Lecturas de la Misa
Domingo 2 de Agosto
de 2015
Nuestra Señora de los
Ángeles de Porciúncula (Solemnidad)
Primera Lectura
Eclesiástico 24:1-4, 16, 22-24
1La sabiduría hace su propio elogio, en medio de su pueblo, se gloría.2En
la asamblea del Altísimo abre su boca, delante de su poder se gloría.3«Yo
salí de la boca del Altísimo, y cubrí como niebla la tierra.4Yo levanté
mi tienda en las alturas, y mi trono era una columna de nube.16Cual
terebinto he alargado mis ramas, y mis ramas son ramas de gloria y de gracia.22Quien
me obedece a mí, no queda avergonzado, los que en mí se ejercitan, no llegan a
pecar.»23Todo esto es el libro de la alianza del Dios Altísimo, la Ley
que nos prescribió Moisés como herencia para las asambleas de Jacob;
Salmo Responsorial
Salmo 34:5, 7, 9-10, 18-19
5He buscado a Yahveh, y me ha respondido: me ha librado de todos mis
temores.7Cuando el pobre grita, Yahveh oye, y le salva de todas sus
angustias.9Gustad y ved qué bueno es Yahveh, dichoso el hombre que se
cobija en él.10Temed a Yahveh vosotros, santos suyos, que a quienes le
temen no les falta nada.18Cuando gritan aquéllos, Yahveh oye, y los
libra de todas sus angustias;19Yahveh está cerca de los que tienen roto
el corazón. él salva a los espíritus hundidos.
Segunda Lectura
Gálatas 4:3-7
3De igual manera, también nosotros, cuando éramos menores de edad,
vivíamos como esclavos bajo los elementos del mundo.4Pero, al llegar la
plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la
ley,5para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que
recibiéramos la filiación adoptiva.6La prueba de que sois hijos es que
Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá,
Padre!7De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también
heredero por voluntad de Dios.
Evangelio
Lucas 1:26-33
26Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de
Galilea, llamada Nazaret,27a una virgen desposada con un hombre llamado
José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.28Y
entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»29Ella
se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo.30El
ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios;31vas
a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre
Jesús.32El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios
le dará el trono de David, su padre;33reinará sobre la casa de Jacob por
los siglos y su reino no tendrá fin.»
DECIMO OCTAVO DOMINGO
EN TIEMPO ORDINARIO
(AGOSTO 2, 2015)
"Toda
la comunidad Israelita se quejó en contra de Moisés y Aron…”
Perspectiva Salesiana
Perspectiva Salesiana
Si hay algo peor que las cosas malas que nos
suceden, es invertir nuestro esfuerzo y energía quejándonos de ellas.
Piénsenlo. ¿Quién de nosotros alguna vez realmente
ha logrado mejorar su situación o su suerte en esta vida quejándose de lo que
le ha tocado? Aún así nos quejamos… y para nuestro propio detrimento.
¿Que los Israelitas pasaron una temporada muy dura
en el desierto? Por supuesto que si! Que a pesar de lo mala que fue su vida en
Egipto ¿al menos no tenían “tres comidas y un catre”? Si!. Por el contrario en
el desierto, ¿disfrutaron de alguna comodidad? Pues aparentemente, aparte de la
libertad, no realmente!
Aun así, Dios los había redimido de la esclavitud.
Dios les había otorgado líderes cuya tarea era guiar a los Israelitas hacia la
tierra prometida, un lugar donde emanaba la leche y la miel. Sin embargo, uno
se pregunta ¿de dónde sacaron la idea los Israelitas de que esta caminata, o
esta búsqueda, sería sólo viento en popa? No obstante se quejaron… cosa que aun
ahora parece algo banal o mezquino.
Ahora analicemos esto en lo que concierne a
nosotros mismos. ¿Quién de nosotros no ha sido tentado por el deseo de empezar
a quejarnos cuando las cosas no resultan de la forma que nosotros esperamos,
cuando nuestro trabajo, nuestro matrimonio, nuestras relaciones resultan ser
más difíciles o más exigentes de lo que suponíamos o esperábamos? Y, para ser
totalmente honestos, ¿quién de nosotros puede afirmar que el quejarnos
constantemente de la suerte que nos ha tocado hace que las cosas mejoren? De
hecho las quejas solo hacen nuestra suerte –dolorosamente- más difícil.
Francisco de Sales es muy claro en lo que respecta
a las quejas constantes: “Quéjense lo menos posible de las cosas malas que les
suceden. Que no quepa la menor duda que una persona que se queja está
cometiendo un pecado al hacerlo, dado que el amor propio siempre siente que las
heridas son mucho más graves de lo que realmente son”. (Introducción a la
Vida Devota, Parte III, Capítulo 3)
Entonces, ¿esto significa que nunca debemos
plantear una duda, un problema o una queja? No, pero debemos ser sensatos en
cuanto a las personas a quienes escogemos para comentar nuestras inquietudes.
Francisco decía: “no se quejen con personas irascibles o criticonas. Si se
presenta un momento justo que amerita que nos quejemos con alguien, ya sea para
subsanar una ofensa cometida, o simplemente para restaurar la tranquilidad de
nuestro espíritu, debemos hacerlo con alguien que sea equilibrado y que
verdaderamente ame a Dios. De lo contrario en vez de calmar sus mentes ellos
ocasionarán problemas peores, y en vez de ayudarles a sacar la espina que les
está haciendo daño la clavarán aun más profundamente en sus pies”(Ibid).
No cabe duda que Dios escucha el clamor de quienes
se quejan. Pero si somos sinceros, ¿Acaso no hay mejores formas de utilizar la
palabra…. y mejores cosas en que ocupar nuestras vidas?
El Padre Michael S. Murray, OSFS es el Director
Principal del Centro Espiritual De Sales.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario