14 de septiembre
2014
Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz
Lectura del Evangelio según San Juan
Jn 3, 13-17
Jesús dijo a
Nicodemo: "Nadie ha subido al cielo sino el que descendió del
cielo, el Hijo del Hombre Y como Moisés levantó la serpiente en el
desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que
todo aquel que cree en él tenga vida eterna. " Porque tanto amó Dios
al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no
perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo
al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por
él.
Reflexión Salesiana: Hoy celebramos la
Exaltación de la Santa Cruz. La victoria de Cristo sobre la muerte en la
cruz revela el resplandor del amor puro de Dios por nosotros. San
Francisco de Sales observa: Fuera de la muerte de Jesús en la cruz viene
la vida eterna. La muerte de nuestro Salvador compró para nosotros una
vida de gloria eterna. El mundo no entiende esta paradoja maravillosa de
la cruz de nuestro Salvador. Su muerte fue un exceso de amor que era
eternamente dando vida a nosotros. En la cruz, Jesús nos mostró cómo
salvarnos a nosotros mismos a través del amor santo. Nada insta en el
corazón de una persona tanto como el amor. Como una enfermera cariñosa,
tiernamente Jesús nos alimenta en la cruz con un amor
incomprensible. Quería hacernos comprender que el amor que Él nos dio a
luz no había disminuido por su sufrimiento. En la cruz, Jesús también
quiso enseñarnos cómo nuestro corazón debe estar hacia nuestro prójimo. Al
ver la ignorancia y la debilidad de los que le atormentaba, los perdonó en la
cruz. Una oración de perdón es un sacrificio. Es el sacrificio de
nuestros labios y nuestro corazón que presentamos a Dios tanto por nuestro
prójimo como a nosotros mismos. En la cruz, Jesús nos alimenta con su
propia carne y sangre. Dios envió a Jesús para sanar nuestro quebrantamiento
humano. De hecho, Él murió con una santa alegría para nuestra curación, a
pesar de que le costó su vida. Se olvidó de sí mismo, pero no a
sus criaturas. No tengamos miedo o damos por vencidos en nuestra lucha para vencer el
mal con el amor santo y la verdad como lo hizo Jesús. Vamos a firme y
fielmente seguir el curso que Jesús viajó primero y de los santos después de
él.Debemos consagrar cada momento de nuestra vida al amor divino de la cruz de
nuestro Redentor. Es decir, para su gloria debemos llevar a casa todas
nuestras obras, acciones, pensamientos y afectos. Entonces, también
nosotros estaremos vivos para Dios en Cristo Jesús, cuyo victorioso y exaltado
Cruz que celebramos hoy.
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