EL VIGESIMOQUINTO DIA
Su simplicidad como la de
una paloma
A Francisco de
Sales no le gustaban las pretensiones ni los amaneramientos y detestaba la
hipocresía; pero la simplicidad lo deleitaba. El siempre ponía su corazón en
sus labios y en sus acciones. El se comportaba con la franqueza más grande
hacia todas las personas; en resumen, su candor y sinceridad verdaderamente se
asemejaban la simplicidad de una paloma. El alma de Francisco de Sales fue
bañada en el océano de las consolaciones interiores, su espíritu se elevaba
hacia las bóvedas sólidas de la devoción y su corazón se expandía libremente en
la gloria del amor puro. Es por esto que él no hacía nada compulsivamente, sino
por amor, y amaba a Dios más de lo que lo temía.
El no estaba
desordenadamente apegado a sus ejercicios espirituales; por que cuando la
necesidad o la caridad para con su vecino lo requería, él los interrumpía sin
dificultad ni remordimiento. El siempre estaba listo para dejar a Dios por
Dios, y de con la misma alegría descendía la escalera de Jacobo hacia la acción
mientras ascendía por ella hacia la contemplación. Nada nunca lo perturbaba
mientras que su Amo estuviera servido. Su alma era como un hermoso estándar,
encendido por las consignas de la Voluntad Divina, que flotaba, se envolvía y
se desenvolvía en el aliento del Espíritu Santo.
En el camino a la
virtud, Francisco de Sales no dependía de las comunicaciones y las
consolaciones interiores; y por ello él siempre estaba contento y nunca se
quejaba ni se sentía inquieto. (Pere de la Riviere.)
Un Ramillete Espiritual
El alma que es
verdaderamente como una paloma, esto es, que ama a Dios con ternura, hace uso
de los medios prescritos para su perfección, sin exaltación y sin buscar otros
medios. Esta dice: ‘Mi Amado piensa por mi y yo confió en El.’ (Discursos.)
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