Nulidades
matrimoniales: el Papa impulsa la aceleración de los procesos
«LA
FELICIDAD NO PASA POR NO TENER DIFICULTADES SINO POR VIVIRLAS JUNTOS»
Unos trescientos jueces de los
tribunales eclesiásticos -los que administran la justicia interna de la Iglesia-,
de América latina recibieron la semana pasada un llamado de atención del Papa:
no se demoren en dar una respuesta a los esposos que piden la nulidad de su
matrimonio. La Iglesia admite que el «sí, quiero» que dan dos novios frente al
altar puede estar viciado por alguna causa que vuelve inválido el sacramento
celebrado en el casamiento.
(Silvina
Premat/La Nación/InfoCatólica) Para demostrar esa invalidez la
ley de la Iglesia prevé un proceso que debería durar un año y medio, en cambio
suelen ser muchos más prolongados y pueden durar hasta una década.
El
pedido de una mayor celeridad en los procesos de nulidad
matrimonial fue trasmitido por las máximas autoridades de la Rota Romana -la
«corte suprema» de la Iglesia- hace pocos días en la Universidad Católica
Argentina (UCA) donde se realizó un curso de actualización sobre el matrimonio
en el que por primera vez en la historia las máximas autoridades de la Rota
Romana salieron de Roma. Hecho que seguramente responde a otro de los pedidos
del papa Francisco a los funcionarios de la Santa Sede: «No sean
vaticanocéntricos». Desde Roma llegó el decano de ese tribunal, el italiano Pio
Vito Pinto, y dos auditores, el español Alejandro Arellano Cedillo y el
argentino Alejandro Bunge, que hasta mayo del año pasado fue decano de la
Facultad de Derecho Canónico de la UCA.
Según
datos de la Conferencia Episcopal Argentina, entre
2003 y 2013 ingresaron en el Tribunal eclesiástico nacional 1926 pedidos de
nulidad, de los cuales recibió respuesta favorable el 88% (1689). Es decir que,
analizados los fundamentos y las pruebas presentadas en dos instancias, dos
tribunales diferentes coincidieron en que el sacramento en cuestión «nunca
existió» o «fue inválido». Del resto, los casos en los que no tuvieron doble
sentencia conforme, no se sabe cómo terminaron. La apelación a la Rota Romana,
tercera instancia, es opcional y la causa no vuelve al país.
Esta
cantidad de pedidos de nulidad «en proporción a la de matrimonios que
celebraron el casamiento en la Iglesia y que luego se separaron es muy baja»,
afirma a LA NACION el padre Mauricio Landra, actual decano de la Facultad de
Derecho Canónico de la UCA. Aunque aclara que «no todo matrimonio celebrado y
que luego no se puede vivir es inválido», Landra invita a que «si hay una
separación sin miras de reconciliación preguntarse si ese sacramento fue válido
o no».
Ante
esa duda los esposos, o uno de ellos, pueden iniciar el proceso
judicial en el tribunal eclesiástico que le corresponda según donde viva. En el
país hay ocho cuyos jueces son en la mayoría sacerdotes que tienen además
muchas otras responsabilidades.
Según
Landra, el promedio de duración del proceso en la Argentina no
supera los dos años. «Pero me animo a decir que hubo causas demasiado lentas
por razones que no son siempre del tribunal sino de las personas involucradas»,
dijo. Y agregó que muchas veces los retrasos vienen sí por la falta de tiempo
que tienen los jueces para ocuparse de las causas. El juez debe ser un
licenciado o doctor en derecho canónico y los abogados, que representan a los
esposos, deben conocer el derecho canónico. En otros países, en los que las
causas de nulidad duplican o triplican las argentinas, existen tribunales en
cada diócesis y también hay más abogados capacitados.
Entre
quienes pasaron por procesos de este tipo hay quienes dicen que es
muy burocrático y muy caro. Uno de los factores que aumenta los costos son los
viajes a la ciudad donde funciona el tribunal. Landra, en cambio, considera que
el proceso en sí mismo «no es caro» y que «en nuestro país el tribunal fija las
costas conforme a los ingresos de la persona que pide el procedimiento; no hay
un arancel fijo y existe también la posibilidad de reducción o eximición del
pago». Según el sacerdote, «hoy un proceso debe costar entre 5000 y 7000
pesos».
Otros
motivos de demoras pueden ser las entrevistas con los
testigos, la realización de las pericias o que el tribunal de primera instancia
no envíe la documentación al Nacional (de segunda instancia) en tiempo y forma.
En el ámbito eclesiástico hay expectativas de que el sínodo sobre la familia
que se hará en octubre próximo analice las propuestas que se hicieron para
abreviar los plazos del procedimiento judicial de las nulidades. Una de ellas
es la eliminación de la segunda instancia.
Entre
las sugerencias dadas en el curso en la UCA se repitió la necesidad
de buscar justicia sin olvidar la caridad y misericordia en el trato con
quienes preguntan a la Iglesia si su matrimonio fue valido o no. «Hay mucha
confusión porque a veces vienen de divorcios traumáticos por la tenencia de los
hijos o la posesión de bienes. Acá no hay nada de eso. La legitimidad de los
hijos no se pone en discusión. Buscamos que todo se haga en un clima de
cordialidad», dijo Landra. Y agregó que así como la celebración del matrimonio
no es un «trámite», el proceso para verificar su validez tampoco lo es. Por eso
insisten en buscar una buen preparación al matrimonio que apunte, como era
antaño, a tener «certeza de que la felicidad no pasa por no tener dificultades
sino por vivirlas juntos».
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