EN LAS FUENTES DE LA ALEGRÍA (001)
SAN FRANCISCO DE SALES
(Recopilación y engarce de textos por el canónigo F.Vidal)
SAN FRANCISCO DE SALES EXPLICA
EN QUÉ CONSISTE LA VERDADERA SANTIDAD
«La
perfección de la vida cristiana consiste en la conformidad de nuestra voluntad
con la de Dios, que es la soberana regla y ley de todas las acciones»Desde
«Nécy, el día de la santa Cruz de 1604», escribía Francisco de Sales a la Sra.
de Chantal: «No cesaré nunca de rogar a Dios que quiera perfeccionar en vos su
santa obra, es decir, el buen deseo y el propósito de llegar a la perfección de
la vida cristiana; deseo que debéis guardar y alimentar con ternura en vuestro
corazón, como un don del Espíritu Santo y una chispa de su fuego divino.
En Roma vi
un árbol plantado por el bienaventurado santo Domingo: todo el mundo lo va a
ver y lo cuidan por amor a quien lo plantó; por eso, al ver en vos el árbol del
deseo de santidad que nuestro Señor ha plantado en vuestra alma, lo amo y me
complace pensar en él ahora aún más que en vuestra presencia, y os exhorto a
hacer lo mismo y decir conmigo: que Dios os haga crecer, oh hermoso árbol que
Él plantó; divina semilla celestial, que Dios os haga producir frutos maduros y
que, una vez producidos, Dios mismo los guarde del viento para que no caigan
por tierra y se los coman las alimañas. Señora, este deseo debe permanecer en
vos como los naranjos de la costa de Génova, que están casi todo el año
cargados de frutos, de flores y de hojas a un mismo tiempo. Porque vuestro
deseo ha de estar presto para fructificar en cuanto se presente la ocasión, sin
dejar por ello de seguir deseando más cosas y más motivos para ir adelante.
Esos deseos son las flores del árbol de vuestros propósitos; las hojas serán el
reconocimiento constante de vuestra flaqueza, que os conservará las buenas
obras y los buenos deseos... Encomendadme a nuestro Señor, pues lo necesito más
que nadie en el mundo. A Él le suplico que os conceda abundantemente su santo
amor».
No sólo en su hija predilecta, sino en todas las almas, ve el
obispo de Ginebra el árbol del deseo de santidad que el Señor ha plantado, y él
lo cuida tiernamente y lo ayuda para que produzca con las hojas de la humildad
y las flores de los generosos deseos, los frutos de las sólidas virtudes. Son
innumerables las almas a quienes, con su gracia delicada y su gran poder de
persuasión, él ha encaminado del deseo de la santidad a su realización más
elevada, bajo el fuego del divino amor.Para llevarlas a la perfección de la
vida cristiana les ha enseñado «la verdadera y viva devoción», que «no es otra
cosa -nos dice en su In-troducción- que un verdadero amor a Dios. Este no es un
amor cualquiera, porque cuando el amor divino embellece nuestra alma, se llama
gracia y nos hace agradables a su divina Majestad; cuando nos da fuerza para
obrar el bien, se llama caridad; y cuando llega al grado de perfección en que
no solamente nos mueve a obrar el bien, sino a hacerlo de forma cuidadosa y
frecuente y con prontitud, entonces se llama devoción».Así se lo explicaba a
una de sus dirigidas, que le había preguntado qué era la devoción y cómo
adquirirla.
«La virtud
de la devoción -le respondía- no es más que una general inclinación y prontitud
del alma para hacer lo que se sabe agradable a Dios; es esa dilatación del
corazón de que hablaba David cuando decía:corrí por la senda de tus mandatos
cuando me ensanchaste el corazón.Los que son simplemente buenos - proseguía el
obispo- andan por los caminos de Dios, pero los devotos corren; y si son muy
devotos, vuelan». Según esto, lo que sabemos que agrada a Dios es el
cumplimiento de su voluntad; voluntad significada en los mandamientos y en los
deberes de nuestro estado; voluntad de beneplácito, manifestada en los
acontecimientos que nos ocurren, ya sean agradables o desagradables para
nuestra naturaleza.Estudiemos bajo esos diversos aspectos las enseñanzas de san
Francisco de Sales. Él nos per-mitirá comprender mejor la voluntad de Dios,
incitándonos a cumplirla siempre con todo amor.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario