Papa Francisco: Los hijos son la alegría de
la familia y la sociedad, no son un “problema”
VATICANO, 11 Feb. 15 / 10:09 am (ACI/EWTN Noticias).- “Los hijos son un regalo. Cada uno es único e
irrepetible”, por tanto, “no tener hijos es una elección egoísta” y el síntoma
de “una sociedad depresiva”, advirtió este miércoles el Papa Francisco durante
la Audiencia General al continuar su catequesis sobre
lafamilia,
en la que también recordó el deber de honrar a los padres.
El
Papa dijo que “la alegría de los hijos hace palpitar los corazones de los
padres y reabre el futuro. Los hijos son la alegría de la familia y de la
sociedad. No son un problema de biología reproductiva, ni uno de tantos modos
de realizarse. Y mucho menos son una posesión de los padres”.
“¡No,
no!”, exclamó el Pontífice. “Lo hijos son un don. ¿Entendido?” comentó entre
los aplausos de los presentes, en la Plaza de San Pedro este miércoles, Fiesta
de Nuestra Señora de Lourdes, a la que asistieron fieles de España, Colombia,
Argentina, México y otros países latinoamericanos.
“Una
sociedad avara de generaciones, que no ama rodearse de hijos, que los considera
sobre todo una preocupación, un peso, un riesgo, es una sociedad depresiva”,
señaló.
“Pensemos
en tantas sociedad que conocemos aquí en Europa: son sociedades depresivas,
porque no quieren hijos, no tienen hijos, la cifra de nacimientos no llega al
uno por ciento. ¿Por qué? Que cada uno de nosotros piense y responda. Si una
familia generosa de hijos es vista como si fuese un peso, ¡hay algo que no
funciona! La generación de hijos debe ser responsable, como enseña también la
Encíclica Humanae Vitae del Beato Pablo VI, pero tener más hijos no
puede convertirse automáticamente en una elección irresponsable”.
“Es
más, no tener hijos es una elección egoísta. La vida rejuvenece y adquiere energías que se
multiplican: se enriquece, no se empobrece”, expresó.
Por
otro lado, “una sociedad de hijos que no honran a sus padres es una sociedad
sin honor; ¡cuando no se honra a los padres se pierde el propio honor!”,
destacó. Sería “una sociedad destinada a llenarse de jóvenes áridos y ávidos”.
Durante
la catequesis, el Papa tomó “una bonita imagen de Isaías” para reflexionar
sobre los hijos, usando las palabras del profeta: “Mira a tu alrededor y
observa: todos se han reunido y vienen hacia ti; tus hijos llegan desde lejos y
tus hijas son llevadas en brazos. Al ver esto, estarás radiante, palpitará y se
ensanchará tu corazón”.
Ésta
“es una espléndida imagen de la felicidad que se realiza en el reconocimiento
entre los padres y los hijos, que caminan juntos hacia un futuro de libertad y
de paz, después de un largo tiempo de privaciones y de separaciones”, indicó el
Papa.
Así,
“existe un estrecho lazo entre la esperanza de un pueblo y la armonía entre las
generaciones” algo que “debemos pensar bien”, añadió después Francisco.
“Los
hijos son un regalo. Cada uno es único e irrepetible; y al mismo tiempo de
manera inconfundible unido a sus raíces. Ser hijo e hija, en efecto, según el diseño
de Dios, significa llevar en sí la memoria y la esperanza de un amor que ha
realizado en sí mismo dando vida a otro ser humano, original y nuevo”.
El
Papa subrayó que “para los padres cada hijo es único, es diferente, es
distinto” y contó una anécdota familiar: “Permítanme un recuerdo de familia. Mi
madre decía de nosotros -éramos cinco: 'Tengo cinco hijos'. “Cuando le
preguntaban: '¿Cuál es tu preferido?', ella respondía: 'Yo tengo cinco hijos,
como cinco dedos. Si me golpean a este, me hacen daño; si me golpean a este
otro, me hacen daño: Me hacen daño los cinco. Todos son hijos míos, pero todos
diferentes como los dedos de una mano'. ¡Y así es la familia! 'Mis hijos son
diferentes, pero todos hijos'”.
El
Papa subrayó además que “al hijo se le ama porque es hijo: no porque es guapo,
o porque es así o asá; no, ¡porque es hijo!”, volvió a exclamar.
“Un
hijo es un hijo: una vida generada por nosotros pero destinada a él, a su bien,
al bien de la familia, de la sociedad, de la humanidad entera”.
Y
“de aquí viene también la profundidad de la experiencia humana de ser hijo e
hija, que nos permite descubrir la dimensión más gratuita del amor, que no
termina nunca de asombrarnos”.
El
Papa explicó también que “son amados antes de que lleguen”. “Cuántas veces las
madres en la plaza me hacen ver su barriga y me piden la bendición... estos
niños son amados antes de venir al mundo. Y esto es gratuidad, esto es amor”.
Sobre
el mismo tema, comentó que “son amados antes de haber hecho cualquier cosa para
merecerlo, antes de saber hablar o pensar, incluso antes de venir al mundo”.
Por
tanto, “el ser hijo es la condición fundamental para conocer el amor de Dios,
que es la fuente última de este auténtico milagro. En el alma de cada hijo, que
es vulnerable, Dios pone el sello de este amor, que se encuentra en la base de
su dignidad personal, una dignidad que nadie y ninguno podrá destruir”.
Sobre
la actualidad, dijo que “hoy parece más difícil para los hijos imaginar su
futuro. Los padres tal vez han dado un paso atrás y los niños se han
vuelto más inseguros al dar pasos hacia adelante”.
Sin
embargo, Dios “continúa siguiéndonos con paciencia sin disminuir su amor por
nosotros. El Padre celeste no da pasos hacia atrás en su amor por nosotros,
¡nunca! Va siempre adelante y si no puede andar hacia adelante nos espera, pero
no va hacia atrás; quiere que sus hijos sean valientes y den pasos hacia
adelante”.
Por
su parte, los hijos “no deben tener miedo en la tarea de construir un mundo
nuevo: es justo para ellos desear que sea mejor que aquello que han recibido.
Pero esto se da sin arrogancia, sin presunción. De los hijos se necesita que
sepan reconocer el valor, y a los padres se les debe siempre rendir honor”.
Sobre
este cuarto mandamiento de honrar a los padres, Francisco señaló que “viene
justo después de los que se refieren al mismo Dios. De hecho tiene algo de
sagrado, de divino, algo que está en la raíz de cualquier otro tipo de relación
entre los hombres”.
“Los
hijos aprenden a hacerse cargo de su familia, madurando en el compartir sus
sacrificios, crecen apreciando sus dones”.
Tras
estas palabras, Francisco pidió un minuto de silencio para que cada uno pensase
en sus propios hijos y padres, agradeciendo a Dios el don de la vida”.
“En
el multiplicarse de las generaciones hay un misterio de enriquecimiento de la
vida de todos, que viene del mismo Dios. Debemos redescubrirlo, desafiando a
los prejuicios y vivirlo en la fe, en la perfecta felicidad”.
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