EL DECIMOQUINTO DIA
Su humildad
Francisco de Sales
siempre apreció la virtud de la humildad y la amo tiernamente. Una prueba de
esto era el placer que él sentía al interactuar con aquellos de bajo estado, al
escuchar sus quejas, visitándolos durante los tiempos de enfermedad y
conversando con ellos como un amigo. Por eso él nunca expresó desdén por nadie,
sino que siempre demostró una gran estima por todo el mundo quien quiera que
fuera. (Pere de la Riviere.)
Francisco de Sales
era perfectamente humilde, no era que él adoptara actitudes o que hablara
humildemente, por que pocas veces lo hacía, y sólo cuando su corazón lo
motivaba a hacerlo. De hecho, él hablaba muy poco de sí mismo o de sus
preocupaciones. El solía a decir que no debemos hablar de nosotros mismos ni
bien ni mal, porque la auto alabanza y la auto culpa vienen de la misma fuente,
y esa es la vanidad. Su humildad era sincera de corazón, dignificada, verdadera
y sólida, y lo hacía indiferente a las alabanzas o las culpas. Francisco de
Sales tenía una opinión muy baja de sí mismo, amaba el desdén y la humillación
y se dedicaba a la práctica de esta virtud. Él me dijo un día que él trabajó
durante tres años para adquirir esta virtud, y que él la apreciaba y la amaba
extremamente.
En todas sus
acciones había una grandiosa dignidad acompañada de una humildad tan profunda
que nadie temía acercarse a él. (Santa Chantal.)
Un Ramillete Espiritual
Mantente unido a
tu modestia como al lazo de tu valor, y a la práctica generosa de la humildad
frente a Aquel que obtuvo el logro más grande de Su poder a través de Su
humillación en la Cruz.
Se humilde siempre
y se aún más humilde diariamente a tus ojos. Mi Dios! Qué grandiosa es esta
pequeñez. (Director Espiritual.)
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