Papa Francisco: Camino de las
Bienaventuranzas traerá persecuciones pero nos salvará de destrucción
Papa Francisco en Misa por Fiesta de Todos los Santos. Foto: Petrik
Bohumil / ACI Prensa
VATICANO, 02 Nov. 14 / 09:41 am (ACI).-
Al presidir ayer la Misa en la Fiesta de Todos los Santos, en el Cementerio romano del
Verano, el Papa Francisco de la “loca carrera” y la “industria” de destrucción
que existe actualmente en el mundo, y aseguró que el camino de las
Bienaventuranzas, si bien traerá persecuciones, es el único que nos salvará de
la devastación.
Durante la Misa se expuso, para veneración de los fieles, las reliquias
de los recientemente canonizados San Juan XXIII y San Juan Pablo II.
El Papa señaló que “nuestra actitud, lo hemos escuchado en el Evangelio:
es la actitud de las Bienaventuranzas. Solamente este camino nos llevará al
encuentro con Dios”.
“Solamente este camino nos salvará de la destrucción, de la devastación
de la tierra, de la creación, de lo moral, de la historia, de la familia, de todo. Solamente este camino: pero nos hará pasar cosas feas, ¿eh?
Nos traerá problemas. Persecuciones. Pero solamente este camino nos llevará
adelante”.
A continuación, ACI Prensa reproduce el texto
completo de la homilía del Papa Francisco en la Misa por la Fiesta de Todos los
Santos, gracias a la traducción de Radio Vaticano:
Cuando en la primera Lectura he sentido esta voz del Ángel que gritó con
voz fuerte a los cuatro ángeles a los cuales se les había concedido devastar la
Tierra y el Mar, destruir todo: “No devasten la Tierra ni el Mar ni las
plantas”, a mí me ha venido a la mente una frase que no está aquí, pero que
está en el corazón de todos nosotros: “Los hombres son capaces de hacerlo,
mejor que ustedes”. Nosotros somos capaces de devastar la Tierra mejor que los
ángeles.
Y esto lo estamos haciendo. Esto lo hacemos: devastar la Creación,
devastar lavida, devastar la cultura, devastar los
valores, devastar la esperanza. Y cuánta necesidad tenemos de la fuerza del
Señor para que nos selle con su amor y con su fuerza para detener esta
loca carrera de destrucción. Destrucción de aquello que Él nos ha dado; de las
cosas más bellas que Él ha hecho por nosotros, para que nosotros las lleváramos
adelante, las hiciéramos crecer, dar frutos.
Cuando en la sacristía miraba las fotografías de hace 71 años, he
pensado: “Esto ha sido muy grave, muy doloroso. Pero esto no es nada en
comparación con lo que sucede ahora”. El hombre se ha adueñado de todo, se cree
Dios, se cree el Rey. Y las guerras, las guerras que continúan, no precisamente
sembrando semillas de vida. Para destruir. Pero, es la industria de la
destrucción. Es un sistema, también, de vida, que cuando las cosas no se pueden
arreglar, se descartan: se descartan los chicos, se descartan los ancianos, se
descartan los jóvenes sin trabajo. Esta devastación ha hecho la cultura del
descarte. Se descartan los pueblos. Esta es la primera imagen que me ha venido
a mí cuando he sentido esta Lectura.
La segunda imagen, en la misma Lectura: esta muchedumbre inmensa, que
ninguno podía contar, de toda nación, tribu, pueblo y lengua … Los pueblos, la
gente … Ahora está comenzando a hacer frio : estos pobres, que deben escapar al
desierto para salvar la vida, de sus casas, de sus pueblos, de sus
villorrios… y que viven en carpas, sienten el frio, sin medicinas,
hambrientos… porque el dios-hombre se ha adueñado de la Creación, de todo
aquello hermoso que Dios ha hecho para nosotros.
Y ¿quién paga la fiesta? ¡Ellos! Los pequeños, los pobres, aquellos que
personalmente han ido a terminar en el descarte. Y esto no es una historia
antigua: sucede hoy. “Pero, Padre, eso pasa lejos …” – También aquí! [En] todas
partes. Pasa hoy en día. Diré más: pareciera que esta gente, estos niños
hambrientos, enfermos, parece que no contasen, que sean de otra especie, que no
sean humanos. Y esta muchedumbre está delante de Dios y pide: “¡Por favor,
salvación! ¡Por favor, paz! ¡Por favor, pan! ¡Por favor, trabajo! ¡Por favor,
hijos y abuelos! ¡Por favor, jóvenes con la dignidad de poder trabajar!”. Pero
los perseguidos, entre ellos, aquellos que son perseguidos por la fe… “Entonces
uno de los ancianos se dirigió a mí y dijo: ‘¿Estos quiénes son, vestidos de
blanco?’ - ¿quiénes son?, ¿de dónde vienen? – ‘Son aquellos que vienen de la
Gran Tribulación y que han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la
Sangre del Cordero’”.
Y hoy, sin exagerar, hoy, en el día de Todos los Santos, quisiera que
nosotros pensáramos en todos estos, los santos desconocidos. Pecadores como
nosotros, peor que nosotros, pero destruidos. A esta tanta de gente que viene
de la Gran Tribulación: la mayor parte del mundo está en tribulación. Y el
Señor santifica a este pueblo, pecador como nosotros, pero lo santifica con la
tribulación.
Y al final, la tercera imagen. Dios. La primera, la devastación; la
segunda, las víctimas; la tercera, Dios. Dios: “Nosotros desde ahora somos
hijos de Dios”, hemos escuchado en la segunda lectura. “Pero lo que seremos no
ha sido todavía revelado. Pero sabemos que cuando Él se habrá manifestado
nosotros seremos semejantes a Él, porque lo veremos como Él es”, es decir: la
esperanza. Y esto es la bendición del Señor que todavía tenemos: la esperanza.
La esperanza que tenga piedad de su pueblo, que tenga piedad de aquellos que
están en la Gran Tribulación. También, que tenga piedad de los destructores y
se conviertan.
Y así, la santidad de la Iglesia va adelante: con esta gente, con nosotros que veremos a Dios como
Él es. Y ¿cuál debe ser nuestra actitud, si queremos entrar en este pueblo y
caminar hacia el Padre, en este mundo de devastación, en este mundo de guerras,
en este mundo de tribulación? Nuestra actitud, lo hemos escuchado en el
Evangelio: es la actitud de las Bienaventuranzas. Solamente este camino nos
llevará al encuentro con Dios. Solamente este camino nos salvará de la
destrucción, de la devastación de la tierra, de la creación, de lo moral, de la
historia, de la familia, de todo. Solamente este camino: pero nos hará pasar
cosas feas, ¿eh? Nos traerá problemas. Persecuciones.
Pero solamente este camino nos llevará adelante. Y así, este pueblo que
tanto sufre hoy por el egoísmo de los devastadores, de nuestros hermanos
devastadores, este pueblo va adelante con las Bienaventuranzas, con la
esperanza de encontrar a Dios, de encontrar cara a cara al Señor, con la
esperanza de hacernos santos, en aquel momento del encuentro definitivo con Él.
El Señor nos ayude y nos de la gracia de esta esperanza, pero también la
gracia de la valentía para salir de todo aquello que es destrucción,
devastación, relativismo de vida, exclusión de los otros, exclusión de los
valores, exclusión de todo aquello que el Señor nos ha dado: exclusión de paz.
Nos libre de esto, y nos de la gracia de caminar con la esperanza de
encontrarnos un día cara a cara con Él. Y esta esperanza hermanos no defrauda.
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