"¡Con el pan no se juega!", dijo Francisco
Francisco, contra las reglas del
mercado.
Ciudad
del Vaticano (AICA): Lunes 2 Feb 2015 | 11:47 am
“No hay humanidad sin cultivo de la tierra; no
hay vida buena sin el alimento que produce para los hombres y las mujeres de
todos los continentes. La agricultura muestra, pues, su papel central”, expresó
el papa Francisco al saludar, el sábado 31 de enero, en la Sala Clementina a
doscientos directivos de la Conferencia Nacional de los Cultivadores Directos
italianos en ocasión del setenta aniversario de la fundación de ese organismo.
“No hay
humanidad sin cultivo de la tierra; no hay vida buena sin el alimento que
produce para los hombres y las mujeres de todos los continentes. La agricultura
muestra, pues, su papel central”, expresó el papa Francisco al saludar, el
sábado 31 de enero, en la Sala Clementina a doscientos directivos de la
Conferencia Nacional de los Cultivadores Directos italianos en ocasión del
setenta aniversario de la fundación de ese organismo.
El nombre “cultivadores directos”, señaló el
Pontífice, hace referencia a cultivar que es “una actividad fundamental y
típicamente humana. Del trabajo de los agricultores forma parte la acogida del
precioso don de la tierra que viene de Dios pero también su valorización
mediante la obra, igualmente preciosa, de los hombres y mujeres llamados a
responder con audacia y creatividad al mandato consignado desde siempre al ser
humano: cultivar y custodiar la tierra”.
De ahí que la tarea de los que cultivan la tierra,
dedicándole tiempo y energías represente “una vocación verdadera y propia que
merece ser reconocida y valorizada adecuadamente también con decisiones
políticas y económicas concretas”. “Se trata -explicó el Papa- de eliminar los
obstáculos que penalizan una actividad tan preciosa y que a menudo hacen que
parezca poco apetecible para las nuevas generaciones -aunque las estadísticas
registren un incremento del número de estudiantes en las escuelas e institutos
agrarios que hace prever un aumento de la ocupación en el sector agropecuario-.
Al mismo tiempo hay que prestar la debida atención a la difusa substracción de
terrenos a la agricultura para destinarlos a otras actividades, aparentemente
más remunerativas”.
Esa reflexión sobre el trabajo agrario llevó la
atención del Santo Padre a dos zonas críticas: la pobreza y el hambre y la
custodia del medioambiente. “El Concilio Vaticano II -dijo refiriéndose a lo
primero- recordó el destino universal de los bienes de la tierra, pero en
realidad el sistema económico dominante excluye a muchos de su justo
provecho”.
“El absolutismo de las reglas de mercado, una
cultura del descarte y del derroche que, en el caso de la comida, alcanza
proporciones inaceptables, junto con otros factores, determinan miseria y
sufrimiento para tantas familias. Hay que replantearse a fondo el sistema de
producción y distribución de alimentos. Como nos enseñaban nuestros abuelos
¡con el pan no se juega! El pan participa de alguna manera de la sacralidad de
la vida humana y por eso no puede tratarse solo como una mercancía”.
Respecto al segundo tema, el Papa subrayó que ya el Génesis habla de la llamada del ser humano no solo a cultivar la tierra sino también a custodiarla.
Respecto al segundo tema, el Papa subrayó que ya el Génesis habla de la llamada del ser humano no solo a cultivar la tierra sino también a custodiarla.
“Las dos cosas -subrayó- están estrechamente
unidas: todo agricultor sabe lo difícil que es cultivar la tierra en una época
de aceleración de cambios climáticos y de fenómenos meteorológicos extremos
cada vez más difundidos. ¿Cómo se pueden seguir produciendo buenos alimentos
para la vida de todos cuando la estabilidad climática corre peligro, cuando el
aire, el agua y el mismo suelo pierden su pureza a causa de la contaminación?”.
“¿Nos damos cuenta, realmente, de la importancia de
una acción puntual de custodia de lo creado y es urgente que las naciones
consigan colaborar para este objetivo fundamental? El reto es conseguir que la
agricultura tenga una baja repercusión ambiental y que nuestro cultivar la
tierra sea al mismo tiempo custodiarla. Efectivamente, solo así, las
generaciones futuras podrán seguir viviendo en ella y cultivándola”.
El Santo Padre concluyó con una invitación y una propuesta para hacer frente a esos retos. “La invitación -dijo- es encontrar el amor por la tierra como madre -como diría san Francisco- de la que salimos y a la estamos llamados a volver constantemente. Y de aquí viene la propuesta: custodiar la tierra, aliándose con ella, para que siga siendo, como Dios quiere, fuente de vida para toda la familia humana”.+
El Santo Padre concluyó con una invitación y una propuesta para hacer frente a esos retos. “La invitación -dijo- es encontrar el amor por la tierra como madre -como diría san Francisco- de la que salimos y a la estamos llamados a volver constantemente. Y de aquí viene la propuesta: custodiar la tierra, aliándose con ella, para que siga siendo, como Dios quiere, fuente de vida para toda la familia humana”.+
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