Hoy la Iglesia celebra el nacimiento de San
Juan Bautista, el "Profeta del Altísimo"
REDACCIÓN CENTRAL, 24 Jun. 15 / 12:03
am (ACI).-
“La Iglesia celebra el nacimiento de Juan como algo
sagrado y él es el único de los santos cuyo nacimiento se festeja”, explicaba
el Obispo San Agustín (354-430) en sus sermones ya en los primeros siglos del
cristianismo.
“Juan
viene a ser como la línea divisoria entre los dos Testamentos, el antiguo y el
nuevo. Así lo atestigua el mismo Señor, cuando dice: La ley y los
profetas llegaron hasta Juan”, añadía el Santo Doctor de la Iglesia.
San
Juan Bautista nació seis meses antes de Jesucristo. En el primer capítulo de
San Lucas se narra que Zacarías era un sacerdote judío casado con Santa Isabel
y no tenían hijos porque ella era estéril. Estando ya de edad muy avanzada, el
ángel Gabriel se le apareció a Zacarías de pie a la derecha del altar.
El
mensajero divino le comunicó que su esposa iba a tener un hijo, que sería el
precursor del Mesías, y a quien pondría por nombre Juan. Zacarías dudó de esta
noticia y Gabriel le dijo que quedaría mudo hasta que todo se cumpla.
Meses
después, cuando María recibió el anuncio de que sería madre del Salvador, la
Virgen partió a ver a su prima Isabel y se quedó ayudándole hasta que nació San
Juan.
Así
como el nacimiento del Señor se celebra cada 25 de diciembre, cercano al
solsticio de invierno (el día más corto del año), el nacimiento de San Juan es
el 24 de junio, alrededor del solsticio de verano (el día más largo). Así,
después de Jesús los días van a más y después de Juan, los días van a menos
hasta que vuelve “a nacer el sol”.
La
Iglesia señaló estas fechas por el siglo IV con la finalidad de que se
superpongan a dos fiestas importantes del calendario greco-romano: “día del
sol” (25 de diciembre) y el “día de Diana” en el verano, cuya fiesta
conmemoraba la fertilidad. El martirio de San Juan Bautista se conmemora cada
29 de agosto.
El
Profeta del Altísimo
El
24 de junio de 2012, con ocasión de esta fiesta, el entonces Papa Benedicto XVI afirmó
que el ejemplo de San Juan Bautista, llama a los cristianos “a convertirnos, a
testimoniar a Cristo y anunciarlo a tiempo y contra el tiempo”.
En
sus palabras previas al rezo del Ángelus, recordó la vida de San Juan Bautista e indicó que “si se
excluye la Virgen María, el Bautista es el único santo de quien la liturgia
festeja el nacimiento, y lo hace porque está estrechamente relacionado con el
misterio de la Encarnación del Hijo de Dios”.
“Desde
el seno materno, en efecto, Juan es el precursor de Jesús: su prodigiosa
concepción es anunciada por el Ángel a María como signo de que “nada es
imposible a Dios”.
Benedicto XVI recordó
que “el padre de Juan, Zacarías, marido de Isabel, pariente de María, era
sacerdote del culto judío. Él no creyó enseguida al anuncio de una paternidad
ya inesperada y por este motivo quedó mudo hasta el día de la circuncisión del
niño, al cual él y su mujer le dieron el nombre indicado por Dios, es decir
Juan, que significa ‘el Señor hace gracia’”.
“Animado
por el Espíritu Santo, Zacarías habló así de la misión del hijo: ‘y tú niño
serás llamado Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor preparando
sus caminos, para hacer conocer a su Pueblo la salvación mediante el perdón de
los pecados’”.
Explicó
que “todo esto se manifestó 30 años después, cuando Juan bautizaba en el río
Jordán, se puso a bautizar, llamando a la gente a prepararse, con aquel gesto
de penitencia, a la inminente venida del Mesías, que Dios le había revelado
durante su permanencia en el desierto de Judea”.
“Cuando
un día, desde Nazaret, viene Jesús mismo para hacerse bautizar, Juan primero
rechazó, pero luego aceptó, y vio el Espíritu Santo posarse sobre Jesús y oyó
la voz del Padre celeste que lo proclamaba su Hijo”.
El
Santo Padre explicó que la misión de San Juan Bautista no se había cumplido
hasta entonces, pues “poco tiempo después, se le pidió que anticipara a Jesús
también en la muerte violenta. Juan fue decapitado en la cárcel del rey Herodes
y así dio pleno testimonio del Cordero de Dios, a quien él, primero que todos,
había reconocido e indicado públicamente”.
Benedicto
XVI también recordó que "la Virgen María ayudó la anciana pariente Isabel
a llevar hasta el último la concepción de Juan". "Ella ayude a todos a
seguir a Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios, que el Bautista anunció con gran
humildad y ardor profético", concluyó.
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