Mensaje Pascual del Papa Francisco y
bendición urbi et orbi 2015
Por Alvaro de Juana
VATICANO, 05 Abr. 15 / 06:18 am (ACI/EWTN Noticias).- El Papa Francisco presidió esta
mañana la Misa de
la Pascua de
Resurrección en la Plaza de San Pedro. El Pontífice no tuvo homilía
puesto que después leyó su Mensaje Pascual e impartió la tradicional bendición
Urbi et Orbi (a la ciudad y al mundo).
En
él, el Santo Padre, reconoció que “con su muerte y resurrección, Jesús muestra
a todos la vía de la vida y
la felicidad: esta vía es la humildad, que comporta la humillación”.
A
su vez aseguró que los cristianos “tratamos de vivir al servicio de los demás,
de no ser altivos, sino disponibles y respetuosos. Esto no es debilidad, sino
autentica fuerza”.
Por
otra parte señaló que “quién lleva en sí el poder de Dios, de su amor y su
justicia, no necesita usar violencia, sino que habla y actúa con la fuerza de
la verdad, de la belleza y del amor. Imploremos al Señor resucitado la gracia
de no ceder al orgullo que fomenta la violencia y las guerras, sino que
tengamos el valor humilde del perdón y de la paz”.
Por
ello pidió que Cristo “alivie el sufrimiento de tantos hermanos nuestros
perseguidos a causa de su nombre”, en especial en Irak y Siria. Pidió la paz
también para palestinos e israelíes y el fin de los conflictos en Libia, Yemen,
Nigeria, Sudán del Sur y diversas regiones del Sudán y la República Democrática
del Congo. Se acordó en especial de los 147 universitarios asesinados el pasado
miércoles por terroristas yihadistas en Kenia y pidió también el fin del
conflicto en Ucrania.
Después
del Mensaje, el Papa despidió a los fieles deseándoles una feliz Pascua.
“Lleven a vuestras casas y a los que os encontréis el jubiloso anuncio de que
el Señor ha resucitado, de que es el Señor de la vida”.
Queridos
hermanos y hermanas, ¡Feliz Pascua!
¡Jesucristo
ha resucitado!
El
amor ha derrotado al odio, la vida ha vencido a la muerte, la luz ha disipado
la oscuridad.
Jesucristo,
por amor a nosotros, se despojó de su gloria divina; se vació de sí mismo,
asumió la forma de siervo y se humilló hasta la muerte, y muerte de cruz.
Por esto Dios lo ha exaltado y le ha hecho Señor del universo. Jesús es el
Señor.
Con
su muerte y resurrección, Jesús muestra a todos la vía de la vida y la
felicidad: y esta vía es la humildad, que comporta la humillación. Este es el
camino que conduce a la gloria. Sólo quien se humilla pueden ir hacia los
«bienes de allá arriba», a Dios (cf. Col 3,1-4). El orgulloso mira «desde
arriba hacia abajo», el humilde, «desde abajo hacia arriba».
La
mañana de Pascua, advertidos por las mujeres, Pedro y Juan corrieron al
sepulcro y lo encontraron abierto y vacío. Entonces, se acercaron y se
«inclinaron» para entrar en la tumba. Para entrar en el misterio hay que
«inclinarse», abajarse. Sólo quien se abaja comprende la glorificación de Jesús
y puede seguirlo en su camino.
El
mundo propone imponerse a toda costa, competir, hacerse valer... Pero los
cristianos, por la gracia de Cristo muerto y resucitado, son los brotes de otra
humanidad, en la cual tratamos de vivir al servicio de los demás, de no ser
altivos, sino disponibles y respetuosos.
Esto
no es debilidad, sino autentica fuerza. Quién lleva en sí el poder de Dios, de
su amor y su justicia, no necesita usar violencia, sino que habla y actúa con
la fuerza de la verdad, de la belleza y del amor.
Imploremos
hoy al Señor resucitado la gracia de no ceder al orgullo que fomenta la
violencia y las guerras, sino que tengamos el valor humilde del perdón y de la
paz. Pedimos a Jesús victorioso que alivie el sufrimiento de tantos hermanos
nuestros perseguidos a causa de su nombre, así como de todos los que padecen injustamente
las consecuencias de los conflictos y las violencias que se están produciendo.
Son muchas.
Roguemos
ante todo por la amada Siria e Irak, para que cese el fragor de las armas y se
restablezca una buena convivencia entre los diferentes grupos que conforman
estos amados países. Que la comunidad internacional no permanezca inerte ante
la inmensa tragedia humanitaria dentro de estos países y el drama de tantos
refugiados.
Imploremos
la paz para todos los habitantes de Tierra Santa.
Que crezca entre israelíes y palestinos la cultura del encuentro y se reanude
el proceso de paz, para poner fin a años de sufrimientos y divisiones.
Pidamos
la paz para Libia, para que se acabe con el absurdo derramamiento de sangre por
el que está pasando, así como toda bárbara violencia, y para que cuantos se
preocupan por el destino del país se esfuercen en favorecer la reconciliación y
edificar una sociedad fraterna que respete la dignidad de la persona. Y
esperemos que también en Yemen prevalezca una voluntad común de pacificación,
por el bien de toda la población.
Al
mismo tiempo, encomendemos con esperanza al Señor que es tan misericordioso el
acuerdo alcanzado en estos días en Lausana, para que sea un paso definitivo
hacia un mundo más seguro y fraterno.
Supliquemos
al Señor resucitado el don de la paz en Nigeria, Sudán del Sur y diversas
regiones del Sudán y la República Democrática del Congo. Que todas las personas
de buena voluntad eleven una oración incesante por aquellos que perdieron su
vida ?y pienso muy especialmente en los jóvenes asesinados el pasado jueves en
la Universidad de Garissa, en Kenia?, los que han sido secuestrados, los que
han tenido que abandonar sus hogares y sus seres queridos.
Que
la resurrección del Señor haga llegar la luz a la amada Ucrania, especialmente
a los que han sufrido la violencia del conflicto de los últimos meses. Que el
país reencuentre la paz y la esperanza gracias al compromiso de todas las
partes interesadas.
Pidamos
paz y libertad para tantos hombres y mujeres sometidos a nuevas y antiguas
formas de esclavitud por parte de personas y organizaciones criminales. Paz y
libertad para las víctimas de los traficantes de droga, muchas veces aliados
con los poderes que deberían defender la paz y la armonía en la familia humana. E imploremos la paz para este mundo
sometido a los traficantes de armas, que ganan con la sangre de hombres y
mujeres.
Y
que a los marginados, los presos, los pobres y los emigrantes, tan a menudo
rechazados, maltratados y desechados; a los enfermos y los que sufren; a los
niños, especialmente aquellos sometidos a la violencia; a cuantos hoy están de
luto; y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, llegue la voz
consoladora y sanadora del Señor Jesús: «La paz esté con ustedes». (Lc 24,36).
«No teman, he resucitado y siempre estaré con ustedes» (cf. Misal Romano,
Antífona de entrada del día de Pascua).
Saludos
de Pascua del Santo Padre
Queridos
hermanos y hermanas,
Deseo
dirigir mis augurios de Feliz Pascua a todos ustedes que han venido a esta
plaza de diversos países, como también a cuantos están conectados a través de
los medios de comunicación social.
Lleven
en a sus casas y a quienes encuentran el alegre anuncio que ha resucitado el
Señor de la vida, llevando consigo amor, justicia, respeto y perdón.
Gracias
por su presencia, por su oración y por el entusiasmo de su fe. Un pensamiento
especial y agradecido por el don de las flores, que también este años previenen
de los Países Bajos.
¡Feliz
Pascua a todos!
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