¿Qué son y en qué se basan las indulgencias
en la Iglesia? Una respuesta detallada del Cardenal Piacenza
Cardenal Mauro Piacenza. Foto
Wikipedia Dominio Público
VATICANO, 11 Mar. 15 / 06:53 pm (ACI).- Entre los diversos medios de salvación que ofrece
la Iglesia Católica
están las indulgencias, que pueden ser parciales o plenarias. ¿Qué son? ¿En qué
se fundamentan? ¿Para qué sirven? ¿Pueden obtenerse para otros? A estas y otras
preguntas respondió el Penitenciario Mayor, el Cardenal italiano Mauro
Piacenza, que hace poco pronunció una conferencia sobre el tema.
La Enciclopedia Católica señala
que en el lenguaje teológico se suele usar la palabra indulgencia “en
su sentido original para significar la bondad o el favor de Dios. Pero en el
sentido estricto del término (...) es la remisión del castigo temporal debido
al pecado cuya culpabilidad ha sido ya perdonada” en el sacramento de la
confesión.
El
pasado 9 de marzo en el marco del 26° Curso de Fuero Interno dirigido a sacerdotes
confesores y seminaristas próximos a la ordenación sacerdotal, el Cardenal
pronunció la lectio magistralis “El gran tesoro de las
indulgencias” en donde explicó que estas constituyen “una preciosa síntesis
entre teología y espiritualidad, entre praxis penitencial y solicitud pastoral,
entre doctrina sobre la Misericordia y devoción popular”.
En
el texto enviado a ACI Prensa,
el Purpurado precisa que la conferencia estuvo dividida en tres partes, la
primera de las cuales se titula “Las indulgencias, tesoro de la Misericordia
de Dios para la Iglesia” en la que el Cardenal resalta que el Señor
sobrepasa y excede su perdón “en todo lo posible al mal obrado por el hombre”.
“Podemos
decir que, si Dios es bondad suprema, no es, sin embargo, la bondad como la
conocemos y de la que tenemos experiencia; si Dios es justicia, no es la
justicia como la conocemos: Dios es Amor, pero no el amor del que tenemos
experiencia. Lo mismo vale para el gran misterio de la misericordia. Dios es
misericordia, pero no es la misericordia (...) de la que tenemos experiencia”.
La misericordia
de Dios “es siempre más grande y siempre va ‘más allá’ de cualquier
experiencia humana concreta”.
El
Cardenal Piacenza afirma luego que es Cristo mismo quien confía a la Iglesia la
tarea de establecer la forma de las indulgencias y que para comprender este don
es necesario entender la “distinción teológica entre culpa y pena. Sabemos bien
que la culpa es redimida por la Reconciliación sacramental, mientras
que la pena temporal por los pecados cometidos permanece y exige el
don ulterior de la indulgencia para ser redimida”.
Luego
de comentar que las “indulgencias son incomprensibles para el hombre
secularizado y tambén para aquellos cristianos que, en nombre de la
desmitificación del Cristianismo, lo ha reducido a una doctrina ética”, el
Penitenciario Mayor subrayó que en vez de eso la indulgencia “es
un himno a la libertad, un reconocimiento hasta el fondo de la dignidad del
hombre que, por ser racional, libre y capaz de la voluntad, debe ser
siempre considerado ordinariamente de sus propios actos”.
“Preservando
el tesoro de las indulgencias se preserva entonces la trascendencia de Dios, a
través del reconocimiento humilde a la excedencia de su misericordia se
preserva la dignidad del hombre, que siempre debe ser considerado capaz de
elecciones libres y, por tanto, responsable de los propios actos. Se preserva
también entonces la verdad de la historia, en la cual los actos se realizan y
que, por su naturaleza, en su objetividad factual, se sustraen de cualquier
manipulación”.
La
segunda parte de la conferencia tuvo como título “Las indulgencias, mirada
sobrenatural de la Iglesia y sobre la Iglesia”, en la que el Cardenal
resaltó que “la remisión de las penas temporales puede ser acogida por el fiel
solo por la intervención de la Iglesia” que es ministra de la Redención y Communio
sanctorum (Comunión de los Santos).
“La Iglesia
tiene el poder de redimir los pecados solo porque Dios se ha hecho hombre y porque
el Hijo del hombre tiene el poder, sobre la tierra, de redimir los pecados.
En ese sentido, la acción sacramental de la Iglesia es totalmente relativa
(relacionada) a Cristo y siempre, en ese sentido, la administración del tesoro
de las indulgencias es fiel servicio a la excedente misericordia del misterio”.
Tras
alentar a “superar cualquier forma de reducción inmanentista del Cristianismo y
de la Iglesia”, el Penitenciario aseguró que en la Comunión de los santos,
elemento necesario para entender las indulgencias, están unidos todos los
bautizados: los santos y beatos en el Cielo,
los fieles en la tierra y las almas que se purifican en el purgatorio.
“Esta
es la razón por la que, asumiendo el misterio de la libertad en el tiempo,cualquier
bautizado puede lucrar la indulgencia para sí mismo o puede aplicarla a las
almas purgantes, en razón no de una insostenible sustitución de la libertad
personal, sino por la común vocación a la salvación y los distintos y
complentarios estados en los que se encuentran los bautizados”.
En
cuanto a la libertad de los fieles bautizados que aún están en la tierra, el
Cardenal precisó que todos pueden lucrar u obtener la indulgencia para sí
mismos o para un difunto, “pero nunca para otro hombre que esé todavía
dotado de su libertad, y por tanto llamado a elegir y convertirse
personalmente, a acoger personalmente el don de la misericordia”.
El
Cardenal indicó luego que a la Iglesia le es confiada la tarea de “anunciar al
mundo entero que Jesús es el Señor y que el Hijo del hombre tiene el poder,
sobre la tierra, de redimir los pecados. Solo ese anuncio, que se
convierte en experiencia concreta de redención y de vida nueva, puede renovar la faz de la tierra”.
“El
tesoro de las indulgencias es entonces más eficaz que cualquier reforma humana,
que cualquier intento humano, solo humano, demasiado humano como para cambiar
las cosas. Solo quienes se dejan cambiar por la divina misericordiay,
con humildad, se dejan atraer abundantemente hacia la Iglesia y el tesoro
sobrenatural de las indulgencias, pueden ser el propio destino realmente
cambiado y, con eso, el de la humanidad, a partir de aquella porción de
humanidad que les es más cercana”.
Como
tercer punto de la conferencia, el Cardenal se refirió a “Algunas aspectos
pastorales de las indulgencias”, en el que resaltó la necesidad de una
buena pastoral fundada en una doctrina auténtica para comprender este tema.
El
Purpurado dijo que “en el sacramento de la Reconciliación, el hombre herido por
el pecado y la culpa, deja que Cristo, el Buen Samaritano, se incline sobre él
y vierta aceite y vino en sus heridas, (...) sabiendo que el precio
total de tal Redención ha sido saldado por la Cruz de
Cristo Señor”.
“La
celebración de la Eucaristía con la Comunión sacramental, subraya la dimensión
eclesial de la indulgencia, que exige ser acogida en aquella Comunión
sobrenatural que es don del Espíritu Santo y que, por esto mismo, trasciende
infinitamente toda mera comunión psíquica, alianza humana o simple adhesión
ideológica”.
El
Cardenal Piacenza precisó luego que “la Comunión con la Iglesia es Comunión
con toda la Iglesia, no solo con una parte de ella”.
“Nunca
es aplicable a la Iglesia y, en ella, ni a la doctrina ni a la pastoral, el
criterio de la ‘mayoría simple’. Y esto por dos razones, una histórica y otra
teológica. La histórica es que ¡Cristo no era mayoría! Y aquí la teológica: ¡la
mayoría de la Iglesia son los santos!”
El
Penitenciario Mayor prosiguió explicando que “quien pide a la Iglesia atuar
ante el infinito tesoro de la divina Misericordia, para que sus penas sean
canceladas, lo hace en comunión con la Iglesia extendida en todo el
mundo y con los fieles en Cristo que, en el mundo, unen su propia
oración a la del Señor para obtener la salvación de cada uno”.
Sobre
la oración por el Papa que se exige para obtener una indulgencia, el Cardenal
Piacenza dijo que “esto recuerda a cada uno que la primera tarea de Pedro es la
de rezar por la Iglesia y que quienes piden a la Iglesia el don de la
indulgencia están llamados a unir su oración a la de Pedro, haciéndola así
universal”.
“Rezar
por las intenciones del Santo Padre significa reconocer, indirectamente, el
poder de las llaves, poder al que está sometido directamente el tesoro
de las indulgencias, por la misma voluntad salvífica de Cristo”.
Para
concluir, el Penitenciario Mayor hizo votos para que la Virgen María, Madre de
la Misericordia, “abra las mentes y los corazones de pastores y fieles, para
comprender, acoger, vivir y proponer la experiencia sobrenatural de las
indulgencias y a través de ella, la de la excedencia de Dios, de la realidad
teándrica de la Igñesia y del valor salvífico de cada auténtica propuesta
pastoral y sacramental”.
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