martes, 3 de febrero de 2015

EL SILENCIO DEL PAPA FRENTE AL FALLECIMIENTO DE NISMAN

Por qué calla el Papa ante la muerte de Nisman
Por: Sergio Rubin

Si un líder exitoso es -ante todo- aquel que sabe cuándo debe ser audaz y cuándo debe ser prudente, está claro que el Papa Francisco optó por la segunda virtud política tras la impactante muerte del fiscal argentino Alberto Nisman, al preferir el silencio. Y precisamente por ser Jorge Bergoglio un hombre de indudable talento político es que su prudencia invita a saber interpretarla. En otras palabras, a saber leer su silencio. A “escuchar” que dice cuando no dice. Al fin de cuentas, la Iglesia suele decir muchas cosas con sus palabras, pero también con sus silencios.

En principio, el silencio papal tiene una explicación formal: su protagonista es el principal líder espiritual mundial y, a la vez, un jefe de Estado. Ello implica que no debe opinar en todo momento de todo lo que sucede en el mundo, a no ser que tenga una razón (humanitaria o religiosa) fundada y abrigue una cuota de esperanza de que su palabra pueda contribuir al bien común, y sin que ello implique una intromisión indebida en la vida de un país, aunque sea el suyo. En todo caso, hay quienes interpretan esta premisa de modo más restrictivo y otros, no.
Francisco -que se cuenta, sin dudas, en el segundo grupo- fue en los últimos tiempos pasible de críticas con sordina de algunos de sus compatriotas –críticos del Gobierno-, que consideran que es demasiado benévolo con Cristina. Pero es evidente que el Papa arriesgó su prestigio en aras de que la presidenta termine de la mejor manera su mandato para bien de todos los argentinos, en especial de los que menos tienen que son los que más sufren las crisis. Al fin de cuentas, no puede permitir que su país se “incendie”.
Otra cosa es que el Papa opine sobre un hecho tan poco claro como la muerte del fiscal. Porque, más allá de su condición de líder espiritual y jefe de Estado, y de su preocupación por el bien común, está frente a un caso que constituye -al menos en su faz inicial- un gran enigma. Y el hecho de que muchos argentinos crean que Nisman fue víctima de un asesinato o un “suicidio inducido” no cambia las cosas. Obviamente, no puede asentarse en conjeturas, como irresponsablemente lo hizo la presidenta.
En definitiva, esto es lo que -palabras más, palabras menos- explicó una fuente cercana al pontífice. Es obvio: la palabra del Papa no puede ser un aporte a la confusión general. Acaso lo único que puede caber son las condolencias a los deudos y una demanda de esclarecimiento, que ya fueron hechas por los obispos argentinos, como también recordó la fuente. De paso, el Papa respetó a la Iglesia argentina que, en definitiva, tiene la responsabilidad primaria de hablar si lo considera prudente.
Sin embargo, no faltaron especulaciones sobre una supuesta intervención del Papa. Se dijo que Francisco había llamado al presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti; que le había enviado una carta a la presidenta; que había redactado un mensaje para la opinión pública… Todo eso fue desmentido, sea en las cercanías del pontífice, sea por el embajador argentino ante la Santa Sede, Eduardo Valdés. ¿Ansiedad periodística? ¿Operación política?
Para colmo, el oficialismo no pierde ocasión de intentar usar políticamente al Papa. Recientemente hizo correr que la nominación de Roberto Carlés para ocupar una vacante en la Corte era impulsada por Francisco, en base a unos encuentros que el jurista tuvo con el pontífice en el Vaticano. Dicen que hasta el propio Carlés -otrora crítico de Bergoglio- motorizó la mendaz versión. No merece Francisco, que tanto apuntaló al Gobierno, esa actitud.
Finalmente, acaso hay en el silencio del Papa un intento de reservarse para los meses que restan hasta el final del mandato de Cristina. Porque no faltan quienes creen que la muerte de Nisman luego de haber acusado a Cristina de encubrir a los autores del atentado la mutual judía, en 1994, que se cobró 85 vidas, es el comienzo de una serie de situaciones conmocionantes, con o sin costo en vidas humanas.
Es que Francisco es la última esperanza de recambio de gobierno ordenado y de paz social. Y él lo sabe.
 

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