EL VIGESIMONOVENO DIA
Su fortaleza
Francisco de Sales
era tan firme y constante en sus razonamientos concernientes a la forma en que
había que hacer las cosas, que todas las tormentas del infierno no habrían
podido sacudirlo. Y hablando verdaderamente, aún cuando él nunca demostró un
apuro impetuoso, o un entusiasmo violento o impaciente, él poseía una
generosidad maravillosa y la magnanimidad del coraje invencible. (Pere de la
Riviere.)
Nunca hubo un alma
más valerosa o más generosa, o una más capaz de soportar las injurias, o de
perseverar en las obras que Dios le había inspirado a hacer. El nunca rechazó
nada, y siempre decía que cuando nuestro Señor nos ha asignado un asunto no
debemos darnos por vencidos, sino que debemos tener coraje para superar todas
las dificultades.
Se necesita una
gran fuerza mental para poder perseverar a la hora de hacer lo que está bien,
como lo hizo Francisco de Sales. Quién lo vio echarse para atrás alguna vez, o
quién lo vio perder siquiera la sombra de su modestia? Quién vio alguna vez que
otros hayan perturbado su espíritu o alborotado su alma? Por esta razón su
corazón era perfectamente inocente. El nunca hizo nada con malicia ni con
amargura de espíritu. No, ciertamente nunca hubo un corazón más gentil,
humilde, generoso, agraciado o afable que el suyo. (Santa Chantal.)
Un Ramillete Espiritual
El regalo de la
fortaleza y el coraje consiste en superarse a uno mismo para poder someternos a
Dios, mortificando y sacando de nuestras almas todas las superficialidades y
las imperfecciones que emanan del amor propio, sin retener ni una sola, no
importa cuan pequeña sea, y aspirando valientemente a la perfección más alta
sin sentir temor de las dificultades que se nos presenten en el camino que
debemos recorrer para obtenerla. (Tercer Sermón del Pentecostés.)
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