TERCER DOMINGO DE ADVIENTO (Diciembre 14, 2014)
“El dejo de ser testimonio para testificar sobre la luz, para que todos puedan creer a través de él”
Perspectiva Salesiana
En la lectura del Evangelio para el día de hoy hemos escuchado una reiteración de la predicación de San Juan Bautista que fue anunciada previamente en las lecturas de la semana pasada. En el Evangelio de hoy escuchamos de nuevo, una y otra vez, la afirmación clara, cierta y firme de que él no es el Mesías, él ofrece testimonio sobre la luz, pero él no es la luz misma.
Juan rechaza el título de Mesías, asegura que no es Elías, ni el profeta y nos dirige a Cristo. Este tema sale a relucir en la canción del ciervo hallada en la primera lectura de Isaías y tuvo una influencia enriquecedora en la Cristología del Nuevo Testamento y en el ministerio de Jesús.
Francisco de Sales considera a Juan Bautista como uno de los grandes santos, porque su vida y misión no estaban enfocadas en acaparar la atención de las personas, sino en encaminarlas hacia otra persona. En su sermón para el Segundo domingo de Adviento, el doctor del amor habla de Juan Bautista en los siguientes términos: “él no quería reunir discípulos para sí mismo, sino para su Maestro, a cuya escuela él los envía para que puedan recibir sus enseñanzas personalmente”. (“Los Sermones de San Francisco de Sales para el Adviento y la Navidad,” editados por Lewis S. Fiorelli OSFS)
Juana De Chantal habla sobre el ejemplo de humildad que debe ser Juan Bautista para nosotros. “yo diría que San Juan nunca hablo de forma más admirable que cuando se le pregunto quién era él, porque siempre refutaba los títulos que se le daban a través de una negativa humilde, y cuando fue obligado a responder positivamente él dijo que era solo una voz, fue casi como decir que él no era nada; la palabra en la verdad, algo digno de un profeta, y de los grandes entre ellos. […].” (“Exhortación XV”, Santa. Juana, Francés Frèmyot De Chantal: Sus Exhortaciones, Conferencias e Instrucciones, Traducidas por Katherine Brègy)
En esta temporada santa de Esperanza y Expectativa, podemos enfocar nuestra atención en el modelo de Juan Bautista quien dedicó su vida a enseñar el camino para llegar a Cristo. En nuestra “peregrinación terrenal” matutina en camino a la plenitud del Reino, nuestra vida, y nuestra testificación de Cristo no debe tener como objetivo dirigir la atención de otros hacia nosotros, por el contrario, debe llevarnos y a los demás a conocer y a encontrar a Cristo. Igual que Juan, nosotros somos Sus mensajeros y embajadores.
En espíritu de humildad, reconocemos que Dios utiliza a cada uno de nosotros como Sus instrumentos para proclamar las Buenas Nuevas.
(Reverendo Mark
Mealey, OSFS trabaja y vive en la Diocesis de Arlington, VA.)
III Domingo de Adviento
Primera Lectura
Isaías 61:1-2, 10-11
1El espíritu del Señor Yahveh está sobre
mí, por cuanto que me ha ungido Yahveh. A anunciar la buena nueva a los pobres
me ha enviado, a vendar los corazones rotos; a pregonar a los cautivos la
liberación, y a los reclusos la libertad;2a pregonar año de gracia de
Yahveh, día de venganza de nuestro Dios; para consolar a todos los que lloran,10«Con
gozo me gozaré en Yahveh, exulta mi alma en mi Dios, porque me ha revestido de
ropas de salvación, en manto de justicia me ha envuelto como el esposo se pone
una diadema, como la novia se adorna con aderezos.11Porque, como una
tierra hace germinar plantas y como un huerto produce su simiente, así el Señor
Yahveh hace germinar la justicia y la alabanza en presencia de todas las naciones.»
Salmo Responsorial
Lucas 1:46-50, 53-54
46Y dijo María: «Engrandece mi alma al
Señor47y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador48porque ha
puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las
generaciones me llamarán bienaventurada,49porque ha hecho en mi favor
maravillas el Poderoso, Santo es su nombre50y su misericordia alcanza de
generación en generación a los que le temen.53A los hambrientos colmó de
bienes y despidió a los ricos sin nada.54Acogió a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
Segunda Lectura
I Tesalonicenses 5:16-24
16Estad siempre alegres.17Orad
constantemente.18En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en
Cristo Jesús, quiere de vosotros.19No extingáis el Espíritu;20no
despreciéis las profecías;21examinadlo todo y quedaos con lo bueno.22Absteneos
de todo genero de mal.23Que El, el Dios de la paz, os santifique
plenamente, y que todo vuestro ser, el espíritu, el alma y el cuerpo, se
conserve sin mancha hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo.24Fiel
es el que os llama y es él quien lo hará.
Evangelio
Juan 1:6-8, 19-28
6Hubo un hombre, enviado por Dios: se
llamaba Juan.7Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la
luz, para que todos creyeran por él.8No era él la luz, sino quien debía
dar testimonio de la luz.19Y este fue el testimonio de Juan, cuando los
judíos enviaron donde él desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle:
«¿Quién eres tú?»20El confesó, y no negó; confesó: «Yo no soy el
Cristo.»21Y le preguntaron: «¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?» El dijo: «No
lo soy.» - «¿Eres tú el profeta?» Respondió: «No.»22Entonces le dijeron:
«¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué
dices de ti mismo?»23Dijo él: «Yo soy voz del que clama en el desierto:
Rectificad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.»24Los
enviados eran fariseos.25Y le preguntaron: «¿Por qué, pues, bautizas, si
no eres tú el Cristo ni Elías ni el profeta?»26Juan les respondió: «Yo
bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis,27que
viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su
sandalia.»28Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde
estaba Juan bautizando.
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