Papa Francisco a Obispos: No vean su cargo
como "carrera eclesiástica"
VATICANO, 05 Nov. 14 / 10:15 am (ACI).-
"El
episcopado no es una condecoración, es un servicio”, recordó el Papa Francisco
este miércoles durante la Audiencia General donde advirtió que en la Iglesia no
debe haber lugar para esa mentalidad mundana de ver el cargo episcopal como una
carrera eclesiástica, para la vanidad; pues en realidad se trata de un servicio
al prójimo, como lo hizo Jesús y tantos santos obispos.
Ante
los miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, Francisco también llamó
a los fieles y sacerdotes a estar unidos a su obispo para poder tener una Iglesia
sana. “Jesús ha querido esta unión de todos los fieles con el obispo, también
de los diáconos y de los presbíteros”, afirmó.
La
Iglesia, Santa Madre Iglesia Jerárquica
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hemos
escuchado las cosas que el Apóstol Pablo dice al Obispo Tito: “¿Pero cuántas
virtudes debemos tener los obispos?” ¿Hemos oído todos, no? No es fácil. No es
fácil porque nosotros somos pecadores. Pero nos confiamos a sus oraciones
para que al menos nos acerquemos a esas cosas que el apóstol Pablo
aconseja a todos los obispos. ¿De acuerdo? ¿Rezarán por nosotros?
Ya
hemos tenido ocasión de señalar, en las catequesis precedentes, cómo el
Espíritu Santo colma siempre la Iglesia de sus dones, con abundancia. Ahora, en
el poder y en la gracia de su Espíritu, Cristo no deja de suscitar ministerios,
con el fin de construir las comunidades cristianas como su cuerpo. Entre estos
ministerios, se distingue aquel episcopal. En el Obispo, coadyuvado por
los presbíteros y diáconos, es Cristo mismo quien se hace presente y que
continúa cuidando a su Iglesia, asegurando su protección y guía.
En
la presencia y en el ministerio de los Obispos, Sacerdotes y Diáconos, podemos
reconocer el verdadero rostro de la Iglesia: es la Santa Madre Iglesia
Jerárquica. Y realmente a través de estos hermanos elegidos por el Señor y
consagrados con el sacramento del Orden, la Iglesia ejerce su maternidad: nos
engendra en el Bautismo como cristianos, haciéndonos nacer de nuevo en Cristo;
vigila nuestro crecimiento en la fe; nos acompaña entre los brazos del Padre
para recibir su perdón; prepara para nosotros la mesa eucarística, donde nos
alimenta con la palabra de Dios y el Cuerpo y la Sangre de Jesús; invoca sobre
nosotros la bendición de Dios y la fuerza de su Espíritu, sosteniéndonos en
todo el transcurso de nuestra vida y
envolviéndonos con su ternura y su calor, sobre todo en los momentos más
delicados de prueba, de sufrimiento y de muerte.
Esta
maternidad de la Iglesia se expresa en particular en la persona del Obispo y en
su ministerio. De hecho, como Jesús eligió a los apóstoles y los envió a
predicar el Evangelio y apacentar su rebaño, así los obispos, sus sucesores,
son colocados a la cabeza de las comunidades cristianas, como garantes de su fe
y como un signo vivo de la presencia del Señor en medio de ellos. Comprendemos,
por lo tanto, que no se trata de una posición de prestigio, de un cargo
honorífico.
El
episcopado no es una condecoración, es un servicio. Jesús lo ha querido
así. No debe haber lugar en la Iglesia para la mentalidad mundana. La
mentalidad mundana, dice: “este hombre ha hecho la carrera eclesiástica, se ha
convertido en Obispo…”No. En la Iglesia no debe haber lugar para esta
mentalidad. El episcopado es un servicio, no es una condecoración con la que
jactarse. Ser Obispos quiere decir tener siempre ante los ojos el ejemplo de
Jesús, que como Buen Pastor, no vino a ser servido, sino a servir y para dar su
vida por las ovejas.
Los
santos Obispos - y hay muchos en la historia de la Iglesia, muchos obispos
santos - nos muestran que este ministerio no se busca, no se pide, no se
compra, sino que se recibe en obediencia, no para elevarse, sino para abajarse,
al igual que Jesús que “se humilló, se hizo obediente hasta la muerte, y una
muerte encruz“. Es triste cuando se ve un hombre que busca este
oficio y que hace tantas cosas para llegar hasta allí, y cuando llega allí, no
sirve, se pavonea, vive solamente para su vanidad.
Hay
otro elemento precioso que merece ser resaltado. Cuando Jesús escogió y llamó a
los apóstoles, los pensó no separados el uno del otro, cada uno por su cuenta,
sino juntos, para que estuvieran con Él, unidos como una sola familia.
También los Obispos constituyen un único colegio, reunidos en torno al Papa,
que es el custodio y garante de esta profunda comunión, tan querida por
Jesús y por sus mismos apóstoles.
¡Qué
bello es, entonces, cuando los obispos junto con el Papa expresan esta
colegialidad y buscan ser más y más, más, más servidores de los fieles, más
servidores en la Iglesia! Lo hemos experimentado recientemente en la Asamblea
del Sínodo sobre la familia. Pero pensemos en todos los Obispos desparramados
en el mundo que, aun viviendo en localidades, culturas, sensibilidades y
tradiciones diferentes y distantes entre sí, de una parte a la otra, - los
otros días un obispo me decía que para llegar a Roma se necesitaban, desde
donde él está, más de 30 horas de avión…- tan lejos unos de otros y se
convierten en expresión de la unión íntima, en Cristo, y entre sus comunidades.
Y
en la oración común eclesial, todos los Obispos se colocan juntos en escucha
del Señor y del Espíritu, pudiendo de este modo poner atención en profundidad
al hombre y a los signos de los tiempos.
Queridos
amigos, todo esto nos hace comprender por qué las comunidades cristianas
reconocen en el Obispo un gran don, y están llamadas a alimentar una comunión
sincera y profunda con él, empezando por los presbíteros y diáconos. No
es una Iglesia sana si los fieles, los diáconos y los presbíteros no están
unidos al obispo.
Esta
Iglesia no unida al obispo es una Iglesia enferma. Jesús ha querido esta unión
de todos los fieles con el obispo, también de los diáconos y de los
presbíteros. Y esto lo hacen en la conciencia de que es justamente en el Obispo
que se hace visible la relación de cada Iglesia con los Apóstoles y con todas
las otras comunidades, unidas con sus Obispos y con el Papa en la única Iglesia
del Señor Jesús, que es nuestra Santa Madre Iglesia jerárquica. Gracias”.
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