Papa Francisco alienta coherencia de
liturgia y vida en 50° aniversario de primera Misa en italiano
Por Alvaro de Juana
El Papa Francisco llega a la iglesia de Todos los Santos en Roma donde
celebró Misa esta tarde. Foto Martha Calderón / ACI Prensa
VATICANO, 07 Mar. 15 / 01:12 pm (ACI/EWTN Noticias).- Se cumplen 50 años de la celebración de la
primera Misa en
italiano según la renovación de las normas litúrgicas del Concilio Vaticano II.
El Papa Francisco quiso recordar esta fecha con una misa en la Parroquia de
Ognissanti, en Roma, el sábado por la tarde, en el mismo templo en el que tuvo
lugar esa primera Eucaristía que celebró Pablo VI el 7 de marzo de 1965.
Para
explicar mejor por qué se dejó el latín en la liturgia, Francisco aludió al episodio
del Evangelio en el que Jesús se enfrenta a los mercaderes del templo en
Jerusalén, donde dijo “¡No hagáis de la casa de mi Padre un mercado!”.
“Esta
expresión no se refiere solamente al mercadeo que se practicaba en el patio del
templo. Se refiere también a un cierto tipo de religiosidad. El gesto de Jesús
es un gesto de 'limpieza', de purificación, y la actitud que Él desautoriza se
puede obtener de los textos proféticos, según los cuales a Dios no le gusta un
culto exterior hecho de sacrificios materiales y basados en los propios
intereses. Es el reclamo al culto auténtico, a la correspondencia entre
liturgia y vida;
un reclamo que vale para cada época y también hoy para nosotros”.
El
Pontífice explicó que “la Constitución conciliar Sacrosanctum Concilium define
la liturgia como 'la primera e indispensable fuente a la que los fieles pueden
dibujar el verdadero espíritu santo'. Esto significa reafirmar el lazo esencial
que une la vida de discípulo de Jesús y el culto litúrgico”.
“Esto
no es ante todo una doctrina que comprender, o un rito que cumplir
-naturalmente también es esto- pero, es esencialmente una fuente de vida y de
luz para nuestro camino de fe”.
En
este sentido, “la Iglesia nos llama a tener y promover una vida
litúrgica auténtica, para que exista sintonía entre aquello que la liturgia
celebra y aquello que nosotros vivimos en nuestra existencia”.
El Santo Padre inicia la celebración y fuera de la
Iglesia se sigue la Santa Misa por una pantalla gigante. pic.twitter.com/hjShQ96Rib
“El
discípulo de Jesús no va a la iglesia solo para observar un precepto, para
sentirse bien con un Dios que después no debe ‘molestar’ demasiado; a la
iglesia para encontrarse al Señor y encontrar en su gracia, que obra en
los Sacramentos,
la fuerza de pensar y actuar según el Evangelio”.
El
Papa cree que no se puede entrar en la casa del Señor y ‘redescubrir’, “con
oración y prácticas de devoción, comportamientos contrarios a la exigencia de
la justicia, de la honestidad y de la caridad hacia el prójimo”.
“No
podemos sustituir con ‘homenajes religiosos’ aquello que es debido al prójimo, posponiendo
una verdadera conversión. El culto, las celebraciones litúrgicas, son el ámbito
privilegiado para escuchar la voz del Señor, que guía sobre el camino de la
rectitud y de la perfección cristiana”.
En
su lugar, “se trata más bien de hacer un camino de conversión y de penitencia,
de eliminar de nuestras vidas las escorias del pecado, como hizo Jesús,
limpiando el templo de intereses mezquinos”.
A
propósito del tiempo de Cuaresma en
el que está la Iglesia, el Pontífice comentó que “es el tiempo favorable para
todo esto, es el tiempo de la renovación interior, de la remisión de los
pecados, el tiempo en el que somos llamados a redescubrir el Sacramento de la
Penitencia y de la Reconciliación, que nos hace pasar de las tinieblas del
pecado a la luz de la gracia y de la amistad con Jesús”.
“No
hay que olv la gran fuerza que tiene este sacramento para la vida cristiana: él
nos hace crecer en la unión con Dios, nos hace recuperar la alegría perdida y
experimentar el consuelo de sentirnos personalmente acogidos por el abrazo
misericordioso del Padre.
El
Papa finalizó su homilía con un recuerdo especial a Pablo VI que inauguró en el
mismo templo “la reforma litúrgica con la celebración de la misa en la lengua
hablada por la gente”.
Sus
últimas palabras fueron para los sacerdotes de la Orden Orionista, encargados
de la parroquia. A ellos les dijo que “se encuentran entre estos muros no como
extranjeros, sino como hermanos, capaces de daros voluntariamente la
mano”.
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