Hay una
maravillosa tradición cuyo origen se remonta al siglo XVI que consiste en
dedicar los siete domingos anteriores a la fiesta de San José, a acudir con
especial detenimiento al Esposo de María Virgen, para expresarle cariño y
pedirle mercedes.
Se suelen
«contemplar» o considerar, los principales misterios acontecidos a los largo de
su vida en la tierra entretejidos de gozos y dolores, en los que se refleja de
algún modo toda vida humana, la nuestra, y en la que encontramos luz,
serenidad, fortaleza, sentido sobrenatural, amor a Dios Padre, a Dios Hijo, a
Dios Espíritu Santo y a la Santísima Virgen.
Toda la vida
de San José fue un acto continuo de fe y obediencia en las circunstancias más
difíciles y oscuras en que le puso Dios. Él es al pie de la letra “el
administrador fiel y solícito a quien el Señor ha puesto al frente de su
familia” (Lc 12, 42). Desde tiempo inmemorial, la Iglesia lo ha venido
venerando e invocando como continuador en ella de la misión que un día tuviera
para con su Fundador y Madre.
En los
momentos de noche oscura, el ejemplo de José es un estímulo inquebrantable para
la aceptacíón sin reservas de la voluntad de Dios. Para propiciar ese
veneración e imitación y para solicitar su ayuda, ponemos a continuación el
siempre actual Ejercicio de los siete Dolores y Gozos.
También
puedes descargar la versión en PDF Con las meditaciones y ejemplos para cada
día. Descargar aqui: http://bit.ly/1vo1mI0
Versión
Corta:
Por la señal, de la
Santa Cruz…
Ofrecimiento
Glorioso Patriarca San José, eficaz consuelo de los afligidos y seguro refugio de los moribundos; dignaos aceptar el obsequio de este Ejercicio que voy a rezar en memoria de vuestros siete dolores y gozos. Y así como en vuestra feliz muerte, Jesucristo y su madre María os asistieron y consolaron tan amorosamente, así también Vos, asistidme en aquel trance, para que, no faltando yo a la fe, a la esperanza y a la caridad, me haga digno, por los méritos de la sangre de Nuestro Señor Jesucristo y vuestro patrocinio, de la consecución de la vida eterna, y por tanto de vuestra compañía en el Cielo,
Glorioso Patriarca San José, eficaz consuelo de los afligidos y seguro refugio de los moribundos; dignaos aceptar el obsequio de este Ejercicio que voy a rezar en memoria de vuestros siete dolores y gozos. Y así como en vuestra feliz muerte, Jesucristo y su madre María os asistieron y consolaron tan amorosamente, así también Vos, asistidme en aquel trance, para que, no faltando yo a la fe, a la esperanza y a la caridad, me haga digno, por los méritos de la sangre de Nuestro Señor Jesucristo y vuestro patrocinio, de la consecución de la vida eterna, y por tanto de vuestra compañía en el Cielo,
Amén.
PRIMER
DOMINGO
El
dolor: cuando estaba dispuesto a repudiar a su inmaculada esposa.
La
alegría: cuando el Arcángel le reveló el sublime misterio de la
encarnación.
Oh castísimo
esposo de María, glorioso San José, ¡qué aflicción y angustia la de tu corazón
en la perplejidad en que estabas sin saber si debías abandonar o no a tu esposa
sin mancilla! Pero ¡cuál no fue también tu alegría cuando el ángel te reveló el
gran misterio de la Encarnación!
Por este
dolor y este gozo, acompáñanos siempre, ¡ayúdanos!, en nuestras grandes o
pequeñas noches oscuras del alma, cuando no entendamos los designios de Dios o
no sepamos descubrir su amabilísima Voluntad en los sucesos de cada día.
Ayúdanos a ser humildes, a permanecer en oración, hasta de noche, en sueños,
para que -fieles- alcancemos la gracia de la perseverancia final. Que
agradezcamos al Señor cada instante de nuestra existencia, seguros de que pase lo
que pase siempre aguarda una tarea importante que cumplir en la obra de la
Redención.
San José,
Padre y Señor, ruega por nosotros.
Padrenuestro, Ave y Gloria.
Padrenuestro, Ave y Gloria.
SEGUNDO
DOMINGO
El
dolor: al ver nacer el niño Jesús en la pobreza.
La
alegría: al escuchar la armonía del coro de los ángeles y observar la gloria de
esa noche.
Oh
bienaventurado patriarca, glorioso San José, escogido para ser padre adoptivo
del Hijo de Dios hecho hombre: el dolor que sentisteis viendo nacer al niño
Jesús en tan gran pobreza se cambió de pronto en alegría celestial al oír el
armonioso concierto de los ángeles y al contemplar las maravillas de aquella
noche tan resplandeciente.
Por este
gran dolor, ayúdanos a desprendernos de todas las cosas de la tierra,
convencidos de que solo Dios basta. Haz que sepamos seguir a Jesús desde Belén
al Calvario, con el sentido sobrenatural y el garbo humano con que tú supiste
llevar, con Jesús y María, la cruz que el Señor dispuso para ti.
Te pedimos
también, por el inmenso gozo que tuviste al ver a Jesús recién nacido, mientras
escuchabas el canto de los Ángeles en el cielo, proclamando la gloria de Dios y
la paz para los hombres de buena voluntad: ¡Bendice a todos los hijos de la
Iglesia de Dios y atiende especialmente a los más necesitados!
¡Jesús, José
y María, os doy el corazón y el alma mía!
Padrenuestro, Ave y Gloria.
Padrenuestro, Ave y Gloria.
TERCER
DOMINGO
El
dolor: cuando la sangre del niño Salvador fue derramada en su
circuncisión.
La
alegría: dada con el nombre de Jesús.
Oh ejecutor
obedientísimo de las leyes divinas, glorioso San José: la sangre preciosísima
que el Redentor Niño derramó en su circuncisión os traspasó el corazón; pero el
nombre de Jesús que entonces se le impuso, os confortó y llenó de alegría.
Por este
dolor y este gozo alcanzadnos el vivir alejados de todo pecado, a fin de
expirar gozosos, con el santísimo nombre de Jesús en el corazón y en los
labios.
Padrenuestro,
Ave y Gloria.
CUARTO
DOMINGO
El
dolor: la profecía de Simeón, al predecir los sufrimientos de Jesús y
María.
La
alegría: la predicción de la salvación y gloriosa resurrección de innumerables
almas.
Oh Santo
fidelísimo, que tuvisteis parte en los misterios de nuestra redención, glorioso
San José; aunque la profecía de Simeón acerca de los sufrimientos que debían
pasar Jesús y María os causó dolor mortal, sin embargo os llenó también de
alegría, anunciándoos al mismo tiempo la salvación y resurrección gloriosa que
de ahí se seguiría para un gran número de almas.
Por este
dolor y por este gozo conseguidnos ser del número de los que, por los méritos
de Jesús y la intercesión de la bienaventurada Virgen María, han de resucitar
gloriosamente.
Padrenuestro,
Ave y Gloria.
QUINTO
DOMINGO
El
dolor: en su afán de educar y servir al Hijo del Altísimo, especialmente en el
viaje a Egipto.
La
alegría: al tener siempre con él a Dios mismo, y viendo la caída de los ídolos de
Egipto.
Oh custodio
vigilante, familiar íntimo del Hijo de Dios hecho hombre, glorioso San José,
¡cuánto sufristeis teniendo que alimentar y servir al Hijo del Altísimo,
particularmente en vuestra huida a Egipto!, pero cuán grande fue también
vuestra alegría teniendo siempre con Vos al mismo Dios y viendo derribados los
ídolos de Egipto.
Por este
dolor y este gozo, alcanzadnos alejar para siempre de nosotros al tirano
infernal, sobre todo huyendo de las ocasiones peligrosas, y derribar de nuestro
corazón todo ídolo de afecto terreno, para que, ocupados en servir a Jesús y
María, vivamos tan sólo para ellos y muramos gozosos en su amor.
Padrenuestro,
Ave y Gloria.
SEXTO
DOMINGO
El
dolor: a regresar a su Nazaret por el miedo a Arquelao.
La
alegría: al regresar con Jesús de Egipto a Nazaret y la confianza establecida por
el Ángel.
Oh ángel de
la tierra, glorioso San José, que pudisteis . admirar al Rey de los cielos, sometido
a vuestros más mínimos mandatos; aunque la alegría al traerle de Egipto se
turbó por temor a Arquelao, sin embargo, tranquilizado luego por el ángel,
vivisteis dichoso en Nazaret con Jesús y María.
Por este
dolor y este gozo, alcanzadnos la gracia de desterrar de nuestro corazón todo
temor nocivo, poseer la paz de conciencia, vivir seguros con Jesús y María y
morir también asistidos por ellos.
Padrenuestro,
Ave y Gloria.
SÉPTIMO
DOMINGO
El
dolor: cuando sin culpa pierde a Jesús, y lo busca con angustia por tres
días.
La
alegría: al encontrarlo en medio de los doctores en el Templo.
Oh modelo de
toda santidad, glorioso San José, que habiendo perdido sin culpa vuestra al
Niño Jesús, le buscasteis durante tres días con profundo dolor, hasta que,
lleno de gozo, le hallasteis en el templo, en medio de los doctores.
Por este
dolor y este gozo, os suplicamos con palabras salidas del corazón, intercedáis
en nuestro favor para que jamás nos suceda perder a Jesús por algún pecado
grave. Mas, si por desgracia le perdiéramos, haced que le busquemos con tal
dolor que no hallemos sosiego hasta encontrarle benigno sobre todo en nuestra
muerte, a fin de ir a gozarle en el cielo y cantar eternamente con Vos sus
divinas misericordias.
Padrenuestro,
Ave y Gloria.
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