EN LAS FUENTES DE LA ALEGRÍA (007)
SAN FRANCISCO DE SALES
(Recopilación y engarce de textos por el canónigo F. Vidal)
“Amo tanto la sencillez que me
asombro”
«No
sé si me conocéis bien; pienso que sí, al menos conocéis mucho de mi corazón.
No soy bastante prudente, y es ésa una virtud que no amo demasiado. La quiero a
la fuerza, porque es necesaria, o mejor, muy necesaria, y por esto voy de buena
fe, apoyándome en la Providencia de Dios. No, realmente yo no soy sencillo,
pero amo tanto la sencillez que me asombro. La verdad es que las pobres
palomitas blancas son mucho más agradables que las serpientes; y, si
quisiéramos unir las propiedades de ambas, por lo que a mí toca, yo no daría a
la serpiente la sencillez de la paloma, porque no por ello dejaría de ser
serpiente; pero con gusto daría la prudencia de la serpiente a la paloma, pues
no dejaría de ser bella».
Cuando san Francisco de Sales dirigía estas líneas a la Sra. de
Chantal, el 24 de julio de 1607, hacía algo más de tres años que se habían conocido,
surgiendo de inmediato entre ellos una santa y estrecha amistad. La baronesa
sabía muy bien que el obispo amaba la sencillez y que ésta inspiraba su
conducta. Ciertamente era sencillo quien podía asegurar a su amigo, el obispo
de Belley, que desconocía totalmente «el arte de mentir, de disimular o de
fingir con destreza»; era sencillo quien confesaba predicar «con el mismo
interés, e incluso con más gusto», a la gente humilde de Rumilly, que cuando lo
hacía en los púlpitos de París; en fin, era igualmente sencillo quien, después
de una catequesis en la que se había permitido «bromear un poco» con los niños
para hacer reír a los asistentes, burlándose de las máscaras y de los bailes,
contaba: «Yo estaba de muy buen humor y un gran auditorio me animaba con sus
aplausos a continuar haciéndome niño con los niños. Me dicen que eso se me da
muy bien y yo lo creo... Pero, ¿no soy demasiado simple al escribiros esto?».
En
las siguientes páginas, no pretendemos tanto edificarnos con el ejemplo de san Francisco
de Sales, como instruirnos con sus enseñanzas sobre la sencillez, que él ama en
el lenguaje, en el estilo, en el porte o en los modales, tanto como en nuestra
conducta en la vida.
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