EL SEXTO DIA
Su Espíritu de
Recogimiento
Sería imposible
expresar la diligencia con la que Francisco de Sales atendía su alma. Él se
examinaba cuidadosamente y aun cuando se tratara de las culpas más triviales y
las más pequeñas imperfecciones, y resolvía firmemente enmendarlas porque él
había declarado la guerra en contra de todo aquello que le impidiera hacerse
más placentero a los ojos de Dios. Él se mantuvo bajo una disciplina y una
custodia tan constante, que raras veces hizo algo presuroso o inadvertidamente.
Su alma estaba continuamente en Presencia de Dios, y este hábito estaba tan
firmemente establecido en él, que todos sus pensamientos, palabras y obras eran
una continuación del pensamiento, el habla y las obras en Dios, por Dios, y de
acuerdo con la Voluntad de Dios.
Así como un
bálsamo se derrite y se hace líquido cuando el calor del fuego actúa sobre él,
el corazón de Francisco, siendo secretamente derretido por el fuego del Amor
Divino que ardía en él, flotó hacia ese amor con un gusto inefable. Era así que
sus ojos, su frente, su continencia y su ser esparcían la fragancia de la
Divina Presencia en el extranjero; para que dondequiera que él entrara aquellos
que estuvieran presentes sintieran que Dios había entrado junto con él. (Pere
de la Riviere)
Un Ramillete Espiritual
No olvides, O
Pilotea, de entregarte frecuentemente a la soledad de tu corazón cuando estés
ocupada con otros asuntos y con la sociedad de otras personas. La soledad
espiritual no se encuentra en las cosas que están a tu alrededor, porque estas
cosas no están dentro de tu corazón, sino fuera de ti; así pues, tu corazón
puede llenarse en soledad con Dios. (Vida Devota, Parte II, cap. XII.)
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