Fray Nelson
El 2.01.15 a las
10:16 PM
Se abre ante nuestros ojos un año nuevo. Quiero presentarte las tres
grandes intenciones que considero indispensables en nuestro corazón, si
somos creyentes y católicos convencidos.
(1) Hay que orar mucho por la Iglesia perseguida con la violencia y
buscar caminos de expresar nuestra solidaridad con los hombres y mujeres que
arriesgan su vida y su todo por permanecer fieles a Jesús. Hablo de muchos de
nuestros hermanos en África (Nigeria, por ejemplo, y en parte, Egipto), o en
Asia (Siria, Iraq, por ejemplo, y en partes de la India y otros lugares).
(2)
Hay que orar por la Iglesia perseguida por la seducción de
la mundanidad, y pedir a Dios que se levanten voces claras y vigorosas que
sepan tapar la boca a los sacerdotes, obispos y cardenales irresponsables, o en
complicidad de pecado, que proponen barbaridades, como los que hablan de
reconocimiento de matrimonio gay o de dar la sagrada comunión a los
divorciados. Ese tipo de personas hacen mucho daño y van a presionar
mucho para que en la segunda parte del Sínodo de la Familia, a celebrarse en
este 2015, se imponga su punto de vista y la Iglesia produzca un documento
traidor a Cristo y al Evangelio. Si algo así sucede, pasarán siglos antes
de que el daño se repare, aunque por supuesto la Iglesia no se acabará. Esta
intención implica interceder fervientemente por el Papa aunque sabemos que un
error suyo en esto no termina la autoridad de la Iglesia ni del papado mismo.
Pero sería un daño espantoso y hay que suplicar que Francisco sea claro
en sus palabras y firme con la firmeza de Cristo en lo que hay que
defender en cuanto al matrimonio y la familia.
(3) Hay que orar por las graves tensiones internacionales, que no cesan,
sobre todo con Corea del Norte y con Rusia. En esto no se trata de creer que
nosotros los de Occidente somos “buenos” porque hay grandes valores morales en
esos países, sobre todo en Rusia, que están siendo despreciados y prostituidos
en nuestros países, sobre todo en el Atlántico Norte, o sea Estados Unidos,
Canadá y Europa, donde pareciera haber una guerra contra la familia y un afán
tenebroso de imponer lo que San Juan Pablo II llamaba la cultura de la muerte.
Muchos temen que la situación de Ucrania y la simultánea presión económica
sobre Rusia desencadenen desastres irreversibles.
Así que hay que orar. Todos. Con amor. Con perseverancia. Con
la mirada puesta en Cristo, Hijo de Dios vivo y Rey de Reyes.
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