Discurso que el Papa Francisco improvisó en
Santuario del Quinche
QUITO, 08 Jul. 15 / 03:38 pm (ACI).- El Papa Francisco tuvo este miércoles un encuentro
con sacerdotes y religiosos en el Santuario de Nuestra Señora de la
Presentación del Quinche (Ecuador), en el que dejó de lado el discurso oficial
y dio un mensaje improvisado, en el que reflexionó sobre el sentido del
servicio y la vocación a la vida religiosa.
“Hoy
tengo que hablarles a los sacerdotes, a los seminaristas, a las religiosas, a
los religiosos, y decirles algo. Tengo un discurso preparado, pero no tengo
ganas de leer (risas de los fieles), así que se lo doy al presidente de la
conferencia de religiosos para que lo haga público después”, expresó el Papa.
A
continuación las palabras que el Santo Padre dirigió de manera espontánea en el
Santuario del Quinche:
Buenos
días hermanos y hermanas:
En
estos dos días, 48 horas que estuve en contacto con ustedes noté que había algo
raro, perdón, algo raro en el pueblo ecuatoriano, todos los lugares donde voy,
siempre el recibimiento es alegre, contento, cordial, religioso, piadoso, en
todo lado, pero acá había en la piedad en el modo, por ejemplo, pedir la
bendición desde el más viejo hasta la wawa, que lo primero que aprende es hacer
así (manos juntas) había algo distinto, yo también tuve la tentación como el
Obispo de Sucumbíos de preguntar ¿cuál es la receta de este pueblo? ¿Cuál es,
no? y me daba vuelta en la cabeza y rezaba. Le pregunté a Jesús varias veces en
la oración, qué tiene este pueblo, de distinto. Esta mañana orando se me impuso
aquella consagración al Sagrado Corazón. Pienso que se los debo decir, como un
mensaje de Jesús. Todo esto de riqueza que tienen ustedes, de riqueza
espiritual, de piedad, de profundidad, vienen de haber tenido la valentía,
porque fueron momentos muy difíciles, la valentía de consagrar la Nación al
Corazón de Cristo, ese Corazón Divino y humano que nos quiere tanto y yo lo
noto un poco con eso, divino y humano seguro que son pecadores, yo también,
pero el Señor perdona todo y, custodien eso. Y después, pocos años después, la
consagración al corazón de María, no olviden, esa consagración es un hito en la
historia del pueblo de Ecuador y de esa consagración siento como que le viene
esa gracia que tienen ustedes, esa piedad, esa cosa que los hace distintos.
Hoy
tengo que hablarles a los sacerdotes, a los seminaristas a las religiosas, a
los religiosos y decirles algo, tengo un discurso preparado pero no tengo ganas
de leer, así que se lo doy al presidente de la conferencia de religiosos para
que lo haga público después y pensaba en la Virgen, pensaba en María. Dos
palabras de María, acá me está fallando la memoria pero no sé si dijo alguna
otra ¿eh? Hágase en mí, bueno sí, pidió explicaciones, de que porqué la elegían
a ella al ángel ahí, ese hágase en mí. Y otra palabra, hagan lo que él les
diga. María no protagonizó nada, “discipuleó” toda su vida. La primera discípula
de su Hijo y tenía consciencia de que todo lo que ella había traído al mundo
era pura gratuidad de Dios, consciencia de gratuidad. Por eso, hágase, hagan
que se manifieste la gratuidad de Dios, religiosos, religiosas sacerdotes,
seminaristas, todos los días vuelvan, hagan ese camino de retorno hacia la
gratuidad con que Dios los eligió. Ustedes no pagaron entrada, para entrar al
seminario, para entrar a la vida religiosa. No se lo merecieron. Si algún
religioso, sacerdote o seminarista o monja que hay aquí cree que se lo mereció
que levante la mano. Todo gratuito. Y toda la vida de un religioso, de una
religiosa, de un sacerdote y de un seminarista que va por ese camino y bueno,
ya que estamos digamos, y de los obispos, tiene que ir por este camino de la gratuidad,
volver todos los días Señor hoy hice esto, me salió bien esto, tuve esta
dificultad, todo esto, pero todo viene de Dios, todo es gratis. Esa gratuidad,
somos objeto de gratuidad de Dios. Si olvidamos esto lentamente nos vamos
haciendo importantes, y mirá vos ¿eh? qué obras que está haciendo o mirá vos a
este, lo hicieron obispo de tal lugar, qué importante, o a este lo hicieron
monseñor o a este... y ahí lentamente nos vamos apartando de esto que es la
base, de lo que María nunca se apartó, la gratuidad de Dios. Un consejo de
hermano, todos los días, en la noche quizás es lo mejor, antes de irse a
dormir, una mirada a Jesús y decirle: “Todo me lo diste gratis” Y volverse a
situar, entonces cuando me cambian de destino o cuando hay una dificultad no pataleo
porque todo es gratis no merezco nada, eso hizo María.
San Juan Pablo II en la Redemptoris Mater y les recomiendo que
la lean, sí agárrenla, léanla, es verdad, el Papa San Juan Pablo II tenía un estilo
de pensamiento circular, profesor, era un hombre de Dios, entonces hay que
leerla varias veces para sacarle todo el jugo que tiene y dice que quizás
María, no recuerdo bien la frase, estoy citando o quiero citar el hecho, en el
momento de la cruz de
su fidelidad, hubiera tenido ganas de decir ¿y Éste me dijeron que iba a salvar
a Israel? ¡Me engañaron! no lo dijo ni se permitió decirlo, porque era la mujer
que sabía que todo lo había recibido gratuitamente. Consejo de hermano y de
padre, todas las noches resitúense en la gratuidad y digan hágase, gracias
porque todo me lo diste Vos.
Una
segunda cosa que les quisiera decir es que cuiden la salud, pero sobre todo
cuiden de no caer en una enfermedad, una enfermedad que es media peligrosa o
del todo peligrosa para lo que el Señor nos llamó gratuitamente a seguirlo o a
servirlo. No caigan en el Alzheimer espiritual, no pierdan la memoria, sobre
todo, la memoria de donde me sacaron. La escena esa del profeta Samuel donde es
enviado a ungir al rey de Israel, va a Belén a la casa de un señor que se llama
Jesé que tiene 7 u 8 hijos y Dios le dice que entre esos hijos va a estar
el rey. Claro, los ve y dice debe ser este porque el mayor era alto grande,
apuesto, parecía valiente y Dios le dice “no, no es ese” la mirada de Dios es
distinta a la de los hombres y así los hace pasar a todos los hijos y Dios le
dice, “no, no es” No sabe qué hacer el profeta entonces le pregunta al padre:
“Ché, ¿no tenés otro?” Y le dice: “Sí, está el más chico ahí cuidando las
cabras o las ovejas” “Mandalo llamar” y viene el mocosito que tendría 17, 18
años no sé y Dios le dice: “ese es” Lo sacaron detrás del rebaño.
Y
otro profeta cuando Dios le dice que haga ciertas cosas como profeta ¿y yo
quién soy? si a mí me sacaron de detrás del rebaño. No se olviden de dónde los
sacaron no renieguen las raíces.
San
Pablo se ve que intuía este peligro de perder la memoria y a su hijo más
querido, el obispo Timoteo a quien él ordenó le da consejos pastorales, pero
hay uno que toca el corazón. Le dice: No te olvides de la fe que tenía tu
abuela y tu madre. Es decir: no te olvides de donde te sacaron, no te olvides
de tus raíces, no te sientas promovido. La gratuidad es una gracia que no puede
convivir con la promoción y cuando un sacerdote, un seminarista, un religioso,
una religiosa entra en carrera, no digo mal, carrera humana empieza a
enfermarse de Alzheimer espiritual y empieza a perder la memoria de donde me
sacaron.
Dos
principios para ustedes sacerdotes, consagrados y consagradas: Todos los días
renueven el sentimiento de que todo es gratis el sentimiento de gratuidad de la
elección de cada uno de ustedes, ninguno la merecimos y pidan la gracia de no
perder la memoria de no sentirse más importante y es muy triste cuando uno ve a
un sacerdote, a un consagrado o a una consagrada que en su casa hablaba el
dialecto, o hablaba otra lengua, una de esas nobles lenguas antiguas que tienen
los pueblos, que Ecuador cuántas tiene y es muy triste cuando se olvidan de la
lengua, es muy triste cuando no quieren hablar, eso significa que se olvidaron
de donde lo sacaron. No se olviden de eso. Pidan esa gracia de la memoria. Son
los dos principios que sí que quisiera marcar
Y
esos dos principios si los viven, todos los días ¿eh? es un trabajo de todos
los días. Todas las noches recordar estos dos principios y pedir la gracia.
Esos dos principios si los viven, les van a dar en la vida, los van a hacer
vivir con dos actitudes. Primero el servicio. Dios me eligió, me sacó para qué,
para servir. Y el servicio quien es peculiar a mí. “No, que tengo mi tiempo,
que tengo mis cosas, que tengo esto, que no, que ya cierro el despacho, que
esto, que sí, que tendría que bendecir la casa pero, no, estoy cansado, hoy
pasan una telenovela linda por televisión, entonces, para las monjitas... y
entonces servicio, servir, servir y no hacer otra cosa y servir cuando estamos
cansados y servir cuando la gente nos harta, me decía un viejo cura que fue
toda su vida profesor en colegios y universidad, enseñaba literatura, letras,
un genio. Cuando se jubiló le pidió al provincial que lo mandara a un barrio
pobre a un barrio, esos barrios que se forman de gente que viene que migran
buscando trabajo. Gente muy sencilla. Este religioso una vez por semana iba a
su comunidad. Y hablaba, era muy inteligente. La comunidad era una comunidad de
Facultad de Teología, entonces hablaba con los otros curas de teología, al
mismo nivel y pero un día le dice a uno ¿ustedes qué son?, ¿quién da el tratado
de la Iglesia aquí?
“profesor Tamayo”, “te faltan dos tesis”. El santo pueblo fiel de Dios es
esencialmente olímpico, osea hace lo que quiere y ontológicamente hartante, y
eso tiene mucha sabiduría porque quien va por el camino de servir tiene que
dejarse hartar sin perder la paciencia porque está al servicio, ningún momento
le pertenece, ningún momento le pertenece, estoy para servir, servir en lo que
debo hacer, servir delante del sagrario, pidiendo por mi pueblo, pidiendo por
mi trabajo por la gente que Dios me ha encomendado. Servicio, mezclarlo con lo
de gratuidad y entonces aquello de Jesús: “lo que recibiste gratis, dalo
gratis. Por favor, por favor. No cobren la gracia. Por favor, que nuestra
pastoral sea gratuita y es tan feo cuando uno va perdiendo este sentido de la
gratuidad y se transforma en sí hace cosas buenas pero ha perdido eso. Y lo
segundo, la segunda actitud que se ve en un consagrado, en una consagrada en un
sacerdote que vive esta gratuidad y esta memoria, estos dos principios que dije
al principio: gratuidad y memoria es el gozo y la alegría. Y es un regalo de
Jesús ese y es un regalo que Él da, que Él nos da si se lo pedimos y si no nos
olvidamos de esas columnas de nuestra vida sacerdotal o religiosa que son el
sentido de gratuidad renovado todos los días y no perder la memoria de donde
nos sacaron.
Yo
le deseo esto. Sí, Padre, usted nos habló que quizás la receta de nuestro
pueblo era somos así por lo del Sagrado Corazón, sí, es verdad eso, pero yo les
propongo otra receta que está en la misma línea, en la misma del Corazón de
Jesús, sentido de la gratuidad. Él se hizo nada, se abajó, se humilló, se hizo
pobre para enriquecernos con su pobreza, pura gratuidad, sentido de la memoria,
rezando los salmos hacemos memoria de las maravillas que hizo el Señor en
nuestra vida.
Que
el Señor les conceda esta gracia a todos, nos las conceda a todos los que
estamos aquí y que siga, iba a decir premiando, y que siga bendiciendo a este
pueblo ecuatoriano a quien ustedes tienen que servir y son llamados a servir,
los siga bendiciendo con esa peculiaridad especial que yo noté desde el
principio al llegar acá, que Jesús los bendiga y la Virgen los cuide.
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