EL VIGESIMOSEPTIMO DIA
Su pobreza
A su total
desprendimiento de las riquezas terrestres, Francisco de Sales adhería una gran
auto-abnegación que escondía de su vista las conveniencias que él hubiera
podido disfrutar legítimamente, y las inconveniencias que él experimentaba
diariamente. Es por esto que él nunca pidió una camisa limpia, o un sombrero, o
unos zapatos nuevos o una manta, sino que simplemente tomaba las cosas que sus
sirvientes le ofrecían.
Cuando él estaba
en el campo felizmente afrontaba todas las incomodidades con las que él se
encontraba, nunca se quejaba de la pobreza de los pueblos, ni de la suciedad de
los hoteles, ni de las habitaciones sin muebles ni camas, ni de la mala comida
o el mal servicio, ni de los caminos arduos, ni de la lluvia. Como una oveja
humilde, él permitía que aquellos que arreglaban el viaje rigieran sobre él, y
felizmente se sometía para poder tener la oportunidad de practicar la virtud de
la pobreza. Para poder demostrar cuanto la valoraba, él amaba a los pobres más
tiernamente; especialmente a aquellos que vivían en la pobreza más miserable,
sórdida y repulsiva.
El también
despreciaba todo lo que es transitorio y perecedero: la riqueza, los honores y
las dignidades no lo encantaban de ninguna forma; su corazón estaba
perfectamente desprendido de tales cosas. El sólo aspiraba a la riqueza
gloriosa del Cielo que lo elevaba por sobre sí mismo y sobre las cosas del
mundo; a él no le importaba nada más y olvidaba todo lo que era terrenal. (Pere
de la Riviere.)
Un Ramillete Espiritual
El hombre cuyo
Corazón está en el Cielo no se preocupa por las cosas de la tierra. Mi deseo
más grande es sufrir por desear lo necesario, para así poder imitar a
Jesucristo el Rey del pobre; yo nunca soy más feliz que cuando estoy incomodo o
cuando tengo que pasar necesidades. (Palabras de San Francisco de
Sales.)
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