El Papa Francisco se reúne con 40 mil
ancianos en San Pedro y celebra "la bendición de una larga vida"
VATICANO, 28 Sep. 14 / 07:58 am (ACI/EWTN Noticias).- En una soleada mañana en el Vaticano y ante una
Plaza de San Pedro abarrotada, entre quienes estaban unos 40 mil adultos
mayores, el Papa Francisco presidió el Encuentro con los ancianos y abuelos a
quienes alentó a custodiar y transmitir la fe, y a luchar contra la cultura del
descarte del mundo actual.
En
el evento en el que participó el Sumo Pontífice Emérito, Benedicto XVI,
y en el que dieron su testimonio diversos ancianos que logró huir de la
persecución del Estado Islámico en Irak, el Papa Francisco resaltó que "la
vejez, de forma particular, es un tiempo de gracia, en el que el Señor nos
renueva su llamado: nos llama a custodiar y transmitir la fe, nos llama a orar,
especialmente a interceder; nos llama a estar cerca de los necesitados".
En
un ambiente de fiesta en el que también participó el tenor italiano Andrea
Bocelli, el Santo Padre resaltó asimismo que "los ancianos, los abuelos
tienen una capacidad para comprender las situaciones más difíciles: ¡una gran
capacidad! Y cuando rezan por estas situaciones, su oración es más fuerte ¡es
poderosa!"
En
sus palabras para el evento que llevó como título "La bendición de la
largavida"
y luego de escuchar las palabras de agradecimiento de Mons. Vincenzo Paglia,
Presidente del Pontificio Consejo para la Familia, el Papa afirmó que "a los abuelos, que han
recibido la bendición de ver a los hijos de sus hijos, se les ha confiado una
gran tarea: transmitir la experiencia de la vida, la historia de una familia,
de una comunidad, de un pueblo; compartir con sencillez una sabiduría, y la
misma fe: ¡el legado más precioso! ¡Felices esas familias que tienen a los
abuelos cerca!"
"El
abuelo es padre dos veces y la abuela es madre dos veces. Y en aquellos países
donde la persecución religiosa ha sido cruel, pienso por ejemplo en Albania,
donde estuve el domingo pasado; en aquellos países han sido los abuelos los que
llevaban a los niños a bautizar a escondidas, los que les dieron la fe ¡Qué
bien actuaron! ¡Fueron valientes en la persecución y salvaron la fe en esos
países!"
El
Papa dijo luego que "no siempre el anciano, el abuelo, la abuela, tiene
una familia que puede acogerlo. Y entonces bienvenidos los hogares para los
ancianos... con tal de que sean verdaderos hogares, y ¡no prisiones! ¡Y que
sean para los ancianos - sean para los ancianos - y no para los intereses de
otras personas! No debe haber institutos donde los ancianos vivan olvidados,
como escondidos, descuidados".
El
Santo Padre manifestó también que "me siento cerca de los numerosos
ancianos que viven en estos institutos, y pienso con gratitud en los que los
van a visitar y los cuidan. Los hogares para ancianos deberían ser los
"pulmones" de humanidad en un país, en un barrio, en una parroquia;
deberían ser "santuarios" de humanidad, donde los que son viejos y
débiles son cuidados y custodiados como un hermano o una hermana mayor. ¡Hace
tanto bien ir a visitar a un anciano! Miren a nuestros chicos: a veces los
vemos desganados y tristes; van a visitar a un anciano, y ¡se vuelven
alegres!"
Sin
embargo, alertó el Pontífice, "también existe la realidad del abandono de
los ancianos: ¡cuántas veces se descarta a los ancianos con actitudes de
abandono que son una verdadera eutanasia escondida!
Es el efecto del descarte que tanto daño hace a nuestro mundo. Se descarta a
los niños, a los jóvenes y a los ancianos con el pretexto de mantener un
sistema económico "equilibrado", en cuyo centro no está la persona
humana, sino el dinero. ¡Todos estamos llamados a contrarrestar esta cultura
del descarte!"
"Nosotros,
los cristianos, junto con todos los hombres de buena voluntad, estamos llamados
a construir con paciencia una sociedad diversa, más acogedora, más humana, más
inclusiva, que no necesita descartar a los débiles de cuerpo y mente, aún más,
una sociedad que mide su propio "paso" precisamente sobre estas
personas".
Para
concluir, el Santo Padre aseguró que "como cristianos y como ciudadanos,
estamos llamados a imaginar, con fantasía y sabiduría, los caminos para
afrontar este reto. Un pueblo que no custodia a los abuelos y no los tratan
bien no tiene futuro: pierde la memoria, y se desarraiga de sus propias raíces.
Pero cuidado: ¡ustedes tienen la responsabilidad de mantener vivas estas raíces
en ustedes mismos! Con la oración, la lectura del Evangelio, las obras de
misericordia. Así permanecemos como árboles vivos, que aun en la vejez no dejan
de dar frutos".
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