Envidia y habladurías no son cristianas y atentan
contra la unidad de la Iglesia, dice el Papa
VATICANO, 27 Ago. 14 /
09:56 am (ACI/EWTN Noticias).- En su catequesis de
hoy, el Papa Francisco alentó a los cristianos a no caer en la envidia y la
habladurías dentro de la Iglesia, pues esto atenta
contra la unidad por la que ha rezado Cristo y es “obra del diablo”.
El Santo
Padre recordó que al hacer “nuestra profesión de fe recitando el ‘Credo’,
afirmamos que la Iglesia es ‘una’ y ‘santa’. Es una, porque tiene su origen en
Dios Trinidad, misterio de unidad y de comunión plena. Y la Iglesia es santa,
porque está fundada en Jesucristo, animada por su Santo Espíritu, colmada por
su amor y por su salvación”.
“Al mismo
tiempo, sin embargo, es santa pero compuesta por pecadores, todos nosotros. Pecadores
que experimentamos cada día las propias fragilidades y las propias miserias.
Así, esta fe que profesamos nos mueve a la conversión, a tener el valor de
vivir cotidianamente la unidad y santidad; y si nosotros no estamos unidos, si
no somos santos, es porque no somos fieles a Jesús”.
El Santo
Padre aseguró que “Él, Jesús, no nos deja solos, no abandona a su Iglesia. Él
camina con nosotros, Él nos comprende. Comprende nuestras debilidades, nuestros
pecados, ¡nos perdona! Siempre que nosotros nos dejemos perdonar, ¿no? Pero Él
está siempre con nosotros ayudándonos a ser menos pecadores, más santos, más
unidos”.
“El primer
consuelo nos llega del hecho que Jesús rezó tanto por la unidad de sus
discípulos. Es la oración de la última cena, Jesús pidió tanto: ‘Padre que sean
uno’. Rezó por la unidad. Y justo en la inminencia de la Pasión, cuando estaba
a punto de ofrecer toda su vida por nosotros. Es aquello que estamos invitados a leer y meditar
continuamente, en una las páginas más intensas y conmovedoras del Evangelio de
Juan, el capítulo diecisiete”.
“¡Qué bello
es saber que el Señor, apenas antes de morir, no se preocupó por sí mismo, sino
que pensó en nosotros! Y en su diálogo intenso con el Padre, oró justamente
para que podamos ser una cosa sola con Él y entre nosotros”.
Francisco
señaló que “la Iglesia ha buscado desde el principio realizar este propósito,
que es tan querido por Jesús”.
“La
experiencia, sin embargo, nos dice que son tantos los pecados contra la unidad.
Y no pensamos solamente en los cismas, pensamos en faltas muy comunes en
nuestras comunidades, en pecados ‘parroquiales’, en los pecados en las
parroquias”.
“A veces, de
hecho, nuestras parroquias, llamadas a ser lugares de comunión y donde compartir,
son tristemente marcadas por la envidia, los celos, las antipatías”.
“Y las
habladurías están a la mano de todos ¿eh?”, continuó el Papa. “¡Cuánto se habla
en las parroquias! ¿Es bueno esto o no es bueno? ¿Es bueno?…Y si, uno es
elegido ‘presidente’ de tal asociación: se habla contra de él… Y si tal otra es
elegida ‘presidenta’ de la catequesis: las demás hablan contra de ella…Pero
esto, ¡no es la Iglesia! Esto no se debe hacer, ¡no debemos hacerlo! No les
digo que se corten la lengua, no, no, no, tanto no, pero pedir al Señor la
gracia de no hacerlo”.
Francisco
indicó que “esto es humano, ¡pero no es cristiano! Esto sucede cuando apuntamos
a los primeros puestos; cuando nos ponemos en el centro, con nuestras
ambiciones personales y nuestras formas de ver las cosas, y juzgamos a los
demás; cuando nos fijamos en los defectos de los hermanos, en lugar de ver sus
cualidades; cuando damos más importancia a lo que nos divide en lugar de
aquello que nos une”.
El Papa
recordó que “una vez, en la diócesis que tenía antes, oí un comentario
interesante y bello: se hablaba de una anciana que había trabajado toda su vida
en la parroquia. Y una persona que la conocía bien dijo: ‘esta mujer jamás ha
hablado mal, nunca participó de habladurías, siempre tenía una sonrisa’. ¡Una
persona así podría ser canonizada mañana!”.
“En vista de
todo esto, tenemos que hacer seriamente un examen de conciencia. En una
comunidad cristiana, la división es uno de los pecados más graves, porque la
hace signo no de la obra de Dios, sino de la obra del diablo, el cual es, por
definición, aquel que separa, que arruina las relaciones, que insinúa
prejuicios”.
El Santo
Padre señaló que “Dios, en cambio, quiere que crezcamos en la capacidad de
acogernos, de perdonarnos y de bien querernos, para parecernos cada vez más a
Él, que es comunión y amor. En esto está la santidad de la Iglesia: en el
reconocerse imagen de Dios, colmada de Su misericordia y de Su gracia”.
“Queridos
amigos, hagamos resonar en nuestro corazón estas palabras de Jesús: ‘Felices
los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios’. Pedimos
sinceramente perdón por todas las veces que hemos sido motivo de división o de
incomprensión al interno de nuestras comunidades, sabiendo bien que no se llega
a la comunión, sino es a través de la continua conversión. ¿Y qué es la
conversión?: ‘Señor, dame la gracia de no hablar mal, de no criticar, de no
chismorrear, de querer bien a todos’. ¡Es una gracia que el Señor nos da! Esto
es convertir el corazón, ¿no? “.
“Y pedimos
que el tejido cotidiano de nuestras relaciones pueda convertirse en un reflejo
siempre más bello y gozoso de la relación entre Jesús y el Padre. Gracias”,
concluyó.
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