miércoles, 25 de marzo de 2015

CUARESMA DIA 36

Anunciación / Imagen de dominio público_Wikipedia_240315

Evangelio: Lucas 1,26-38
A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.” Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: “No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.” Y María dijo al ángel: “¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.” María contestó: “Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. Y la dejó el ángel.
Reflexión:
Como el ángel Gabriel le dice que va a concebir en su seno y dará a luz a un hijo, a quien pondrá por nombre Jesús que salvará a su pueblo porque es el Hijo de Dios. Se trata del anuncio de la concepción virginal de Cristo y del anuncio también de cómo Él salvará a su pueblo.
Es pues un relato en donde se nos nuevamente narra el compromiso de Dios con los seres humanos. De cómo se compromete tanto con ellos que es capaz de compartir su propia carne, que es capaz de compartir su propio destino, que es capaz de involucrarse de tal manera con la raza humana que está dispuesto a convertirse en un mortal como nosotros, asumiendo carne en el seno virginal de Virgen María.
Y la respuesta del hombre no puede ser distinta, primero a la de la gratitud, pero también a la de la generosidad. El amor se paga con amor y si recibimos tanto amor de Dios. Tanto que ha entregado a su propio Hijo para salvación de nuestros pecados, evidentemente nuestra respuesta no puede ser distinta.
Y por eso la respuesta de María es ejemplar y es emblemática y nosotros tenemos que imitarla. “Aquí está sierva del Señor – dice ella – que se haga en mí según tu palabra”. Es decir, nos mostramos disponibles al plan de Dios dejando que Él actúe en nosotros. No por nuestros méritos, no por nuestro medios, o por nuestras capacidades o recursos, sino por su gracia. Es la gracia de Dios la que nos salva.
Fíjense que María dice: “Hágase”. No, “voy a hacer”. No es ella la de la iniciativa, sino que dice: “que se haga, que se haga en mí, que Dios obre en mí como Él cree porque yo no voy a poner ningún obstáculo”.
Nuestra cooperación empieza de esta manera, dejando que el Señor obre en nosotros. Entonces que María sea para nosotros, pues, un ejemplo, una inspiración para cooperar fielmente con el plan dede Dios que sale a nuestro encuentro, con Dios mismo que viene a buscarnos para reconciliarnos, para redimirnos, para llevarnos al Padre.
Que en estos días que aún faltan para el nacimiento de Jesús, en la Navidad, podamos preparar nuestro corazón de esa manera


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