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"Es triste ser creyente sin alegría, y no hay alegría cuando no hay
fe"
Jueves
26 Mar 2015 | 12:35 pm Ciudad del Vaticano (AICA): “No es la
fría doctrina lo que nos da alegría si no la fe y la esperanza de encontrar a
Jesús. Un creyente que no sabe ser feliz es triste”, dijo el Santo Padre, en la
homilía de la misa celebrada esta mañana en la capilla de la Casa Santa Marta.
El papa Francisco centró su reflexión en las lecturas de hoy que relatan la
alegría de Abrahán que se regocija en la esperanza de convertirse en padre,
como le ha prometido Dios.
“No es la fría doctrina lo que
nos da alegría si no la fe y la esperanza de encontrar a Jesús. Un creyente que
no sabe ser feliz es triste”, dijo el Santo Padre, en la homilía de la misa
celebrada esta mañana en la capilla de la Casa Santa Marta.
El papa Francisco centró su reflexión en las lecturas de hoy que relatan
la alegría de Abrahán que se regocija en la esperanza de convertirse en padre,
como le ha prometido Dios. Abrahán es viejo, así como su mujer Sara, pero él
cree, abre ‘el corazón a la esperanza’ lo cual ‘le llena de consuelo’. Jesús
recuerda a los doctores de la ley que Abrahán ‘se regocijó en la esperanza’ de
ver su día ‘y estuvo lleno de alegría’.
Los doctores de la ley, observó el Pontífice, “no entendían la alegría de la promesa; no entendían la alegría de la esperanza; no entendían la alegría de la alianza. ¡No entendían!” Y es que, “no sabían ser felices, porque habían perdido el sentido de la felicidad, que solamente viene de la fe”.
Los doctores de la ley, observó el Pontífice, “no entendían la alegría de la promesa; no entendían la alegría de la esperanza; no entendían la alegría de la alianza. ¡No entendían!” Y es que, “no sabían ser felices, porque habían perdido el sentido de la felicidad, que solamente viene de la fe”.
Por eso, Francisco recordó que “nuestro padre Abraham fue capaz de ser
feliz porque tenía fe: se hizo justo en la fe. Estos habían perdido la fe.
¡Eran doctores de la ley, pero sin fe! Y aún más: ¡habían perdido la ley!
Porque el centro de la ley es el amor, el amor por Dios y por el
prójimo”.
“Sólo tenían un sistema de doctrinas exactas y que precisaban cada día
más que ninguno las tocase. Hombres sin fe, sin ley, unidos a doctrinas que
también les provocaban una postura casuística: se puede pagar los impuestos al
César, ¿no se puede? Esta mujer, que se casó siete veces, cuando vaya al cielo
¿de quién de los siete será esposa?, esta casuística. Este era su mundo, un
mundo abstracto, un mundo sin amor, un mundo sin fe, un mundo sin esperanza, un
mundo sin confianza, un mundo sin Dios. ¡Es por esto que no podían
alegrarse!’
Tal vez, los doctores de la ley -observa el Papa- también podían
divertirse, ‘pero sin alegría’, es más ‘con miedo’. ‘Esta es la vida sin fe en
Dios, sin confianza en Dios, sin esperanza en Dios’. Y ‘sus corazones estaban
petrificados’. ‘Es triste ser creyente sin alegría y la alegría no está cuando
no está la fe, cuando no está la esperanza, cuando no está la ley, sino
solamente las prescripciones, la fría doctrina’.
‘La alegría de la fe, la alegría del Evangelio es el criterio para ver
la fe de una persona. Sin alegría esa persona no es un verdadero creyente.
Volvemos a casa, pero antes hacemos la celebración aquí con estas palabras de
Jesús: ‘Abrahán, su padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se
llenó de alegría’. Y pedir al Señor la gracia de ser regocijados en la
esperanza, la gracia de poder ver el día de Jesús cuando nos encontremos con Él
y la gracia de la alegría’.+
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