EL VIGESIMOOCTAVO DIA
Su mortificación
San Antonio de
Padua apareció ante Francisco de Sales una vez en la iglesia de los
Franciscanos de Evian, y le dijo: ‘Así como yo, tú desearás el martirio y no lo
obtendrás; tú debes ser el instrumento de tu propio martirio.’ ‘Desde esa
noche,’ declara el bendito Obispo, ‘yo tomé la resolución de mortificarme a mí
miso y de hacer uso de todas las oportunidades que se me presentaran, grandes y
pequeñas, para practicar la virtud Cristiana.’
A partir de esta
resolución y de este empeño emanó la perfección con la que él hacia todas las
cosas, grandes y pequeñas; y muchas veces él dijo que las cosas que nos
molestan, y que nos hacen más humildes, deben ser vistas como nuestro
cautiverio y nuestro martirio Cristiano que, aún cuando no es sangriento, de
igual manera complace a Dios. Finalmente, él añadió, ‘Aquel que se mortifica es
suficientemente mártir, pero en cuanto aquellos que ni se mortifican, ni
afrontan con alegría las pruebas que les llegan de los demás, yo no sé a qué
rango pueden aspirar en el Reino de Dios siendo que ellos no quieren ser ni
mártires ni confesores.’ (Madre F. M. de Chaugy.)
Un Ramillete Espiritual
Nosotros debemos
morir para que Dios pueda vivir en nosotros, porque es imposible obtener la
unión de nuestra alma con Dios a través de otro medio que no sea el de la
mortificación. (Discurso XX.)
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