La Iglesia tiene en María el modelo más bello de
maternidad, afirma el Papa Francisco
VATICANO, 03 Sep. 14 / 09:47 am (ACI/EWTN Noticias).- Durante la
Audiencia General celebrada en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco abordó
este miércoles la maternidad de la Iglesia e
invitó a seguir el ejemplo de María, “el modelo más bello y más alto que pueda
existir”, donando generosamente el tesoro precioso del Evangelio tal como lo
“hace una mamá”.
Ante los
miles de fieles, el Pontífice afirmó que “la maternidad de María es ciertamente
única, singular, y se ha cumplido en la plenitud de los tiempos, cuando la
Virgen dio a la luz el Hijo de Dios, concebido por obra del Espíritu Santo. Y,
sin embargo, la maternidad de la Iglesia se coloca precisamente en continuidad
con aquella de María, como su prolongación en la historia”.
En ese
sentido, llamó a los católicos a dar testimonio valiente de la maternidad de la
Iglesia, que “es capaz de dar la vida por
sus hijos” y de infundir esperanza.
A
continuación el texto completo gracias a la traducción de Radio Vaticana:
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días! en las precedentes catequesis hemos
tenido ocasión de remarcar varias veces que no nos hacemos cristianos por sí
mismos, es decir con las propias fuerzas, en modo autónomo, ni siquiera nos hacemos
cristianos en laboratorio, pero que se es generados y hechos crecer en la fe al
interior de aquel gran cuerpo que es la Iglesia. En este sentido, la Iglesia es
de verdad madre, ¡nuestra Madre Iglesia! ¿Es bello decirlo así, eh? Nuestra
Madre Iglesia. Una madre que nos da vida en Cristo y que nos hace vivir con los
otros hermanos en la comunión del Espíritu Santo.
1. En esta
maternidad suya, la Iglesia tiene como modelo a la Virgen María, el modelo más
bello y más alto que pueda existir. Es lo que ya las primeras comunidades
cristianas han sacado a la luz y el Concilio
Vaticano II ha expresado en modo admirable. La maternidad de María es
ciertamente única, singular, y se ha cumplido en la plenitud de los tiempos,
cuando la Virgen dio a la luz el Hijo de Dios, concebido por obra del Espíritu
Santo. Y, sin embargo, la maternidad de la Iglesia se coloca precisamente en
continuidad con aquella de María, como su prolongación en la historia.
La Iglesia,
en la fecundidad del Espíritu, continúa a generar nuevos hijos en Cristo,
siempre en la escucha de la Palabra de Dios y en la docilidad a su designio de
amor. La Iglesia es madre. El nacimiento de Jesús en el seno de María, en
efecto, es preludio del nacimiento de todo cristiano en el seno de la Iglesia,
desde el momento que Cristo es el primogénito de una multitud de hermanos. Es
nuestro primer hermano Jesús, nacido de María, es el modelo y todos nosotros
hemos nacido de la Iglesia. Comprendemos entonces cómo la relación que une
María a la Iglesia es muy profunda: mirando a María, descubrimos el rostro más
bello y más tierno de la Iglesia y mirando a la Iglesia reconocemos los
lineamientos sublimes de María. Nosotros cristianos no somos huérfanos, tenemos
una mamá, tenemos madre, ¡y esto es grande! ¡No somos huérfanos! La Iglesia es
madre, María es madre.
2. La
Iglesia es nuestra Madre porque nos ha dado a la luz en el Bautismo. Cada vez
que bautizamos un niño se transforma en hijo de la Iglesia, viene adentro de la
Iglesia. Y desde aquel día, como mamá primorosa, nos hace crecer en la fe y nos
indica, con la fuerza de la Palabra de Dios, el camino de la salvación,
defendiéndonos del mal.
La Iglesia
ha recibido de Jesús el tesoro precioso del Evangelio, no para retenerlo para
sí misma, sino para donarlo generosamente a los otros: como hace una mamá. En
este servicio de evangelización se manifiesta en modo peculiar la maternidad de
la Iglesia, empeñada, como una madre, en ofrecer a sus hijos la nutrición
espiritual que alimenta y hace fructificar la vida cristiana.
Todos, por
lo tanto, estamos llamados a acoger con mente y corazón abiertos, la Palabra de
Dios que la Iglesia cada día dispensa, porque esta Palabra tiene la capacidad
de cambiarnos desde adentro, ¡sólo la palabra de Dios tiene esta capacidad, de
cambiarnos bien desde adentro, desde nuestras raíces más profundas! Tiene este
poder la Palabra de Dios, ¿y quién nos da la Palabra de Dios? La madre Iglesia.
Nos amamanta desde niños con esta Palabra, nos cría durante toda la vida con
esta Palabra. ¡Y esto es grande! ¡Es precisamente la madre Iglesia, que con
esta Palabra de Dios, nos cambia desde adentro! La Palabra de Dios que nos da
la Madre Iglesia nos transforma, hace nuestra humanidad no palpitante según la
mundanidad de carne, sino según el Espíritu.
En su
cuidado maternal, la Iglesia se esfuerza por mostrar a los creyentes el camino
a seguir para vivir una existencia fecunda de alegría y paz. Iluminados por la
luz del Evangelio y sostenidos por la gracia de losSacramentos,
especialmente la Eucaristía, nosotros podemos orientar nuestras elecciones al
bien y atravesar con valentía y esperanza los momentos de oscuridad y los
senderos más tortuosos, que los hay, ¡en la vida también los hay! El camino de
salvación, a través del cual la Iglesia nos guía y nos acompaña con la fuerza
del Evangelio y el apoyo de los Sacramentos, nos da la capacidad para
defendernos del mal.
La Iglesia
tiene el coraje de una madre que sabe que debe proteger a sus hijos de los
peligros que resultan de la presencia de satanás en el mundo, para llevarlos al
encuentro con Jesús. Una madre siempre defiende a los hijos. Esta defensa
consiste también en el exhortar a la vigilancia: vigilar contra el engaño y la
seducción del maligno. Porque si también Dios ha vencido a Satanás, este
siempre vuelve con sus tentaciones, nosotros lo sabemos, todos nosotros somos
tentados, hemos sido tentados y somos tentados. A nosotros nos corresponde no
ser ingenuos, él viene como “león rugiente” dice el apóstol Pedro. Nos
corresponde a nosotros no ser ingenuos sino vigilar y resistir firmes en la fe.
Resistir con los consejos de la madre, resistir con la ayuda de la madre
Iglesia, que como buena madre, siempre acompaña a sus hijos en los momentos
difíciles.
3. Queridos
amigos, esta es la Iglesia. Esta es la Iglesia que amamos todos, esta es la
Iglesia que yo amo. Una madre que tiene en el corazón el bien de los propios
hijos, y que es capaz de dar la vida por sus hijos. No debemos olvidar, sin
embargo, que la Iglesia no son los sacerdotes, o nosotros los obispos. No,
¡somos todos! La Iglesia somos todos, ¿de acuerdo? Y también nosotros somos
hijos y al mismo tiempo, madres de otros cristianos. Todos los bautizados,
hombres y mujeres, juntos, somos la Iglesia. ¡Cuántas veces en nuestra vida no
damos el testimonio de esta maternidad de la Iglesia, de esta valentía maternal
de la Iglesia! Cuántas veces somos cobardes, ¿eh? ¿No eh? Entonces encomendémonos
a María, para que ella como madre de nuestro primer hermano, del primogénito
Jesús, nos enseñe a tener su mismo espíritu maternal con nuestros hermanos, con
la capacidad sincera de recibir, de perdonar, de dar fuerza, y de infundir fe y
esperanza. Y esto es lo que hace una mamá. ¡Gracias!
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