«Yo soy el buen pastor y conozco a mis ovejas y ellas me conocen a
mí»
Las
lecturas de este domingo tienen como tema central el amor personal y
concreto que Dios nos tiene a cada uno de nosotros.
En
Hechos de los Apóstoles san Pedro proclama ante el Sanedrín que el enfermo
que pedía en la puerta del Templo (cf. Hch 3,1-10) ha sido curado por
Jesucristo, aquel al que ellos enviaron a la Cruz, y al que Dios resucitó.
En el Salmo
responsorial le damos gracias a Dios y le bendecimos por todo el bien que
nos ha hecho.
San
Juan, en su Primera Carta, nos hace ver que Dios, por amor, nos ha
constituido en hijos suyos. Esto nos ha de llenar de esperanza, porque
cuando resucitemos seremos semejantes a Él.
Y
también san Juan en el Evangelio nos habla del amor de Dios por medio de la
imagen del Buen Pastor, que cuida de sus ovejas porque las quiere, no
porque le paguen por cuidarlas.
Lectura de los Hechos de los Apóstoles 4, 8-12
En aquellos días, Pedro, lleno del Espíritu Santo, dijo: –Jefes del
pueblo y senadores, escuchadme: porque le hemos hecho un favor a un
enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese
hombre. Pues quede bien claro, a vosotros y a todo Israel, que ha sido el
nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien
Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre, se presenta éste sano
ante vosotros.
Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha
convertido en piedra angular; ningún otro puede salvar y, bajo el cielo, no
se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos.
Sal. 117, 1 y 8-9. 21-23. 26 y 28-29 R: La piedra que desecharon los
arquitectos, es ahora la piedra angular
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres;
mejor es refugiarse en el Señor,
que fiarse de los jefes.
Te doy gracias, porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos,
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho
ha sido un milagro patente.
Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor.
Tú eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Lectura de la primera carta del Apóstol San Juan 3, 1-2
Queridos hermanos: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para
llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no
le conoció a Él.
Queridos: ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que
seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque
le veremos tal cual es.
Lectura del santo Evangelio según San Juan 10, 11-18
En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos: –Yo soy el buen Pastor.
El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor
ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el
lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan
las ovejas.
Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen,
igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las
ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las
tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo
Pastor.
Por eso me ama el Padre: porque yo entrego mi vida para poder recuperarla.
Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para
quitarla y tengo poder para recuperarla. Este mandato he recibido del
Padre.
Comentario bíblico de: Fray Miguel de Burgos Núñez
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Iª Lectura: Hechos (4, 8-12): Jesús, piedra angular de la salvación
de Dios
I.1. La
lectura de Hechos, nos muestra la continuidad del discurso que Pedro ya
había comenzado ante la gente, a causa de la curación de un tullido (c. 3).
Ahora el testimonio es ante las autoridades judías que no pueden permitir
que, en nombre de Dios, se hable de Jesús. Esa es la pregunta que les hacen
a los apóstoles: ¿en nombre de quién? Se entiende que en nombre de Jesús,
pero implícitamente es en nombre de Dios, que es quien ha resucitado a
Jesús, que ellos habían condenado injustamente. La relación estrecha entre
Jesús y su Dios es aquí el paradigma teológico sobre el que se construye
nuestro texto. Las autoridades condenaron a Jesús para salvar el “honor” de
su Dios… Pero la respuesta de Dios es radical contraria a los planes que
ellos urdieron, por medio de la resurrección.
I.2. Debemos fijarnos en las veces que aparece el “nombre” (aunque se usa
explícitamente Jesucristo el Nazareno) como elemento decisivo de lo que
Pedro tiene que anunciar: el kerygma, es decir, la muerte y la resurrección
de Jesús. Esto nos recuerda lo que Pablo nos transmite por medio del himno
a los Filipenses: “un nombre sobre todo nombre” (Flp 2,9-10). Al nombre de
Jesús… todo rodilla se doble. La insistencia sobre el nombre es sugerente.
Sabemos que Jesús significa “Dios salva” o “Dios es mi salvador”. Por
tanto, insistiendo en este discurso sobre “el nombre”, se está
reivindicando al “condenado” por ellos, el “proscrito” con su juicio. Ahora
es, a partir de la muerte y la resurrección de Jesús cuando el nombre de
Jesús ejerce todo su quehacer dinámico, salvífico.
I.3.
Dios lo ha convertido en piedra angular según la cita del Salmo 117. Así,
pues, el discurso de Pedro ante las autoridades judías es una acusación a
los “pastores” de ese pueblo que no han sabido o no han querido aceptar que
en Jesús estaba el futuro de la salvación del pueblo. En realidad no han
defendido el honor de Dios, sino que su culpabilidad clama al cielo. Los
pastores que buscaban el celo de Dios han desechado la “piedra angular”. Es
uno de los discurso más duros de los Hechos sobre los responsables judíos.
No se trata, pues, de “antisemitismo”, sino de proclamar la verdad de lo
que le sucedió con Jesús el Nazareno.
IIª Lectura: Iª de Juan (3, 1-2): El amor que nos hace hijos de Dios
II.1. El
texto de la carta de San Juan está en el ámbito auténtico de la teología
joánica, con todas sus características: amor, hijos de Dios, conocer, el
mundo, “ver a Dios”. La carta de Juan está cargada de todos esos términos
que muestran una cosa clara: la comunidad joánica, cristiana, está
enfrentada al mundo. Se han insinuado muchas cosas acerca de las
influencias sobre este escrito. Se ha hablado del “círculo joánico” como un
círculo selectivo, a semejanza con la comunidad de Qumrán. Pero no están
claras estos ascendientes, ni se puede hablar de un mundo exactamente dualista:
amor/odio; luz/tinieblas.
II.2.
También podemos fijarnos en la correlación existente entre “amar” y
“conocer” como si se quisiera decir que el conocer es lo mismo que amar en
este caso. De alguna manera eso es verdad, pero no se trata de un
conocimiento de tipo “gnóstico” como encontramos en los evangelios
apócrifos de Tomás o el publicado ahora de Judas (algunos lo piensan), sino
que hay que tener en cuenta el sentido profundo que el “conocer” tiene en
la Biblia como “experiencia de amor”; es el amor el conocimiento más
profundo.
II.3. En
todo caso, lo más importante es que el Padre nos hace hijos, porque nos
ama. Esta afirmación teológica encierra una densidad religiosa inigualable.
Dios, el Dios de Jesús, el Dios del amor, no se guarda para sí lo divino.
De hecho, se insinúa una promesa todavía más intensa cuando se dice que, en
la “manifestación” de Dios, al final, o en el final de cada uno, todavía
seremos algo más… Esta es la promesa de un Dios, Padre, que quiere
compartir su vida con nosotros; no como los “dioses” de este mundo que no
quieren compartir nada.
Evangelio: Juan (10,1-10). Yo he venido para que tengan vida en
plenitud
III.1.
El evangelio de Juan (10,1-10), nos habla del «buen pastor» que es la
imagen del día en la liturgia de este cuarto domingo de Pascua. Comienza el
evangelio con una especie de discurso enigmático -al menos para los
oyentes-, aunque es un texto bien claro: en el redil de las ovejas, el
pastor entra por la puerta, los ladrones saltan por la tapia. Es una especie
de introducción para las propuestas cristológicas de Juan. Esas
afirmaciones, con toda su carga teológica, se expresan con el lenguaje de
la revelación bíblica, con el «yo soy», que en el evangelio de Juan son de
gran alcance teológico. Está construido, el conjunto, en dos momentos 1)
vv. 1-5 sobre el buen pastor; 2) vv. 7-10 sobre Jesús como puerta.
III.2. En el AT Dios se reveló a Moisés con ese nombre enigmático de “Yhwh”
(Yahvé) (el tetragrámaton divino) (algunos piensan que significa “yo soy el
que soy”, aunque no está claro). Ahora, Jesús, el Señor, según lo entiende
san Juan, no tiene recato en establecer la concreción de quién y de lo que
siente. Y de la misma manera que se ha presentado en otros momentos como la
verdad, la vida, la resurrección, la luz (cf. especialmente el discurso de
revelación de Jn 14), ahora se nos presenta con la imagen del pastor, cuya
tradición veterotestamentaria es proverbial, como nos muestra el hermoso
Salmo 23. Si en este salmo se dice que “el Señor es mi pastor, nada me
falta”, ahora el evangelista hace que Jesús lleve a cumplir ese deseo del
salmista. Jesús, pues, es el que trae lo que nos hace falta para la vida.
El salmo 23 es un poema de confianza; por tanto, las palabras de revelación
del evangelio de hoy hablan a favor de una revelación para la confianza de
los que le oyen y le siguen.
III.3.
La imagen segunda, de la puerta, es la imagen de la libertad y de la
confianza también: no se entra por las azoteas, por las ventanas, a
hurtadillas, a escondidas. Sin puerta no hay entradas ni salidas, ni
caminos ni proyectos. En el Antiguo Testamento se habla de las puertas del
templo: “¡Abridme las puertas del triunfo y entraré para dar gracias al
Señor! Esta es la puerta del Señor: ¡los vencedores entrarán por ella!” (Sal
118,19-20). Las puertas del templo o de la ciudad eran ya el mismo conjunto
del templo o de la ciudad santa (es una metonimia = la parte por el todo).
Por eso dice el Sal 122,2: “ya están pisando nuestros pies tus puertas
Jerusalén”; cf. Sal 87,1-2; 118,21; etc.). Pasar por la puerta era el ¡no
va más! para los peregrinos. Ahora Jesús es como la nueva ciudad y el nuevo
templo para encontrarse con Dios. Porque a eso iban los peregrinos a la
ciudad santa, a encontrarse con Dios. Pero desde Jesús podremos encontrarnos
con Dios escuchando su voz y viviendo su vida allá donde estemos.
III.4.
Jesús en este evangelio se propone, según la teología joánica, como la
persona en la que podemos confiar; por Él podemos entrar y salir para
encontrar a Dios y para encontrar la vida. Quien esté fuera de esa puerta,
quien pretenda construir un mundo al margen de Jesús lo puede hacer, pero
no hay otro camino para encontrarse con el Dios de vida y con la verdad de
nuestra existencia. No es una pretensión altisonante, aunque la afirmación
cristológica de Juan sea fuerte. Eso no quita que debamos mantener un
respeto y una comprensión para quien no quiera o no pueda entrar por esa
puerta, Jesús, para encontrar a Dios. Nosotros, no obstante, los que nos
fiamos de su palabra, sabemos que él nos otorga una confianza llena de
vida.
III.5.
Se habla de un “entrar y salir” que son dos verbos significativos de la
vida, como el nacer y el morir. En Jesús, puerta verdadera de la vida, ésta
adquiere una dimensión inigualable. Por la fórmula de revelación, del “yo”,
se quiere mostrar a Jesús que hace lo contrario de los ladrones que entran
de cualquier manera en la casa, para robar, para matar, para llevarse todo
lo que pueden. Jesús, puerta, “viene” para dar, para ofrecer la vida en
plenitud (v. 10)
Fray
Miguel de Burgos Núñez
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en
Sagrada Escritura
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