El Papa
advierte a Obispos de Asia sobre tentaciones de relativismo, superficialidad y
“respuestas fáciles”
SEÚL, 16 Ago. 14 / 10:32 pm (ACI/EWTN Noticias).- El
Papa Francisco se reunió hoy con 68 Obispos de 35 países de Asia, en el
Santuario de los mártires en Haemi, en el marco de su visita a Corea del Sur, y
les alertó sobre las tentaciones del “espíritu del mundo”, especialmente el
relativismo, la superficialidad y las “respuestas fáciles”.
El
Santo Padre aseguró que en el “vasto continente” de Asia, “en el que conviven
una gran variedad de culturas, la Iglesia está
llamada a ser versátil y creativa en su testimonio del Evangelio, mediante el
diálogo y la apertura a todos”.
“De
hecho, el diálogo es una parte esencial de la misión de la Iglesia en Asia.
Pero al emprender el camino del diálogo con personas y culturas, ¿cuál debe ser
nuestro punto de partida y el punto de referencia fundamental para llegar a
nuestra meta? Ciertamente, ha de ser el de nuestra propia identidad, nuestra
identidad de cristianos”.
Francisco
subrayó que “no podemos comprometernos propiamente a un diálogo si no tenemos
clara nuestra identidad”.
“Y,
por otra parte, no puede haber diálogo auténtico si no somos capaces de tener
la mente y el corazón abiertos a aquellos con quienes hablamos, con empatía y
sincera acogida. Tener clara la propia identidad y ser capaces de empatía son,
por tanto, el punto de partida de todo diálogo”.
Francisco
advirtió que “no siempre es fácil asumir nuestra identidad y expresarla, puesto
que, como pecadores que somos, siempre estamos tentados por el espíritu del
mundo, que se manifiesta de diversos modos”.
El
primero, señaló, “es el deslumbramiento engañoso del relativismo, que oculta el
esplendor de la verdad y, removiendo la tierra bajo nuestros pies, nos lleva a
las arenas movedizas de la confusión y la desesperación”.
“No
hablo aquí del relativismo únicamente como sistema de pensamiento, sino de ese
relativismo práctico de cada día que, de manera casi imperceptible, debilita
nuestro sentido de identidad”.
Una
segunda tentación, continuó, “es la superficialidad: la tendencia a
entretenernos con las últimas modas, artilugios y distracciones, en lugar de
dedicarnos a las cosas que realmente son importantes”.
“Si
no estamos enraizados en Cristo, las verdades que nos hacen vivir acaban por
resquebrajarse, la práctica de las virtudes se vuelve formalista y el diálogo
queda reducido a una especie de negociación o a estar de acuerdo en el
desacuerdo”.
La
tercera tentación, apuntó, es “la aparente seguridad que se esconde tras las
respuestas fáciles, frases hechas, normas y reglamentos. La fe, por su
naturaleza, no está centrada en sí misma, la fe tiende a ‘salir fuera’. Quiere
hacerse entender, da lugar al testimonio, genera la misión”.
“Así
pues, la fe viva en Cristo constituye nuestra identidad más profunda. A partir
de ella comienza nuestro diálogo y ella es lo que debemos compartir, sincera y
honestamente, sin fingimientos, mediante el diálogo de la vida cotidiana,
el diálogo de la caridad y en todas aquellas ocasiones más formales que puedan
presentarse”.
“Ya
que Cristo es nuestra vida, hablemos de él y a partir de él, con decisión y sin
miedo”.
El
Papa luego añadió “un aspecto más de nuestra identidad como cristianos: su
fecundidad. Naciendo y nutriéndose continuamente de la gracia de nuestro
diálogo con el Señor y de los impulsos del Espíritu, da frutos de justicia,
bondad y paz”.
“Permítanme,
por tanto, que les pregunte por los frutos de la identidad cristiana en su vida
y en la vida de las comunidades confiadas a su atención pastoral. ¿La identidad
cristiana de sus Iglesias particulares queda claramente reflejada en sus
programas de catequesis y
de pastoral juvenil, en su solicitud por los pobres y los que se consumen al
margen de nuestras ricas sociedades y en sus desvelos por fomentar las
vocaciones al sacerdocio y
a la vida religiosa?”.
Francisco
señaló además que “junto a un claro sentido de la propia identidad cristiana,
un auténtico diálogo requiere también capacidad de empatía”.
“Se
trata de escuchar no sólo las palabras que pronuncia el otro, sino también la
comunicación no verbal de sus experiencias, esperanzas y aspiraciones, de sus
dificultades y de lo que realmente le importa”.
El
Santo Padre expresó al final su confianza en que “en este espíritu de apertura
a los otros”, los países asiáticos “con los que la Santa Sede no
tiene aún una relación plena avancen sin vacilaciones en un diálogo que a todos
beneficiará”.
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