Las apariencias engañan también en Navidad
Monseñor Jorge Lozano (*)
El Litoral DyN
La sociedad en la cual vivimos está marcada por las apariencias más que por las
realidades. Es común confundir maquillaje con belleza, ideas con realidades,
limosna con solidaridad, preocupación con compromiso, discurso con verdad.
La Navidad es evocación y celebración de un acontecimiento único e irrepetible:
Dios se hace uno de nosotros, se "hace carne", y habita humano entre
la humanidad. Es un hecho tan único como irrepetible. Se puede no tener fe
cristiana y no dar crédito al acontecimiento. Pero si somos creyentes en el
Evangelio, eso es lo que celebramos.
No hay Navidad sin encarnación. No hay Navidad sin Jesús. No hay Navidad sin
hermanos. No hay Navidad sin compromiso por la Justicia y la Paz. No hay
Navidad sin oración. No hay Navidad sin buenas noticias para los pobres.
¿Y en concreto, qué? Te invito a pasar de la Navidad del "¿qué me
pongo?" a la del "¿qué puedo dar?". De la Navidad del "¿qué
comemos?" a la del "¿quiénes tienen hambre cerca de aquí?".
A Dios lo encontramos en los pobres, los que sufren, los excluidos. Entre ellos
anduvo Jesús. ¿Dónde pensás que debemos estar sus discípulos? El Papa
Francisco nos impulsa a ir con la buena noticia del amor de Dios a las
periferias geográficas y existenciales. Las geográficas son las distancias a
las cuales no llega el agua potable, la cloaca, el gas. Tampoco se acerca el
colectivo o el tren. Muchas veces tampoco hay parroquia o capilla. Allí no
llegan los servicios y avances que sí hay en otros barrios.
Las periferias existenciales están relacionadas con experiencias de 'otras
distancias', cuando no llega el consuelo, el trabajo digno, el sentido de la
vida. Antes llega la droga, el alcoholismo, la violencia doméstica, la
prostitución para la sobrevivencia o la aberración de la trata.
Muchos están allí sea porque se hayan ido o los haya expulsado la sociedad. No
son tiempos para cuidar los zapatos; hay que meterse en el barro sin miedo a
mancharse. No es tiempo de cristianos tilingos o petiteros que quieran estar de
punta en blanco sin que les roce siquiera el dolor ajeno.
El Papa nos está dando ejemplos de compromisos con la paz. Los llamados
permanentes que realiza a tener en cuenta a los pobres y excluidos son una
muestra de ello.
El reinicio de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos ha
encontrado en Francisco un facilitador comprometido con la cultura del
encuentro, un artesano en tender puentes. No se hace el distraído. No busca
excusas en la cantidad de cosas que tiene que hacer, que son muchas. Señala con
claridad la globalización de la indiferencia y la idolatría del dinero.
A veces vemos en el subte o colectivo gente que se hace que duerme para no dar
el asiento a una mujer embarazada o alguna persona mayor. Son como caracoles
guardados o tortugas de invierno.
La Navidad quiere despabilarnos, despertarnos del letargo letal de la comodidad
individualista para hacernos (transformarnos/convertirnos) cercanos y
solidarios con todos.
San Juan de la Cruz nos dice: "En el atardecer de la vida seremos juzgados
en el amor". Una vez quitadas las cosas que sobran, queda como valor
fundante el amor y todo lo que en el amor
fecunda: la justicia, la solidaridad, la paz la ternura, la oración.
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