Crímenes y masacres suman una tercera guerra
mundial combatida “por partes”, dice el Papa
Papa Francisco en cementerio militar
de Redipuglia. Foto: L'Osservatore Romano
VATICANO, 13 Sep. 14 / 08:49 am (ACI/EWTN Noticias).-
En
la Misa celebrada hoy ante más de 10 mil fieles en el
cementerio monumental de Redipuglia, durante su visita a la región italiana de
Friuli Venezia, el Papa Francisco señaló que en la actualidad los crímenes,
masacres y destrucciones suman una tercera guerra mundial, que es combatida
“por partes”.
En
el cementerio militar de Redipuglia, que visitara San Juan Pablo II en
1992, reposan los cuerpos de 100 mil jóvenes soldados caídos durante la I
Guerra Mundial, de cuyo inicio en 2014 se cumplen 100 años. Sesenta mil de
estos fallecidos aún permanecen sin identificar.
En
este camposanto, el Santo Padre recordó el sacrificio y el sufrimiento los
caídos en todas las guerras.
En
la Misa participaron el Arzobispo de Viena (Austria), Cardenal Christoph
Schonborn, y el Arzobispo de Zagreb, Cardenal Josip Bozani?, además de Obispos
procedentes de Eslovenia, Austria, Hungría y Croacia.
En
su homilía, el Papa Francisco señaló que “después de haber contemplado la
belleza del paisaje de esta zona, en la que hombres y mujeres trabajan para
sacar adelante a sus familias, donde los niños juegan y los ancianos sueñan…
encontrándome aquí, en este lugar, en este cementerio, solamente acierto a
decir: la guerra es una locura”.
“Mientras
Dios lleva adelante su creación y nosotros los hombres estamos llamados a
colaborar en su obra, la guerra destruye. Destruye también lo más hermoso que
Dios ha creado: el ser humano”.
Francisco
señaló que “la guerra trastorna todo, incluso la relación entre hermanos. La
guerra es una locura; su programa de desarrollo es la destrucción: ¡querer
desarrollarse, crecer mediante la destrucción!”.
Los
motivos “que alimentan el espíritu bélico”, dijo, son “la avaricia, la
intolerancia, la ambición de poder”. Estas razones, explicó, “a menudo
encuentran justificación en una ideología; pero antes está la pasión, el
impulso desordenado”.
“La
ideología es una justificación, y cuando no hay una ideología, está la
respuesta de Caín: ‘¿A mí qué me importa de mi hermano?, ¿A mí qué me importa?
¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?’”.
“La
guerra no se detiene ante nada ni ante nadie: ancianos, niños, madres, padres…
‘¿A mí qué me importa?’”.
Francisco
indicó que “sobre la entrada a este cementerio, se levanta el lema
desvergonzado de la guerra: ‘¿A mí qué me importa?’. Todas estas personas,
cuyos restos reposan aquí, tenían sus proyectos, sus sueños… pero sus vidas
quedaron truncadas. Porque la humanidad dijo: ‘¿A mí qué me importa?’”.
“Hoy,
tras el segundo fracaso de una guerra mundial, quizás se puede hablar de una
tercera guerra combatida ‘por partes’, con crímenes, masacres, destrucciones”.
La
actitud de desinterés por las personas que sufren por la guerra, “es justamente
lo contrario de lo que Jesús nos pide en el Evangelio. Lo hemos escuchado: Él
está en el más pequeño de los hermanos. Él, el Rey, el Juez del mundo, es el hambriento,
el sediento, el forastero, el encarcelado”.
“Quien
cuida al hermano entra en el gozo del Señor; en cambio, quien no lo hace,
quien, con sus omisiones, dice: ‘¿A mí qué me importa?’, queda afuera”.
El
Santo Padre lamentó que “también hoy hay tantas víctimas… ¿Cómo es posible
esto? Es posible porque también hoy, en la sombra, hay intereses, estrategias
geopolíticas, codicia de dinero y de poder, y está la industria de las armas,
que parece ser tan importante”.
“Y
estos planificadores del terror, estos organizadores del desencuentro, así como
los fabricantes de armas, llevan escrito en el corazón: ‘¿A mí qué me
importa?’”.
El
Papa dijo que “es de sabios reconocer los propios errores, sentir dolor,
arrepentirse, pedir perdón y llorar”.
“Con
ese ‘¿A mí qué me importa?’, que llevan en el corazón los que negocian con la
guerra, quizás ganan mucho, pero su corazón corrompido ha perdido la capacidad
de llorar”.
“Ese
‘¿A mí qué me importa?’ impide llorar. Caín no lloró. La sombra de Caín nos
cubre hoy aquí, en este cementerio. Se ve aquí. Se ve en la historia que va de
1914 hasta nuestros días. Y se ve también en nuestros días”.
Francisco
señaló que “con corazón de hijo, de hermano, de padre, pido a todos ustedes y
para todos nosotros la conversión del corazón, pasar de ese ‘¿A mí qué me
importa?’ al llanto”.
Llanto,
dijo el Papa, “por todos los caídos de la ‘masacre inútil’, por todas las
víctimas de la locura de la guerra de todos los tiempos”.
“Hermanos
la humanidad tiene necesidad de llorar, y ésta es la hora del llanto”,
concluyó.
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