Hoy se celebra a la Beata Laura Vicuña,
protectora de la dignidad y pureza de la mujer
ROMA, 22 Ene. 15 / 12:01 am (ACI).- “Gracias Jesús, gracias María",
fueron las últimas palabras que pronunció la Beata Laura Vicuña, cuya fiesta se
celebra cada 22 de enero. Ofreció su vida a Dios para que su mamá se
convierta y deje de convivir con un hombre que incluso las maltrataba e intentó
sobrepasarse con la pequeña beata.
Laura Vicuña Pino nació en Santiago (Chile), en 1891. Su padre
pertenecía a unafamilia aristocrática de gran influencia política y alto nivel social. Su
madre, en cambio, era de condición humilde.
Por ese tiempo se da una revolución en Chile. La familia tiene que huir
de la capital y refugiarse a 500 Km de distancia. El papá muere y la madre
queda en la indigencia a cargo de dos niñas, Laurita de dos años y Julia. Las
tres emigran hacia Argentina y la madre, Mercedes, empieza a convivir con
Manuel Mora.
En 1900, Laura ingresa como interna en el Colegio de las Hijas de María
Auxiliadora en Junín de los Andes. Al poco tiempo empieza a destacar por su
devoción y sueña con ser religiosa.
Cierto día escuchó de la maestra que a Dios le disgustan mucho los que
conviven sin casarse y Laurita cayó desmayada por el susto. En la siguiente
clase, cuando la profesora volvió a tocar el tema de la unión libre, la pequeña
beata empezó a palidecer.
Laura comprende la situación en que vive su madre y a su tierna edad
siente mucho dolor cuando Dios es ofendido. No se resiente con su madre, sino
que, en cambio, decide entregar su vida a Dios para que su mamá se salve.
La beata le comunica su plan al confesor, el sacerdote salesiano
Crestanello, quien le dice: "Mira que eso es muy serio. Dios puede
aceptarte tu propuesta y te puede llegar la muerte muy pronto". Pero Laura
continuó resuelta con su ofrenda.
El día de su primera comunión, a sus diez años, se ofrece a Dios y es
admitida como “Hija de María”. Sin embargo, en su casa, Mora trata de manchar
la virtud de Laura y ella valientemente se resiste muchas veces con la fuerza
derivada de la fe auténtica.
El hombre la botó de la casa, la hizo dormir a la intemperie y dejó de
pagarle la escuela. Pero las Hijas de María Auxiliadora la aceptan
gratuitamente. Un día Laurita vuelve a casa y Mora la golpea salvajemente.
En pleno invierno se produce una inundación en la escuela y Laura,
ayudando a salvar a las más pequeñas, pasa horas con los pies en el agua
helada. Se enferma de los riñones con grandes dolores y su madre se la lleva a
casa, pero no se recupera.
Al entrar en agonía, la beata dice: "Mamá, desde hace dos años
ofrecí mi vida a Dios en sacrificio para obtener que tu no vivas más en unión
libre. Que te separes de ese hombre y vivas santamente".
Mercedes, llorando, exclamó: “¡Oh Laurita, qué amor tan grande has
tenido hacia mí! Te lo juro ahora mismo. Desde hoy ya nunca volveré a vivir con
ese hombre. Dios es testigo de mi promesa. Estoy arrepentida. Desde hoy
cambiará mi vida”.
La beata manda llamar al confesor y le dice: “Padre, mi mamá promete
solemnemente a Dios abandonar desde hoy mismo a aquel hombre”. Entonces, mamá e
hija se abrazaron llorando.
El rostro de Laura cambió por completo y se tornó sereno y alegre porque
sintió que cumplió su misión en la tierra. Recibe la unción de los enfermos, el
viático y besa varias veces el crucifijo.
A su amiga que reza con ella le dijo: “¡Qué contenta se siente el alma a
la hora de la muerte, cuando se ama a Jesucristo y a María Santísima!” Luego,
mirando la imagen de la Virgen, agradece alegremente a Jesús y María y parte a
la Casa del Padre un 22 de enero de 1904.
La mamá tuvo que cambiarse de nombre y disfrazarse para salir de la
región porque Manuel Mora la perseguía. El resto de su vida Mercedes llevó una
vida santa.
Este año se cumplen 25 años de la beatificación de Laura Vicuña,
celebrada por San Juan Pablo II en 1988. En esa ocasión, el Papa peregrino dijo: “La suave figura
de la Beata Laura… a todos enseñe que, con la ayuda de la gracia, se puede
triunfar sobre el mal”.
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