la práctica religiosa, pero ella tenía la esperanza de
atraerlo a la fe. Este militar poseía
todas las cualidades de lealtad, rectitud y fidelidad, pero, como desde pequeño
estuvo en la Escuela Militar no conocía la psicología femenina, nunca había
gustado de la intimidad, de las atenciones que dan valor a la vida de familia,
le gustaba el debate “siempre que llevará a imponer sus ideas”. Carolina
aprendió que ningún razonamiento le haría efecto y decidió ganarlo para Dios
mediante la dulzura, le presentó sacerdotes capaces de discutir con él
problemas de fe. En las reuniones sociales Carolina lucía una sobria elegancia,
que le ganó la estima de las otras señoras, y supo distinguir quienes eran
merecedoras de su amistad.
En cuanto a su maternidad, tuvo
cuatro hijos que murieron a corta edad, salvo uno que murió accidentalmente a
los 30 años, al caer de su caballo.
Los escritos del P. Chaumont, los
testimonios de quienes la conocían hablaban del heroico amor de la madre, que
compartió con su marido la terrible prueba, gracias a la fe.
Ella
solía decir:”el sufrimiento, algunas veces, ha fatigado mi naturaleza, pero mi
voluntad estuvo siempre sumisa a la
voluntad de Dios”.
Carolina tenía un hermano sacerdote
dominico, quién le aconsejó ayudar a las personas con dificultades en el plano
espiritual, más tarde conoce al P. Chaumont,
reservado, de apariencia austera, nativo de Paris, que sabía manejar la ironía, y que atribuía gran
importancia a la formación espiritual de cristianos capaces de irradiar a
Cristo. Había resumido en una pequeña
regla de vida lo esencial de la IVD, ya que era discípulo de SFS. Este
reglamento que pasaba de mano en mano, había sido aprobado e impreso por las
Autoridades Eclesiásticas, era preciso hacer penetrar el sentido del Evangelio
en esos medios.
Cuando Carolina conoce personalmente
al P. Chaumont, se sintió comprendida, alentada y agradecida a Dios .El P. Chaumont, por su parte había advertido en ella, no solamente una conciencia recta, una
voluntad generosa, sino una alma privilegiada para quienes Dios tiene designios
particulares.
Se preguntaba ¿Cómo
poner esos dones al servicio de Dios y del prójimo?
El P. Chaumont le
propuso tres medios: la oración, la mortificación y la humildad.
-Oración: San Francisco de Sales será su guía en la vida de oración,
conocerá como se aprende del Señor la mansedumbre y humildad de corazón.
-Mortificación: no es solamente la sal, sino la pimienta de la vida
cristiana y el deber de estado que ella había practicado hasta ser su esclava,
no será ya más que la expresión de la voluntad de Dios cumplida con alegría.
-Humildad: fundamento de toda justicia y caridad, la vivió
renunciando a su voluntad propia y nunca retrocedió ante ningún sacrificio.
Carolina
pone al servicio de Dios todos sus dones con un esfuerzo de purificación que
durará toda su vida. Se valía de una inteligencia práctica y abierta, un
sentido exacto de la justicia, una autoridad firme, y una inmensa capacidad de
amar.
La
guerra de 1870 dispersó a las familias, Mme. Carré, salió de Paris y se refugió
cerca de Toulouse, donde residía su hermano sacerdote, durante siete
meses. En ese retiro organizó su vida
con orden y método: la oración con la Sagrada Escritura, la Educación de su
hijo, el trabajo y visitas destinadas a los pobres. Se reunía junto a sus
amigas, buscaban los medios de poner más caridad en sus vidas, se establecieron
lazos de sólida amistad, rezaban, leían los Evangelios, comentaban la Regla de
Vida.
Su hermano le hizo comprender que
los dones de clarividencia y comprensión que había recibido, debía ponerlos al servicio de los más
necesitados.
A
fines de 1871 Mme. Carré vuelve a Paris,
ve otra vez al P. Chaumont, este le envía cristianas de diferentes
ambientes, pero susceptibles de beneficiarse con una formación Salesiana.
Algunos meses más tarde su hermano enfermó y Mme. Carré tuvo que
viajar a los Pirineos a visitarlo. Dos
de sus amigas se reunirían con ella. El P. Chaumont las bendijo antes de su
partida y recomendó vivir unidas en la paz y la alegría del Espíritu Santo.
Luego de un corto tiempo, la
Providencia permitió que el P. Chaumont se reencontrara con las tres amigas en
Annecy, después de fervientes plegarias, se tomó la decisión de comenzar bajo
la bendición de SFS “Una obra destinada
a formar en medio del mundo algunas almas de piedad vigorosa, capaces de llevar
con valentía el yugo suave y ligero del Señor Jesús” y de hacerlo amar en el
mundo: nació así la Sociedad de HSFS.
La primera reunión se hizo en la
festividad de Santa Teresa, el 15 de octubre de 1872, en París. El P. Chaumont
expuso los fines de la obra. En 1874
Mme. Carré fue designada responsable, un prolongado trabajo interior la había
preparado para ese cargo.
En el Espíritu de Jesús encontró
todas las fuerzas para superar sus angustias, tacto y discreción le permitían
ejercer su autoridad sin herir. Sus
consejos eran precisos, sus hijas tenían confianza total en su misión, escribió
1950 cartas, unas para el Padre Asesor otras para una amiga y las demás para
sus hijas. Estas cualidades hicieron
que Mme. Carré, en la sencillez de su vida
fuera la primera directora general de las HSFS.
Esta obra, admirablemente organizada
en todo el mundo, fue la semilla que cayó en tierra fértil sin perecer jamás. Para millares de almas de
las más diversas condiciones ha sido y será, el camino seguro para ir de la
tierra al cielo.
Nosotros no tenemos enseñanzas
formales de Mme. Carré, ya que no escribió conferencias como el P. Chaumont.
No obstante tenemos selecciones de
sus 1950 cartas, que dan una apreciación de su alma, de su amor por el Señor y
de los ecos de la Espiritualidad Salesiana.
Se refieren en particular al deber de estado, la humildad y la paciencia.
De entre sus palabras:
“En
este momento, me parece que la mayor cuestión consiste en dejar que el Espíritu
de Jesús, vaya tomando cada vez más lugar en mi vida”.
A pesar que hoy existe otra cultura,
otro lenguaje y que el plan del mundo nos tienta al individualismo post-moderno
y globalizado que favorece un estilo de vida que destruye los vínculos
familiares y fraternos, y nos lleva
lejos de la civilización del amor. Estamos nosotras las actuales HSFS que ya nos pusimos en camino, a pedido de nuestro
Papa Francisco salimos también a conquistar nuestros ambientes, nuestra Iglesia
y nuestra Fe, como en su momento lo hizo también Mme Carré, que dejaba actuar
al Espíritu Santo en su corazón, sabiéndolo su abogado, Don de Dios y fuente
viva, que le permitía con esfuerzo,
sencillez y oración encontrar consuelo en sus dolores.
En
la exhortación apostólica “Evangeli Gaudium”, del Papa Francisco señala “Es
tiempo de cambiar” reconoce el aporte de la mujer en la sociedad y nos dice:
¡Vayamos hacía los otros, sin esperar que los otros vengan a buscarnos!
Imitemos a nuestro Divino Maestro,
que dejó su cielo para hacerse hombre y estar cerca de cada uno de nosotros,
que la fraternidad triunfe sobre el individualismo y nos sane de nuestras
cegueras para encontrarnos con el Señor.
¡Viva Jesús!
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