Papa Francisco: Los verdaderos cristianos no
son elitistas y generan vida en otra gente
VATICANO, 17 Sep. 14 / 09:47 am (ACI/EWTN Noticias).-
Este
miércoles, en su Audiencia General, el Papa Francisco continuó su catequesis sobre la Iglesia para
explicar que es católica y apostólica porque sale en misión hasta los confines
de la Tierra, sin que sus miembros se consideren una élite, “los elegidos”,
sino misioneros valientes que generan vida a
otras personas, a otros pueblos.
“Imaginémonos
si un grupo de cristianos hace esto: ‘nosotros somos los elegidos, sólo
nosotros’… al final, mueren. Mueren primero en el alma, luego morirán en el
cuerpo porque no tienen vida, no son capaces de generar vida a otra gente, a
otros pueblos. No son apostólicos”.
“Y
es precisamente el Espíritu Santo que nos conduce al encuentro con los
hermanos, también hacia aquellos más distantes en todo sentido, para que puedan
compartir con nosotros el amor, la paz, la alegría que el Señor Resucitado nos
ha dejado como don”, afirmó ante los 50.000 fieles reunidos en la Plaza de San
Pedro.
A
continuación la catequesis completa gracias a la traducción de Radio Vaticana:
"La
Iglesia católica y apostólica"
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Esta
semana continuamos hablando sobre la Iglesia.
Cuando
profesamos nuestra fe, nosotros afirmamos que la Iglesia es “católica” y
“apostólica”. Pero, ¿cuál es efectivamente el significado de estas dos
palabras, de estas dos conocidas características de la Iglesia? ¿Y qué valor
tienen para las comunidades cristianas y para cada uno de nosotros?
1.
Católica significa universal. Una definición completa y clara nos es ofrecida
por uno de los Padres de la Iglesia, de los primeros siglos, San Cirilo de
Jerusalén, cuando afirma: “la Iglesia sin duda es llamada católica, es decir,
universal, por el hecho que está difundida por doquier, desde uno al otro
confín de la tierra; y porque universalmente y sin defección enseña todas las
verdades que deben llegar a conocimiento de los hombres, ya sea con respecto a
las cosas celestes que a las terrestres.
Un
signo evidente de la catolicidad de la Iglesia es que ella habla todas las
lenguas. Y esto no es otra cosa que el efecto del Pentecostés: es el Espíritu
Santo, en efecto, que ha puesto en condiciones a los Apóstoles y a la Iglesia
entera para que hagan resonar para todos, hasta los confines de la tierra, la
Buena Noticia de la salvación y del amor de Dios. La Iglesia así nació
católica, es decir, “sinfónica” desde los orígenes y no puede ser otra cosa que
católica, proyectada hacia la evangelización y al encuentro con todos.
La
palabra de Dios hoy se lee en todas las lenguas: todos tienen el Evangelio en
la propia lengua. Para leerlo. Y vuelvo a lo mismo: es siempre bueno llevar con
nosotros un Evangelio chiquito, para llevarlo en el bolsillo, en la cartera. Y
durante la jornada leer un fragmento. Esto nos hace bien. El Evangelio está
difundido en todas las lenguas porque la Iglesia, el anuncio de Jesucristo
Redentor está en todo el mundo. Y por esto se dice que la Iglesia es católica:
porque es universal.
2.
Si la Iglesia nació católica, quiere decir que nació “en salida”, que nació
misionera. Si los apóstoles se hubieran quedado ahí en el cenáculo, sin salir a
predicar el Evangelio, la Iglesia sería solamente la Iglesia de aquel pueblo,
de aquella ciudad, de aquel cenáculo. Pero todos salieron por el mundo desde el
momento del nacimiento de la Iglesia; desde el momento que vino el Espíritu
Santo. Y por esto la Iglesia nació “en salida”, es decir, misionera.
Es
lo que expresamos calificándola apostólica. Porque el apóstol es el que lleva
la Buena Nueva de la resurrección de Jesús. Este término nos recuerda que la
Iglesia, sobre el fundamento de los Apóstoles está en continuidad con ellos.
Son los apóstoles que fueron y fundaron nuevas iglesias, han consagrado nuevos
obispos. Y así en todo el mundo, en continuidad. Hoy, todos nosotros estamos en
continuidad con aquel grupo de apóstoles que ha recibido el Espíritu Santo y
luego fue “en salida” a predicar. La Iglesia es enviada para llevar a todos los
hombres este anuncio del Evangelio, acompañándolo con los signos de la ternura
y del poder de Dios.
También
esto deriva del evento del Pentecostés: es el Espíritu Santo, en efecto, que
supera toda resistencia, que vence la tentación de cerrase en sí mismos, entre
pocos elegidos, y de considerarse los únicos destinatarios de la bendición de
Dios.
Imaginémonos
si un grupo de cristianos hace esto: “nosotros somos los elegidos, sólo
nosotros”… al final, mueren. Mueren primero en el alma, luego morirán en el
cuerpo porque no tienen vida, no son capaces de generar vida a otra gente, a
otros pueblos. No son apostólicos. Y es precisamente el Espíritu Santo que nos
conduce al encuentro con los hermanos, también hacia aquellos más distantes en
todo sentido, para que puedan compartir con nosotros el amor, la paz, la
alegría que el Señor Resucitado nos ha dejado como don.
3.
¿Qué comporta para nuestras comunidades y para cada uno de nosotros, ser parte
de una iglesia que es católica y apostólica? En primer lugar, significa llevar
en el corazón la salvación de toda la humanidad, no sentirse indiferente o
extraños con el destino de muchos de nuestros hermanos, sino abiertos y
solidarios para con ellos. También significa tener el sentido de plenitud, de
lo completo, de la armonía de la vida cristiana, rechazando siempre las
posiciones parciales, unilaterales, que nos encierran en nosotros mismos.
Ser
parte de la Iglesia apostólica quiere decir ser consciente de que nuestra fe
está anclada en el anuncio y en el testimonio de los mismos Apóstoles de Jesús.
Está anclada allí, es una larga cadena que viene de allí; y por eso sentirse
siempre enviados, sentirse mandados, en comunión con los sucesores de los
Apóstoles, a anunciar, con el corazón lleno de alegría, a Cristo y su amor por
toda la humanidad. Y aquí yo quisiera recordar la vida heroica de tantos,
tantos misioneros y misioneras, que han dejado su patria para ir a anunciar el
evangelio en otros países, en otros continentes.
Me
decía un cardenal brasilero que trabaja bastante en el Amazonas, que cuando él
va a un lugar, a un pueblo del Amazonas, a una ciudad, va siempre al
cementerio. Y allí ve las tumbas de estos misioneros, sacerdotes, hermanos,
monjas, que han ido a predicar el Evangelio, apóstoles; y él piensa: todos ellos
pueden ser canonizados ahora, han dejado todo para anunciar a Jesucristo.
Demos
gracias a Dios porque nuestra Iglesia tiene tantos misioneros, ha tenido tantos
misioneros, y tiene necesidad de más aún, ¡agradezcamos al Señor por esto! Tal
vez entre tantos jóvenes, chicos y chicas que están aquí, alguno tiene ganas de
convertirse en misionero, ¡que vaya hacia adelante! ¡Es bello esto, llevar el
Evangelio de Jesús! ¡Sean valientes!
Pidámosle
entonces al Señor, que renueve en nosotros el don de su Espíritu, para que toda
comunidad cristiana y todo bautizado sea expresión de la santa madre Iglesia
católica y apostólica.
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