Papa Francisco explica las tres
características de los que se arrepienten de sus pecados
VATICANO, 16 Dic. 14 / 09:58 am (ACI).- Quedan pocos días para que llegue laNavidad, y la Liturgia de la Palabra de estos días de Tiempo
de Adviento así
lo indican. El Papa Francisco ha aprovechado la Misa de
hoy en Santa Marta para hablar de la humildad y de los que se arrepienten y
confían en Dios.
Los
que se arrepienten de sus pecados son los que pertenecen al “pueblo de Dios”
que posee las “tres características” de “humildad, pobreza, confianza
en el Señor”. No obstante, están también los que “no han aceptado la
corrección, no han confiado en el Señor”.
“Si
tu corazón no es un corazón arrepentido, si no escuchas al Señor, no aceptas
las correcciones y no confías en Él, tienes un corazón no arrepentido”, ha
expresado el Pontífice.
La
humildad salva al hombre y la soberbia le hace perderse. Así, la verdad está en
el que acepta la corrección y confía en Dios. Al contrario, el soberbio es
también arrogante, cerrado e impermeable a la voz de Dios.
Francisco
ha comentado el pasaje del profeta Sofonías y el Evangelio de hoy. Los dos
textos hablan de un juicio que tiene como resultado la salvación o la condena.
“Estos
no pueden recibir la salvación. Ellos están cerrados a la salvación. ‘Dejaré en
medio de ti un pueblo humilde y pobre; confiará en el nombre del Señor’ para
toda la vida.
Y esto hasta hoy, ¿no? Cuando vemos al santo pueblo de Dios que es humilde, que
tiene sus riquezas en la fe en el Señor, en la confianza en el Señor – el
pueblo humilde, pobre, que confía en el Señor: y estos son los salvados y éste
es el camino de la Iglesia ¿no? Debe ir por este camino, no por otro
camino que no escucha la voz, que no acepta la corrección y no confía en el Señor”.
El
Evangelio, por su parte, habla de los dos hijos que son invitados por el padre
a trabajar en la viña. Uno lo rechaza pero después se arrepiente y va, el otro
le dice “sí” al padre pero después no trabaja. Jesús pone esta parábola a los
jefes del pueblo como ejemplo de lo que ellos mismos hacen.
Estos
hipócritas que se escandalizaban de esto que dice Jesús sobre los publicanos y
las prostitutas, pero luego, a escondidas, iban a buscarlos o para desahogar
sus pasiones o para hacer negocios –pero todo a escondidas– eran puros. Y a
estos el Señor no los quiere.
Este
juicio “nos da esperanza”, ha dicho el Papa, que ha contado la historia de un
santo que pensaba haberle dado todo al Señor:
“Escuchaba
al Señor, hacía todo según su voluntad, daba al Señor y el Señor: ‘Pero tú
todavía no me has dado una cosa’. Y el pobre era tan bueno y dice: ‘Pero Señor,
¿qué cosa no te he dado?’ Te he dado mi vida, trabajo para los pobres, trabajo
para la catequesis,
trabajo aquí, trabajo allá…’ ‘Pero tú no me has dado algo todavía’. ¿Qué,
Señor?’ ‘Tus pecados’. Cuando nosotros seamos capaces de decir al Señor:
‘Señor, estos son mis pecados – no son de aquel, de aquel…son los míos. Tómalos
Tú y así yo estaré salvado– cuando nosotros seremos capaces de hacer esto,
nosotros seremos aquel hermoso pueblo, ‘pueblo humilde y pobre’, que confía en
el nombre del Señor. El Señor nos conceda esta gracia”.
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