Es deber de la Iglesia predicar la verdad del Evangelio
Mons. Domingo Salvador Castagna
Viernes
23 Ene 2015 | 10:13 am Corrientes (AICA): En
el diálogo con la ciencia y la cultura, la fe ofrece la oportunidad de un
lenguaje que hace inteligible, a este mundo contradictorio, el contenido de
verdad que la predicación apostólica conserva y transmite. Hoy es la Iglesia la
que heredó esa misión y es su deber presentar a Cristo, haciendo inteligible a
los hombres la Buena Nueva, dice Mons. Domingo Castagna, arzobispo emérito de
Corrientes, al comentar el evangelio del próximo domingo.
En el diálogo con la ciencia y la cultura, la fe
ofrece la oportunidad de un lenguaje que hace inteligible, a este mundo
contradictorio, el contenido de verdad que la predicación apostólica conserva y
transmite. Hoy es la Iglesia la que heredó esa misión y es su deber presentar a
Cristo, haciendo inteligible a los hombres la Buena Nueva, dice Mons. Domingo
Castagna, arzobispo emérito de Corrientes, al comentar el evangelio del próximo
domingo. A continuación el texto de su propuesta para la homilía dominical del
tercer domingo durante el año.
Se
ha cumplido el tiempo
El cumplimiento del tiempo alcanza a todos. Jesús lo anuncia para urgir un
cambio en serio, impostergable. "El tiempo se ha cumplido: el Reino de
Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia". (Marcos 1,15)
Comienza en soledad, pero, de inmediato selecciona a sus colaboradores que, por
la misión que les encomienda, pasan a ser "pescadores de hombres" (v
17). Sin dudas su misión tiene en cuenta a todo el hombre y a todos los hombres
como seres relacionados con Dios y entre ellos. Para lograr el cumplimiento de
esa vocación esencial requiere un sano ejercicio de la libertad. El mal,
contraído por el hombre al hacerse responsable del pecado, enfermó gravemente
la libertad y, por lo mismo, la hizo incapaz de establecer una relación
correcta con Dios y con las demás personas. El egoísmo, como incapacidad de
amor, está instalado en los corazones y presenta severa batalla al auténtico
ejercicio de una libertad saneada por la Redención. La constante exhortación a
salirse de sí -o "convertirse"- no es otra cosa que desmontar el
egoísmo para que el amor relacione auténticamente a las personas entre
sí.
Intromisión
de lo religioso en lo profano
Lo que en otros tiempos disponía de un lenguaje reconocido, suena hoy a extraño
aunque igualmente resistido. Llamar a la conversión, abandonar un
comportamiento evaluado como nocivo desde el Evangelio -considerado "Buena
Nueva" por Jesús- es calificado como intromisión indebida de lo religioso
en la vida profana. De esa manera se entiende la existencia de una doble moral:
la inspirada por la fe en la Buena Nueva y la que se considera sin fe ni
religión; me refiero a la ausencia de toda referencia trascendente y, por lo
mismo, emancipada de Dios. Contentaría al mundo vasto y plural del agnosticismo
si me empeñara en no emplear el lenguaje preciso con el que Jesús dice lo que
dice. La gente inteligente, que es humilde, entiende a Jesús cuando emplea los
términos de la Escritura Santa. Así aprenden a predicar los Apóstoles y la
Iglesia que los sucede. ¿Por qué no llamar pecado al pecado y "voluntad
del Padre" a la ley moral que, por lo mismo, es siempre actual y
universal? No tenemos otro lenguaje que el de Jesús para suscitar la conversión
al Reino de Dios, ya presente desde la Resurrección.
El lenguaje de la fe
En el diálogo con la ciencia y la cultura, la fe ofrece la oportunidad de un
lenguaje que hace inteligible, a este mundo contradictorio, el contenido de
verdad que la predicación apostólica conserva y transmite. Hoy es la Iglesia la
que ha heredado la misión apostólica y la desempeña. Es su deber presentar a
Cristo, haciendo inteligible a los hombres la Buena Nueva. Existen términos que
no pueden ser reemplazados sin distorsionarlos. La catequesis comienza siendo
un aprendizaje de ellos, para que sean los naturales pedagogos en el desarrollo
de la fe. Iniciados en el encuentro con Cristo, legítimamente anunciado, los
creyentes avanzan hacia el conocimiento de toda la Verdad. Es comprensible que,
en quienes no se ha producido este proceso, el Evangelio resulte intraducible.
La torpeza intelectual exhibida en el tratamiento de algunos temas referidos a
la fe católica por parte de algunos comunicadores sociales, da a entender la
ausencia de un conocimiento exegético elemental para interpretarlos
correctamente. No obstante ocupan, en cómoda posesión, los principales medios
de comunicación.
Jesús es la Verdad
Los Apóstoles predican la "Buena Nueva" y no intentan emplear un
lenguaje diverso del de Jesús. El lenguaje no se limita al empleo de una lengua
sino al contenido de Verdad que comunica. En este caso el anuncio se identifica
con la Verdad anunciada, vale decir, con la Persona del Verbo. El contenido de
la Verdad es Jesucristo. Predicar el Evangelio es señalar a Cristo presente
como lo hizo Juan el Bautista. Una presencia operante que se constituye en
redención, en perdón de los pecados y en restablecimiento de los valores
afectados por el mal original.+
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