jueves, 24 de julio de 2014

LA PALABRA DE DIOS
“La manifestación del Espíritu le es dada a cada uno en vista del bien común ( 1 Cor. 12,7))
 Para comprender bien esta frase del apóstol Pablo es necesario leer al mismo tiempo (1, Cor. 12, 1-11, que se refiere a los dones y carismas dados a cada uno. Conviene leer también ( Cor. 1,12-30) donde san Pablo compara a la Iglesia con el cuerpo humano, formado por muchos miembros y cada uno actuando en comunión con los otros. En fin, podemos  agregar el capítulo 13 llamado corrientemente “Himno de la caridad”, la caridad debe estar en el corazón de toda acción.
Meditemos, profundicemos los versículos que contienen las siguientes palabras: Espíritu Santo, don, cada uno, bien común.
Espíritu Santo:
El es el primero en todo, el que inspira, conduce, actúa. En  1 Cor, 12,13, San Pablo escribe: Es en un solo Espíritu que  todos hemos sido bautizados, en un solo cuerpo…y todos hemos abrevado
de un solo Espíritu. En el versículo 3 afirma:: Nadie puede decir Jesús es el Señor  sino es por el Espíritu Santo.
Sabemos la importancia dada al Espíritu Santo por nuestro fundador, el Padre Chaumont. El quería que fuese la única fuente de toda inspiración y acción; que la voluntad humana le esté acorde como los instrumentos de una orquesta se ponen en diapasón para ejecutar un trozo musical.
“En todas las cosas debemos pues, ponernos bajo la conducción e influencia del Espíritu Santo.
Tendré por norma consultar al espíritu Santo y cuando no haya concordancia entre sus apreciaciones y las mías diré: “no, esto no debe hacerse así sino de otra manera”  (retiro de athis 1892).
Don.
Podemos decir que todo lo que somos, todos nuestros dones y capacidades, son regalos del espíritu. “El distribuye sus dones a cada uno en particular según le place” (1 cor 12,11). Todo es don, no podemos atribuirnos ningún motivo de orgullo o de propiedad “¿Que tienes tú que no hayas recibido?” Agrega San Pablo (1 Cor 4,7).
Somos pues, invitados a la humildad, al reconocimiento y a la acción de gracias para tener el corazón abierto a la acción del espíritu santo en nosotros sus inspiraciones con fe y disponibilidad, a fin de cooperar con El.
Retengamos lo que dice San Francisco de Sales: “El Espíritu santo como fuente de agua viva llena por todas partes a nuestro corazón para derramar en el su gracia; y no queriendo entrar en nosotros sino por el libre asentimiento de nuestra voluntad no la comunica mas que en la proporción de su beneplácito y de nuestra propia cooperación…” (T.A.D. II, 11).Depende de nosotros ser buenos receptores y cooperadores de la gracia de Dios.
Cada uno.
Dice San Pablo: “El cuerpo es un todo” La iglesia es un todo, pero en la diferencia de los miembros, cada uno tiene su dignidad, su lugar, su misión. Cada uno es importante, por que cada bautizado es único precioso a los ojos de Dios. Si el Espíritu Santo es dado a la Iglesia, cada uno es también huésped del espíritu, marcado por el don de Dios en el Bautismo y en la Confirmación después de ser llamado por su nombre: “No temas que yo te he rescato, te he llamado por tu nombre y eres Mio…por que vales mucho a mis ojos eres precioso para mi y yo te amo” (Isaías 43,1-4).
Esta unidad da a todo miembro el poder desenvolver de manera original y única los dones que ha recibido. El Espíritu Santo es un espíritu de libertad que nos a ser plenamente nosotros mismos, como lo preconiza San Francisco de Sales: “Seamos lo que somos, pero seámoslo bien para hacer honor al maestro de obras de quien somos el resultado”.
Hacer honor a Dios siendo buenos administradores de su gracia, he aquí lo que le corresponde a cada uno.
BIEN COMUN.
Si cada uno debe desenvolver sus dones de manera singular y original, como buen administrador de la gracia de Dios, es necesario que sea en vista del bien común. Como dice una canción retomando las palabras de San Pablo “Cada uno recibe la marca del espíritu para el bien del cuerpo entero”. Lo que debemos hacer entonces para el servicio de la iglesia, del cuerpo de bautizados, del anuncio del evangelio, y por extensión para el bien común de la sociedad en la cual vivimos.
En este mundo, donde el individualismo guía el comportamiento,  ser los testigos de este servicio para el bien de todos es un verdadero desafío que realza la misión que nos he confiada. Nos toca a nosotros favorecer la expresión de los dones de cada uno al servicio de todos; dar en particular el lugar a los miembros más débiles o menos relevantes para que ellos puedan aportar sus piedras para la construcción del edificio común.
Y todo eso debemos cumplirlo tomando el camino superior a todos, el de la caridad, por que sin caridad sin amor no somos nada; no haremos nada sino es bajo el signo del espíritu santo que opera en todos por todos y para todos. 
                                                                                           Padre Oliver Bousseau, psis.


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