23 de septiembre
Hoy celebramos al Padre Pío de Pietrelcina,
el Santo de los estigmas
LIMA, 23 Sep. 14 / 12:02 am (ACI).- “Oh Jesús, mi suspiro y mi vida, te pido que hagas de mí un sacerdote
santo y una víctima perfecta”, escribió una vez San Pío de Pietrelcina, cuya
fiesta se celebra hoy. Su oración fue escuchada y se le concedió el don de los
estigmas.
Durante su vida, Dios lo dotó de muchos dones. Como el discernimiento
extraordinario que le permitió leer los corazones y las conciencias. Por ello
muchos fieles acudían a confesarse con él.
Otros dones fueron el de la profecía para poder anunciar eventos del
futuro, las curaciones milagrosas con la oración, la bilocación que le permitió
estar en dos lugares al mismo tiempo y el perfume que despedían las llagas de
los estigmas.
El P. Pío Nació en Pietrelcina, Italia, el 25 de mayo de 1887. Su nombre
era Francisco Forgione y tomó el nombre de Fray Pío de Pietrelcina en honor a
San Pío V, cuando recibió el hábito de Franciscano.
A los cinco años se le apareció el Sagrado Corazón de Jesús, quien posó
su mano sobre la cabeza del niño. El pequeño, a su vez, prometió a San
Francisco que sería un fiel seguidor suyo. Desde entonces su vida quedó marcada
y empezó a tener apariciones de la Santísima Virgen.
Prefería pasar el tiempo en oración y el estudio porque entendía el
sacrificio que sus padres hacían para que recibiera una buena formación.
A los 15 años decide ingresar a la Orden Franciscana de Morcone y tuvo
visiones del Señor en la que se le mostró las luchas que tendría que pasar
contra el demonio. “Yo estaré protegiéndote, ayudándote, siempre a tu lado
hasta el fin del mundo”, le dijo Jesucristo.
El 10 de agosto de 1910 es ordenado sacerdote. Poco tiempo después le
volvieron las fiebres y los dolores que lo aquejaban. Entonces fue enviado a
Pietrelcina para que restablezca su salud.
En 1916 visita el Monasterio de San Giovanni Rotondo. El Padre
Provincial, al ver que su salud había mejorado, le manda que retorne a ese
convento en donde recibió la gracia de los estigmas.
“Era la mañana del 20 de septiembre de 1918. Yo estaba en el
coro haciendo la oración de acción de gracias de la Misa… se me apareció Cristo que sangraba por todas partes. De su cuerpo
llagado salían rayos de luz que más bien parecían flechas que me herían los
pies, las manos y el costado”, describió el P. Pío a su director espiritual.
“Cuando volví en mí, me encontré en el suelo y llagado. Las manos, los
pies y el costado me sangraban y me dolían hasta hacerme perder todas las
fuerzas para levantarme. Me sentía morir, y hubiera muerto si el Señor no
hubiera venido a sostenerme el corazón que sentía palpitar fuertemente en mi
pecho. A gatas me arrastré hasta la celda. Me recosté y recé, miré otra vez mis
llagas y lloré, elevando himnos de agradecimiento a Dios”, añadió.
Cierto día, una abuelita le llevó a su nieta llamada Gema, que había
nacido sin pupilas. El P. Pío la bendijo e hizo la señal de la cruz sobre sus ojos. La niña recuperó la vista, sin necesidad de tener
pupilas. Más adelante, Gema entró a la vida religiosa.
El 9 de enero de 1940 animó a sus grandes amigos espirituales a fundar
un hospital que se llamaría “Casa Alivio del Sufrimiento”. La cual se inauguró
el 5 de mayo de 1956 con la finalidad de curar al enfermo en lo físico y
espiritual.
Según fuentes que no se han podido confirmar, San Juan Pablo II siendo un joven sacerdote
visitaba al P. Pío para confesarse y en una de esas ocasiones, estando en
trance le dijo al futuro Sumo Pontífice: “Vas a ser Papa”.
El P. Pío retorna a la Casa del Padre un 23 de septiembre de 1968
mientras murmuraba: “¡Jesús, María!”.
San Juan Pablo II, durante su canonización el 16 de junio del 2002, dijo
de él: “Oración y caridad, esta es una síntesis sumamente concreta de la
enseñanza del padre Pío, que hoy vuelve a proponerse a todos”.
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