viernes, 24 de julio de 2015

EL CAMBIO SOCIAL QUE QUIERE FRANCISCO

El cambio social que quiere Francisco en América Latina
Por: Sergio Rubin
 Valores Religiosos, 24 de julio de 2015.
SERGIO RUBIN
Más allá de la vitalidad espiritual que le inyectó a la comunidad católica, la reciente gira del papa Francisco por sudamérica, vista en su conjunto, permite apreciar una unidad en su mensaje sobre cuestiones políticas, económicas y sociales que bien podrían considerarse como una gran propuesta conceptual para dejar de lado actitudes que afectan los procesos democráticos y afrontar los desafíos de la región más desigual del planeta.
La línea discursiva de Francisco fue nítida: en Ecuador condenó los personalismos, los liderazgos únicos, las actitudes autoritarias, un mal que acecha a las incipientes democracias de la región. Basta pensar en el presidente venezolano, Nicolás Maduro. En menor medida, en el ecuatoriano, Rafael Correa y, ciertamente, en la argentina Cristina Kirchner. Son gobierno democráticos en su origen, pero poco y nada republicanos.
Siguió en Bolivia, con su severa crítica al sistema económico mundial por colocar por encima –aún de las personas– el dinero y excluir a las grandes masas. Y un llamado a encarar un “proceso de cambio” porque “esto no se aguanta”. Un proceso, remarcó, no un cambio de un día para el otro, porque esos cambios siempre terminan mal. Fue en un encuentro de movimientos populares, inspirados en el pensamiento de Francisco.
Finalmente, en Paraguay, el Papa arremetió contra la corrupción y el narcotráfico, dos males que acechan particularmente a la región. Y se terminó de completar, también en este país, con su relevante aclaración de que la promoción del pobre no debe hacerse desde la ideología, que termina, dijo, usando a los más necesitados. Y porque la vía ideológica, disparó el pontífice argentino, termina mal: “En el siglo pasado terminó en dictaduras”, dijo.
Dicho de otra manera: Francisco quiere un cambio en el mundo, pero desde actitudes de servicio y desprendimiento de los líderes y desde una real preocupación por el pobre. La historia, como dice el Papa, muestra claramente que las ideologías han terminado abortando los procesos de mejoras. Y en América Latina, el clero, que mezcló evangelio con ideología, complicó todavía más las cosas, contribuyendo en muchos casos al derramamiento de sangre.
Pero hay algo más: Francisco parece no querer que la Iglesia pierda las banderas de los pobres. Más aún: quiere que la Iglesia sea clave en un “proceso de cambio” hacia un mundo más justo. Es otra forma de evitar que ese proceso –que siempre está a la vuelta de la esquina por las grandes desigualdades sociales– caiga en manos de sectores ideológicos que lo malogren.
La propuesta del Papa, vale aclararlo, no es despolitizada. Francisco siempre ha dicho que los problemas de las naciones se superan con mejor política, no con menos política. Pero ha alertado contra los aprovechamientos partidistas y personales, que es una cosa diferente.
A fines de los años 60 y comienzos de los 70, en América Latina soplaron vientos de cambio que se malograron y terminaron en tragedia. Ahora, el papa Francisco quiere encender la esperanza de que es posible un cambio: “¡No es una utopía!”, clamó en Bolivia.
Pero espera que se haya hecho experiencia y ahora se actúe con madurez.


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